Noticias / Memorias

27.Dic.2014 / 09:38 am / 1 Comentario

Además de haber sido la compañera sentimental del Libertador Simón Bolívar, por lo que se le ha destacado en la historia de América; Manuela Sáenz, nacida el 27 de diciembre de 1797, en Quito, Ecuador, fue una mujer rebelde y contestaria que también combatió en el campo de batalla por la soberanía americana.

Sáenz tuvo una participación activa y protagónica en la batalla contra el imperio español. El 24 de mayo de 1822 participó en la batalla de Pichincha, en la que se selló la libertad de Ecuador; y el 9 de diciembre de 1824 estuvo bajo el mando del General en jefe del Ejército de Colombia, mariscal Antonio José de Sucre en la Batalla de Ayacucho, en la que se alcanzó la libertad de Perú y la de América del Sur.

En una carta de fecha 10 de diciembre de 1824, Sucre reconoce el carácter de Sáenz y su importancia para la causa independentista.

«Se ha destacado particularmente doña Manuela Sáenz por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húzares y luego a la de Vencedores; organizado y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos (…) Doña Manuela merece un homenaje en particular por su conducta», expresó Sucre.

Más tarde el General Sucre, apoyado por su ejército, homenajeó, como lo dijo, a Sáenz solicitándole a Bolívar que la ascendiera al grado de Coronela del Ejército Libertador; acción que fue cuestionada por el vicepresidente de la República de Colombia, Francisco de Paula Santander, a lo que el Libertador respondió.

«Usted la conoce (a Manuela) muy bien, incluso sabe de su comportamiento cuando algo le enoja. Usted la conoce, tan bien como yo, de su valor, de su arrojo ante el peligro. ¿Qué quiere usted que yo haga? Sucre me lo pide por oficio, el batallón de Húzares la proclama; la oficialidad se reunió para proponerla, y yo, empalagado por el triunfo y su audacia le doy ascenso, sólo con el propósito de hacer justicia. Sepa usted que esta señora no se ha metido nunca en leyes ni en actos que no sean su fervor por la completa Libertad de los pueblos de la opresión y la canalla», distinguió el Libertador en una misiva de fecha 17 de febrero de 1825.

La Libertadora de América

En una carta dirigida al General José María Cordova, Bolívar le exigió respeto para Sáenz y destacó los méritos alcanzados por la prócer, por lo que la llamó libertadora.

«Ella es también Libertadora, no por mi título, sino por su ya demostrada osadía y valor, sin que usted y otros puedan objetar tal. (…) De este raciocinio viene el respeto que se merece como mujer y como patriota», sentenció el Libertador.

Además, Bolívar reconoció a Manuela como la Libertadora del Libertador por salvar su vida de un atentado en 1828, en Santa Fe Bogotá.

En su Diario de Paita, la propia Manuela Sáenz describe con amor el compromiso que la unió a la libertad de América y a Bolívar, quien entregó su vida a esta causa.

«Juntos movilizamos pueblos enteros a favor de la Revolución, de la Patria. Mujeres cosiendo uniformes, otras tiñendo lienzos o paños para confeccionarlos, y lonas para morrales. A los niños los arengaba y les pedíamos trajeran hierros viejos, hojalatas para fundir y hacer escopetas o cañones; clavos, herraduras, etc. Bueno, yo era toda una comisaria de guerra que no descansó nunca hasta ver el final de todo», recordó Manuela.

Al referirse, a la Batalla de Ayacucho, expresó su asombro por el papel que cumplió en la contienda. Se calificó a ella misma como «una loca por la libertad»; que acompañó sin temor a todos los hombres que por ella luchaban.

«Yo le di a ese ejército lo que necesitó: ¡valor a toda prueba! y Simón igual. Él hacía más por superarme. Yo no parecía una mujer. Era una loca por la libertad, que era su doctrina. Iba amarrada hasta los dientes, entre choques de bayonetas, salpicaduras de sangre, gritos feroces de arremetidos, gritos de nuestros heridos y moribundos; silbidos de balas, estruendo de cañones. Me maldecían, pero me cuidaban, solo el verme entre el fragor de una batalla les enervaba la sangre. Y triunfábamos. ‘Mi Capitana -me dijo un indio-, por usted se salvó la patria», relató.

Tras la muerte de Bolívar, en 1830, Santander destierra a Manuela de Colombia y ella busca exilio en Jamaica; cinco años más tarde intenta fallidamente regresar a Ecuador, por lo que se instala en el puerto de Paita, en Perú; donde recibió visitas de personajes importantes como Simón Rodríguez.

En Paita, donde permaneció hasta su muerte, Manuela se dedicó a la venta de tabaco, a la confección de bordados y dulces por encargo, y a reflexionar sobre la independencia y la lucha bolivariana, pensamientos que quedaron plasmados en el Diario de Paita.

Manuela falleció el 23 de noviembre de 1856, víctima de una epidemia de difteria. Los lugareños, quienes temian la propagación de la peste, incendiaron la casa donde yacía su cuerpo sin vida y pusieron sus cenizas en una fosa común.

El 5 de julio de 2010, sus restos simbólicos fueron trasladados al Panteón Nacional de Venezuela en Caracas, donde también reposan los restos del Libertador.

AVN

 

Comentarios

31.Dic.2014 11:05 am
Rubén Darío García (Aragua) dijo:

ES EL EMBLEMA DE NUESTRA MUJER REVOLUCIONARIA!!! VIVAN NUESTRAS MUJERES LATINOAMERICANAS!!!

 

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