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11.Ene.2021 / 08:46 am / Haga un comentario

Ildegar Gil

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@ildegar Gil

Usuarias y usuarios comparten, por diversas vías digitales, un texto cuyo centro de atención es la diputada Iris Varela. Eduardo Jáuregui es el nombre con el que se identifica la autoría del escrito, alguien a quien relacionan con la docencia en la Universidad de Los Andes, ULA.

No di con una fuente confiable que me ayudara a validar la autenticidad de lo que está titulado como Carta Abierta a la «diputada» Iris Varela. Tampoco lo logró un par de colegas, a quien solicité apoyo en la investigación del asunto. De forma que, antes que personalizar mi opinión hacia el aludido (era lo ideal), y en virtud de que ignoro si realmente fue él (en caso de existir), prefiero orientarla hacia algunos elementos allí vaciados.

En primer lugar, Iris Varela no es “diputada”. Lo afirmo en serio. Iris Varela, para orgullo de sus electores, electoras y de quienes reconocemos en ella a una vergataria de la Revolución Bolivariana, es diputada. Así de fácil, así de claro: Diputada sin comillas y primera vicepresidenta de la Asamblea Nacional.

Quienes tenemos al mundo de la comunicación como nuestra razón de ser, sabemos exactamente el peso que este recurso (las comillas), tiene en el manejo de diversos escenarios sean cuales sean su naturaleza.

No tengo el placer de conocerla, más allá de su aguerrida formación política y de la extraordinaria labor que acometió en el Ministerio del Poder Popular de los Servicios Penitenciarios. ¡Ni tan siquiera he podido entrevistarla!, no obstante los intentos que en tal sentido hice alguna vez, pero ello no es óbice para precisar aspectos como lo hago ahora sobre su personalidad.

Estuvo el 12 de abril de 2002, junto a miles de compatriotas, en las afueras de Fuerte Tiuna exigiendo el fin del secuestro del Comandante Hugo Chávez, en poder de hordas fascistas controladas por el imperialismo que ejecutaba el golpe de Estado esa vez; la he visto recorrer kilómetros, “a piesmente” (acá sí valen las comillas), marchas que reivindican la dignidad de nuestro gentilicio y, entre otras cosas, es la misma que cuestionó el oportunismo de quienes se mimetizan como revolucionarios únicamente cuando el barril de petróleo alcanza el precio de 100 dólares.

Encapsular su actual condición parlamentaria con este signo ortográfico es, además de una falta de respeto, irrespetar asimismo al conglomerado que la elevó a esa importante posición pero también a quienes -como ella-, forman parte de las y los 277 diputados que legislarán hasta el 4 de enero de 2026, incluyendo a las y los de la oposición.

Para finalizar debo también puntualizar otro aspecto que, en honor a la verdad, representa el leitmotiv del “drama” (comillas de por medio), de la carta publicación. En ella se atribuye a la abogada (lo es, duélale a quien le duela), una supuesta intención de dejar sin efecto la nacionalidad venezolana a quienes nacidos fuera de nuestros límites territoriales, sostengan una posición política diferente a la mostrada por el pueblo en la mayoría de los procesos electorales.

Para ello no ingresaré en minúsculos detalles, pues, como relata la jerga popular, eso se cae de maduro. Solo transcribiré la verdad de sus declaraciones al diario Últimas Noticias, publicadas el 4 de enero. En todo caso, cada quien es libre (y necio) de interpretarlas o mal interpretarlas de acuerdo a sus intereses.

“Que se le revoque la nacionalidad venezolana a todo el que se haya montado en la onda conspirativa pidiendo invasión militar, porque lo que han pedido es guerra y esa guerra ha generado muertos. Esas personas son indignas de llevar la nacionalidad venezolana. Con eso de que todas las opciones están sobre la mesa, aquí nos quemaron vivos a compatriotas, sabotearon servicios públicos, la inflación es algo horroroso”.

Juzguen ustedes.

¡Chávez vive…la lucha sigue!

 

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