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25.Ene.2016 / 01:25 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Desde su debut en la escena política nacional, en 2007, ha desarrollado una trepidante carrera que ya suma cuatro ministerios y dos etapas como vicepresidente del área Social. Ahora, este abogado natural de Río Chico, enfrenta otro gran reto: ser el coordinador de la bancada minoritaria de la Revolución en la Asamblea Nacional

Con 33 años, Héctor Rodríguez Castro ya tiene un nutrido currículum político. Ha sido titular de cuatro ministerios (Despacho de la Presidencia, Deportes, Juventud y Educación), ha tenido dos veces a su cargo la vicepresidencia del Consejo de Ministros para el Área Social y ahora —en una coyuntura especialmente exigente para las fuerzas revolucionarias— es el jefe de la bancada del Gran Polo Patriótico en la Asamblea Nacional.

No ha sido precisamente una juventud típica la de este abogado nacido en Río Chico, estado Miranda, y egresado de la Universidad Central de Venezuela, pues entre los veintitantos y los treinta y pocos años la mayoría de la gente se dedica a asuntos menos graves y tiene empleos con responsabilidades mucho más livianas.

Chamos de izquierda contra chamos de derecha

Rodríguez pertenece a la camada de dirigentes socialistas que emergió como respuesta a los líderes universitarios que la derecha forjó con carburo en las barricas de los medios de comunicación en 2007, con el argumento de defender a RCTV.

Siempre se recordará aquel episodio tragicómico en el que los muchachos consentidos de la burguesía exigieron ser recibidos por la Asamblea Nacional y que sus intervenciones fuesen transmitidas en cadena nacional… y cuando se les complació al pie de la letra, se retiraron de la escena, alegando que no querían prestarse a un show. El detalle que no les gustó, en realidad, es que el “show” no sería exclusivamente para ellos, sino que también participarían los jóvenes revolucionarios, un auténtico clan de picos de plata entre quienes estuvieron también Robert Serra, Andreína Tarazón, Libertad Velasco, César Trompiz, Osly Hernández, Yahir Muñoz, Mayerling Arias, Manuel Dum y Eder Dugarte. Este fue el grupo al que el comandante Chávez calificó como “los hijos que parió la Revolución”.

En ese significativo momento fue el chamo Rodríguez quien mostró y leyó el papel olvidado por uno de los chicos very nice, un guión elaborado por la agencia de publicidad ARS, en el que se les indicaba qué decir y cuándo y cómo retirarse del sitio.

Desde ese momento, Héctor Rodríguez comenzó a ser una figura del movimiento juvenil bolivariano, sobre todo porque mostró una gran solidez ideológica y un extraordinario plante.

Directo, pa’ Miraflores

A partir de ese tiempo, varios de estos jóvenes comenzaron a recibir grandes responsabilidades y fueron electos en el proceso interno del Partido Socialista Unido de Venezuela. En el caso de Rodríguez, el comandante Chávez lo llamó a trabajar directamente a su lado, como ministro del Despacho de la Presidencia. No fue una larga experiencia, pues solo estuvo entre agosto y diciembre de 2008
(…bueno, hay que decir que trabajando al lado de Chávez, cualquier tiempo había que multiplicarlo al menos por cuatro, así que podemos decir que estuvo más de un año en Miraflores).

Más adelante, el gran líder bolivariano volvió a convocarlo a formar parte de su gabinete. Entre 2010 y 2013 se desempeñó como ministro del Deporte y, como tal, le correspondió un momento de esplendor en los ciclos deportivos que fue bautizado como la Generación de Oro. En ese tiempo tuvo su primera responsabilidad como vicepresidente para lo Social.

En tales funciones estaba cuando sufrió un accidente de moto. De acuerdo con las noticias difundidas, viajaba como parrillero de uno de sus escoltas y se estrellaron contra dos vehículos. El ministro sufrió una lesión en una pierna que lo obligó a movilizarse con muletas durante algún tiempo. “No iba poco a poco, tuvo un encontronazo con un camión y ahora está de reposo”, contó públicamente y con tono paternal el comandante Chávez, quien recomendó a sus ministros tener cuidado con sus viajes en motocicleta. “A veces yo los llamo para que vengan rápido y como hay mucha cola, ¡ras!, se vienen en moto”, expresó, echándose parte de la culpa del percance.

