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17.May.2022 / 09:11 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

Por Ramón Lobo

Con ocasión de un nuevo número de Economía Política y Revolución, se ha propuesto abordar la Ética Socialista, tomando en cuenta que en la última plenaria del Congreso (IV JPsuv-V Psuv), se aprobó el Código para la honestidad, ética y disciplina revolucionaria de la militancia del Psuv.

En este sentido, queremos compartir, algunas reflexiones escritas en el libro “De la amistad a la lucha política”, las cuales consideramos están orientadas dentro de la temática planteada.

El actuar en sociedad y regir los intereses comunes de grupos humanos requiere ser fiel exponente de aquella expresión bíblica “…amar al prójimo…”, que nos debe llevar a promover y cumplir con principios fundamentales, como respeto, tolerancia, humildad, solidaridad, cooperación, compromiso, constancia y entrega.

Una premisa fundamental que debe mantener todo aquel que ejerza actividades de carácter público, vinculado a la interacción con comunidades, es ser coherente entre el discurso y su conducta social; lo que requiere ser constante en los principios e ideas que pregona y defiende, demostrándolo con los hechos prácticos. En palabras de Alfredo Maneiro: “Una relación diáfana entre lo que afirmas y lo que haces.”

Por más importante que pueda representar una responsabilidad pública, el servidor público jamás debe olvidarse de dónde vienen sus raíces, quien cae en esta situación, tarde o temprano, está destinado al fracaso por desconocerse a sí mismo, prácticamente. Esta situación lo llevará a buscar referentes que no compaginan con su esencia.

Debemos mantener una lucha permanente a lo interno del ser, para evitar que el cargo o responsabilidad que ejerzamos, como se dice por ahí: “se nos suba a la cabeza”; ya que tal hecho, lleva a tratar de forma inadecuada a la conciudadanía, y aislarnos del entorno habitual. Si no estamos claros del papel que nos corresponde jugar, como instrumentos de la comunidad para el bien común, la arrogancia, la vanidad y la soberbia se apoderarán de nuestra manera de actuar; lo que redundará, negativamente, en la gestión, y la encauzará al fracaso rotundo.

La adulancia y la intriga deben ser combatidas sin compasión. En algunos casos, la dirigencia se deja envolver y cautivar por la adulancia que le pregonan, con la finalidad de ganarse su confianza, al hacerle ver como seres superiores que pueden pasar por encima de cualquier cosa; alimentando el ego que, luego, ensalzan con la intriga que les predispone contra determinados sujetos o propuestas.

La soberbia surge, cuando se considera erróneamente que se sabe todo, lo que genera ceguera y sordera, a quien asume esta posición; impidiéndole la discusión y limitando cualquier posibilidad de discrepancia que pueda alertar sobre la necesidad de corregir o emprender alguna acción distinta. Debemos asimilar la crítica como un hecho constructivo, en favor de los objetivos planteados.

En algunos momentos, construimos fantasmas; particularmente, al percibir que determinada camarada y/o dirigente puede cumplir, cabalmente, las funciones que desempeñamos. Esta realidad puede llevar a la castración, en la renovación del liderazgo que debe existir en toda organización política; a la par, de propiciar condiciones para la aparición de conductas sectarias.

Debemos entender que la calidad no está reñida con la Revolución. Todo proyecto revolucionario es, sin duda, un proceso humano y como tal, está expuesto a los errores. Sin embargo, es fundamental tener la capacidad de trabajar con una visión integral y holística, respetando y reconociendo capacidades técnicas y profesionales, para hacer una gestión con las herramientas necesarias, a fin de asegurar transparencia, eficiencia, eficacia y calidad, de las políticas que se formulen y ejecuten.

En toda gestión pública, el combate contra la corrupción y los privilegios debe ser una constante. El valor de lo público, la actuación ética y con sentido de responsabilidad, debe ser un principio de vida y de acción política. Como lo orientaba el Che Guevara: “…hay que demostrar, con el ejemplo, como se hacen las cosas; no diciendo desde atrás, como se deben hacer.”

 

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