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12.Feb.2017 / 08:25 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Grito Llanero
Por: Pedro Gerardo Nieves
 DE LA PALABRA

Una sorpresota en mi infancia veguerita tuve cuando en su canción “Piraña” un descargante y quizás misógino (para el canon de hoy) Héctor Lavoe le entrompaba a un mal amor cantando:
“Mujer sin grasa sin transmisión, sin gasolina, sin aceite y sin motor: estás más desguañangá… bendito”.
Y es que la palabreja “desguañangar” formaba parte de mi cotidianidad llanera y fue epifánico advertirla en mi ídolo salsero. Lavoe vivía en Nueva York, pero también decía palabras que yo juzgaba criollitas. Eso me unía con él, por lo menos en el lenguaje.
(En esos tiempos nada de rock, ni metal, ni mariqueras. Lo nuestro era salsa kabilla, así: con k.).
-¡Mamaaaa! Ese carajito me quitó la muñeca. Y mire cómo me la dejó toda desguañangá, gritaba mi hermana ante un arrebato del juguete.
– ¡Pija camarita! Ese chamo por no saber manejar le desguañangó el tractor, acusaba mi abuelo con semblante grave al atribulado agricultor que acudía por su ayuda como mecánico; o mejor dicho, como curioso de la mecánica.
Y así la palabrita, sabrosa de entonar, era moneda común en nuestra pobreza material y lexical. Y la usábamos como pedrada en lo que años después se denominaría “chalequeo”, o bullying, para los más sifrinos.
-¡Eeeeeeeje, marico. Te tumbó la burra y te dejó desguañangao!, gritamos al gordo José cuando fue derribado por el jumento.
Años más tarde advertí con otra alegría que la palabra se encontraba nada más y nada menos que en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, deslumbrante, solar, como una palabra llanera que no se sentía menos que las castizas. Su explicación no dejaba dudas:
Desguañangar: 1. tr. Ant., Arg., Bol., Chile, Méx., Nic., Pan. y Ven. Desvencijar, descuajaringar.
Hoy apelamos a ella en este momento tan terrible… para la oposición venezolana.

DEL ESTADO DE LA OPOSICIÓN

La oposición venezolana está des-gua-ñan-ga-da. Se tiró 3. Está en 4 bloques.
Luego del 2016, calificado como uno de los años más difíciles para el chavismo, annus horribilis, cuando se presumía el empuje de un envión opositor que le iba a hacer conquistar espacios de poder mediante expedientes políticos o violentos, el carro de la MUD empezó a toser por el carburador; los cauchos sonaban «plaka-plaka» y se espicharon; el tubo de escape se les cayó; se les acabó la gasolina; la batería se descargó y están pasando el aceite con todo y lata.
Los pasajeros del carro, que odiaban sentarse uno al lado del otro, empiezan a liarse a madrazos y a echarse la culpa recíprocamente. Incluso se acusan de haber dañado el cacharro deliberadamente.
Mientras empujan el carro al hombrillo, sin dejarse de insultar, ven pasar el autobús de las oportunidades políticas y deciden conversar porque el bicho se aleja cada vez más. Pero no dejan de sacarse las tripas entre sí con puñaladas traperas.
-¿No han llamado de Washington todavía? grita uno imperativamente.
-¡Qué va gallo! responde el otro. El tipo está muy ocupado en sus asuntos domésticos y no quiere parar bolas.
-Pero Luis Vicente dice que vamos bien.
-Síii Luis, ponte a creer. Ese pone a ganar a quien le paga las encuestas con dólares machacantes. Además ese tipo es como el Capitán Araña: monta a todos en el barco pero él se queda en el puerto.
Los insultos y manoteos se incrementan. Se oyen gritos de re-estructuración y deciden, en un liberador ejercicio de catarsis, darse un golpe de Estado a sí mismos.
Por un lado les pasa raudo, veloz, sereno, un autobús rojo. Lo conduce un bigotón con una sonrisa en la cara.

 

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