Rodríguez formó parte del último gabinete de Chávez y del primero de Maduro. En abril de 2013, al iniciarse el actual período constitucional, pasó del despacho del Deporte al de la Juventud (más adelante, ambas carteras se fusionarían). Allí cuadraba perfectamente, pues apenas estaba remontando los 30 años. Sin embargo, unos meses más tarde, en enero de 2014, el presidente Maduro lo movió al Ministerio de Educación.

Los conocedores de ese monstruo burocrático le pronosticaron una gestión desastrosa, sobre todo por carecer de formación y de experiencia en el campo docente. No les faltaba razón a los críticos, pues alguien que nunca había estado en un salón de clases, delante de cuarenta fierecillas infantiles o adolescentes, ¿qué podía saber de educación? No obstante, el profano ministro sacó a relucir sus dotes de dirigente, se dejó asesorar con los viceministros y directores y desarrolló una performance digna.

Fracasaron las profecías de que el superministerio lo carbonizaría políticamente. Cuando se separó del cargo para asumir la candidatura a diputado por el estado Bolívar, mantenía en alto su perfil de joven líder revolucionario. Si el despacho de Educación le sacó sus primeras canas es algo que no se nota porque Rodríguez se caracteriza por una precoz calvicie y el poco cabello que tiene se lo corta casi al rape.

Las pasantías por cuatro ministerios no han estado exentas de sobresaltos, rumores cáusticos y manipulaciones comunicacionales. En las elecciones municipales de 2013, Ismael García (candidato de la derecha a la alcaldía de Libertador) lo acusó de haber entrado armado y por la fuerza a un centro de votación en La Vega. La canalla mediática secundó el infundio sin verificar nada. Rodríguez anunció que demandaría a García y la canalla mediática cacareó que eso sería ir contra la libertad de expresión.

En octubre de 2014, durante los funerales de Robert Serra, el presidente Maduro reveló que también Rodríguez había sido recientemente víctima de un atentado cuando se encontraba en su propia casa y del que salió ileso. Nunca se revelaron los detalles del hecho. En otro episodio trágico, uno de sus escoltas fue asesinado.

En el plano propiamente educativo, logró capear las típicas tormentas que suelen generar los vetustos sindicatos del sector, así como los grupos de presión que siempre cuestionan las políticas educativas revolucionarias.

Ahora viene lo bueno

Y así llegamos al intenso momento presente y nos encontramos con un Héctor Rodríguez joven pero bien curtido al que se le ha asignado, una vez más, una gran responsabilidad: coordinar la bancada revolucionaria en una Asamblea Nacional en la que, por primera vez, el chavismo está experimentando lo que significa ser minoría.

Desde la tormentosa sesión de instalación ha comenzado a desempeñar su nuevo y nada sencillo rol, pues ese día le correspondió explicar por qué la fracción optó por abandonar el hemiciclo, argumentando que la recién instaurada mayoría había violentado la normativa legal y reglamentaria. “No estuve de acuerdo con que se salieran, pero me gustó su discurso, es un hombre con mucha personalidad”, dijo la analista Maryclen Stelling, no muy dada a regalar elogios.

La designación de Rodríguez para ese cargo causó cierta incertidumbre, pues algunos observadores piensan que la situación de desventaja ante los adversarios hace recomendable a alguien con mayor fogueo político. Por otro lado, ya desde un punto de vista interno, hay quien piensa que el diputado Diosdado Cabello puede hacerle sombra en el rol de líder de la fracción. En todo caso, es algo que está por verse.

En la cámara, el dirigente bolivariano se ha topado de nuevo con algunos de los líderes con los que alternó en sus tiempos como presidente del Centro de Estudiantes de Derecho. Esos personajes, ya también treintones, ahora son diputados de la envalentonada oposición, pero siguen presentándose como líderes universitarios. Demostrando que también maneja el arma de la ironía, Rodríguez se ha apresurado a lanzarles los primeros dardos: “Todo sería mejor si los eternos dirigentes estudiantiles terminaran de graduarse”, dijo.

El cargo en la AN lo proyecta nuevamente como figura nacional. Una amiga, felizmente casada —y sobriamente escuálida—, se enteró de que estaba recopilando datos para elaborar este perfil y me hizo una confesión a mitad de camino entre lo político y lo erótico, razón por la cual me exigió no dar ninguna pista sobre su identidad: “Ese tipo me parece uno de los más inteligentes del chavismo, tiene una voz muy dulce y, además, es un negro bello…”. La chica, siempre en tono de confidencia, me pidió que, por favor, se lo presentara, y cuando le respondí que no lo conozco personalmente, puso cara de “¡Ay, no, chico, qué fiasco!”.

 

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