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24.Sep.2015 / 09:32 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

Fue hace 200 años, pero si algún recuerdo de la historia venezolana está todavía fresco, es el de su estampa orgullosa a pesar de las dificultades. Fue un 24 de septiembre de 1815 cuando Luisa Cáceres de Arismendi, heroína de la independencia y símbolo de la fortaleza humana ante la adversidad, fue tomada como rehén por las fuerzas del imperio español.

Esta caraqueña nacida en 1799 es para las mujeres del estado Nueva Esparta, zona insular de Venezuela, una margariteña más, un ejemplo de dignidad. No podía ser para menos, dado su comprobado temple.

Cinco meses antes de que fuera apresada, el general Pablo Morillo había arribado a la isla de Margarita al frente de una escuadra realista nunca antes vista. En aquellos días, el esposo de Luisa, Juan Bautista Arismendi, era el gobernador provisional de la región insular. Llevaban apenas un año de casados.

La persecución española sobre los simpatizantes de la causa patriota en territorio margariteño fue implacable, y el general escapó con uno de sus hijos hacia el cerro El Copey.

Entonces comenzó a gestarse la mayor de las crueldades. El 24 de septiembre, Luisa, quien estaba embarazada, fue tomada como rehén para doblegar a su esposo y fue trasladada a un calabozo del Castillo Santa Rosa.

Los vejámenes que sufrió en aquella oscura celda fueron el principio de un prolongado infierno. Todo intento por hacer que delatara a su esposo fracasó, pero también fueron frustrados los intentos por rescatarla de su prisión.

Una vez que fue trasladada al Castillo San Carlos de Borromeo en Pampatar, empeoraron las condiciones del cautiverio y se desvaneció la posibilidad de libertad, cuando un intento de asalto a la fortaleza terminó con decenas de patriotas fusilados. Luisa fue obligada a pasear sobre los cadáveres de aquellos compañeros.

El 26 de enero de 1816 dio a luz a una niña que murió al nacer, dadas las condiciones del parto y del calabozo en el cual se encontraba prisionera.

Un legado permanente

Doscientos años después de aquel día en que cayó presa la dama que nunca abandonó sus ideales independentistas, las mujeres neoespartanas y de toda Venezuela continúan rindiendo homenaje a su legado.

En un acto realizado en junio pasado por el natalicio del personaje, la primera dama del estado, Dinorah Villasmil de Mata, expresó a la Agencia Venezolana de Noticias que el sacrificio de quien fue la primera mujer que mereció un lugar en el Panteón Nacional no fue en vano. «Hoy, las mujeres neoespartanas le decimos al mundo que llevamos esa sangre guerrera», dijo.

Igualmente, la directora regional del Ministerio para la Mujer e Igualdad de Género, Ruddy Rodríguez, destacó también el espíritu luchador de las damas insulares.

«Día a día las mujeres neoespartanas damos la batalla desde nuestras respectivas trincheras, en esta revolución feminista que ha dignificado a la mujer, la ha apoyado y la empoderado», manifestó.

La Revolución Bolivariana le ha rendido homenaje de muchas formas. Existe un programa social para privadas de libertad que lleva su nombre; el Hospital Pediátrico Luisa Cáceres Arismendi fue reinaugurado con tecnología de punta gracias al convenio China- Venezuela; una de las mayores plantas eléctricas de Nueva Esparta también fue nombrada en su honor y existe, desde luego, una condecoración presidencial que la recuerda.

A pesar de haber tenido una vida repleta de sufrimientos, Luisa Cáceres de Arismendi pudo vivir hasta los 66 años. Murió en Caracas el 2 de junio de 1866, y 10 años después, sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional, desde donde continúa siendo ejemplo para generaciones de venezolanas.

 

AVN

 

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