Opinión / Noticias / Roberto Hernández Montoya
El fariseísmo es formidable. Es fingir un apego intenso a la ética en la superficie para burlarla bajo cuerda. Lo declara así una farisea de la novela 1984 de George Orwell: “Cumple las reglas pequeñas para poder violar las grandes”. O te acusa de sus pecados, por ejemplo.
Su lugar privilegiado son las religiones, pero está en todas partes. Su alimento primordial son las doctrinas ético-salvadoras, esas que saben mejor que yo qué es lo que me conviene y se proponen por tanto rescatarme de mí mismo. Es esquizofrénico, bipolar, contradictorio. El caso venezolano actual está admirablemente expuesto en el artículo de Carola Chávez De miserias y poses compasivas, aparecido en el diario Últimas Noticias el lunes pasado: http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/sin-categoria/miserias-poses-compasivas/.
Por eso hablan palante y patrás. Por eso no tienen palabra. Se desgañitan pidiendo algo, y cuando se les otorga se desgañitan rechazándolo con histérica malcriadez. ¿Cuántas veces te ensordecieron pidiendo adelanto de elecciones presidenciales, y cuando la Constituyente complace la petición alegan un contrasentido como que esas elecciones son una prueba palmaria de que vivimos bajo una dictadura. O sea, elegir es un acto dictatorial. Yo no entendiendo.
Porque así es la hipocresía: no cree lo que dice profesar. Y mientras menos cree, más aspavientos hace de que sí cree. Se desgreñan por una cosa, y una vez obtenida se desmelenan por su exacta contraria. Indignan. Peor: aburren. En eso nos han tenido en estos 19 años de cómica y falta de decoro. No importaría si solo dieran risa, lo que se agradecería si no quemasen gente viva y luego se indignasen por la muerte violenta de gente violenta que lanza granadas contra un preescolar. Mentira que se indignan, en realidad es que eso fue lo que les mandaron a repetir cual cotorras. Con el perdón de las inocentes y simpáticas señoras cotorras por comparación tan ofensiva.
¿Cómo reconocer el fariseísmo? Difícil, porque precisamente su poder de engaño es formidable. Y desesperante porque hay que esperar a que su conducta delate la trampa, generalmente cuando ya el mal está hecho. Mentir es un arte. Si no se domina, lo más aconsejable es dejarlo a quienes tengan memoria para saber qué mentira se dijo a quién para evitar pasar por bolsa encima de farsante.