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13.Dic.2015 / 05:03 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Parece obvio en este momento, cuando ya han pasado 8 días, preguntarnos qué pasó el 6D. Los más simplistas podrían limitarse a decir que perdió el chavismo y ganó la contrarrevolución. Quienes nos parecemos (los iguales, que decía Maneiro) podríamos decir lo mismo: el enemigo ha ocupado un espacio de poder que desde el triunfo de la revolución estuvo en nuestra manos y tal hecho debe ser motivo de análisis y reflexión profunda.

Es evidente, y todos los revolucionarios hoy lo reconocemos. Hemos recibido una derrota electoral que nos hace perder el Poder Legislativo; debacle que a pesar de ser apenas la segunda en 20 confrontaciones, podría tener repercusiones y consecuencias insospechadas, peligrosas, para quienes nos proponemos cambiar al mundo y soñamos un planeta distinto a este, donde la lógica del consumo no sea lo que nos determine, como bien lo diría Pepe Mujica. Lo reconocemos con la ética que nos caracteriza, pero que nadie se llame a engaño: está en peligro el destino de la república.

Me gustaría agregar una máxima de Byung Chul Han, escrito en La Sociedad de la Transparencia, extraordinario texto para estos días fríos de diciembre, de cierto y punzante desasosiego colectivo en el que las hallacas podrían tener un agrietado sabor amargo en una gran porción de venezolanos que decidieron «castigar» al liderazgo del gobierno chavista, pero en algún segmento de ellas cierto gusto dulce, extraño, es verdad, inédito, como una sombra de mujer desnuda (o de hombre) visto por la ranura de una puerta, nos perturbara o nos llamara a un raro entusiasmo: «La política debe tener algo de arcano, un secreto no revelado. La política no puede ser transparente».

No quiero sumarme al análisis desmezurado ni mucho menos ingenuo. Esto que escribo es una reflexión forjada desde la madrugada del 6D y, aunque en mi caso particular pudiera tener un pequeño motivo de alegría por haber obtenido la diputación en el estado Amazonas, debo decir que no, realmente no es así.

No quiero ser uno más de la recua, pero sí exponer algunas ideas que no expresen sentimientos autoflagelantes y contagien a nadie, menos a mis camaradas. Pero la realidad dice que debemos hacer, ejercer la crítica desde un cuarto oscuro, pero que ésta no se labre sino en el sentido de las reflexiones hechas desde las catacumbas para luego, con las linternas prendidas para no cegarnos por la maleza, hacer lo que debemos hacer.

El presidente Chávez nos lo enseñó muy bien en aquella batalla que logramos ganar durante el sabotaje petrolero. En un tiempo de dificultades como este es necesaria la reflexión responsable, crítica.

Cada proceso electoral es una prueba de fuego para la Revolución Bolivariana. Y aunque pueden venir otros escenarios, debemos tomar en cuenta que en lo sucesivo es necesario caminar por la cuerda tensa del circo con los nervios crispados y el público boquiabierto. Porque no puede ser de otro modo: esta revolución nace tras la victoria de Chávez y la convocatoria a una Reforma de la Constitución que involucró a sirios y troyanos. Y mediante ese inédito proceso de democracia participativa nace la V República, victoriosa, contra todo pronóstico.

El mundo está en pleno movimiento, las placas tectónicas de la política mundial se están agitando. Venezuela no es un país aislado o fuera de ese contexto. En Francia, por ejemplo, la ultraderecha acaba de imponerse con amenaza de gobernar el país galo. En Argentina, Mauricio Macri obtuvo una victoria presidencial que prefigura el desmontaje de los mecanismos de protección del pueblo argentino diseñado por los Kirchner. En Brasil está en gestación un golpe parlamentario por los sectores obedientes al empresariado de ese país.

En Venezuela se rompió con esos nexos imperiales desde 1998. Chávez lo hizo a veces bajo la formalidad, otras veces pugnaz y reactivo, como nunca lo había hecho nadie. Es así de sui generis la construcción revolucionaria por la que luchamos en Venezuela. No hay respiro ni descanso, y si lo ha habido es para llenarnos de oxígeno y continuar esta lucha contra la barbarie. El hecho trascendental es que no hemos logrado -a pesar de las 20 elecciones hasta el momento- la asimilación de que estos votos son los «fusiles».

Quizás no hemos sido claros y de allí surgen las distorsiones. Pareciera que cada proceso es un hecho aislado y nos queda esa sensación de que siempre hay que comenzar de cero. Y en esa coyuntura podrían salir a flote las desviaciones propias de una revolución acechada sistemáticamente por el imperio más poderoso del mundo y por una élite criolla que jugó «peón cuatro rey», y nos acobardó a la reina antes de matar al rey.

No hay por qué dudarlo. Hay que decirlo, repetirlo: el presidente Maduro es el capitán del barco y con él vamos a izar de nuevo las banderas del triunfo del pueblo chavista que se abstuvo de votar el domingo pasado afectado por la estrategia enemiga.

El proceso electoral es una especie de trámite meramente circunstancial de relegitimación de lo realizado, sin embargo, algunos lo pervierten al usarlo como un anzuelo para ofrecer y hacer lo que corresponde más bien a la gestión, ligada estrechamente al hecho político-ideológico. Creo, con el respeto que se merecen todos mis compañeros, que hemos hecho de lo electoral una mala copia de las elecciones burguesas que tantos daños hicieron en la Cuarta, y que hoy nos empieza a cobrar por lo insostenible de un proceso donde priva lo individual.

Se desplaza la política revolucionaria por caras, nombres y promesas, que en muchos de los casos, a pesar de ser hecha por individuos, en su posterior incumplimiento pasan la factura a la revolución. Algunos signos de opulencia, demagogia, indiferencia, falacias televisivas, arengas tenues, falta de presencia de los líderes en la vanguardia, corrupción, desconstrucción en vez de construcción con el pueblo. Y así muchos otros errores que podríamos señalar.

El pueblo no los cobró con algo de razón, entre ebrio, esa ebriedad que causa el sin sentido, la pérdida del ser (y con tu perdón, querido Juan Barreto, no citemos a Trotsky ni a Stalin) molesto, necesitado. Eso que llaman la masa crítica habló no asistiendo al acto de votación.

Debemos darle una explicación desde la propia institucionalidad que creamos a partir de la Constituyente. Así que si vamos a llorar no escojamos el monte: no lloremos. Sigamos adelante. Busquemos las fórmulas de volver por entero a las calles que de alguna manera hemos dejado en manos de la jauría cuartarrepublicana. Pero no lloremos, luchemos; pensemos, reflexionemos, mirémonos a los ojos, dejemos que la gente nos vea la retina. Allí debe estar ese arcano.

Hemos recibido de una parte del pueblo que siempre nos ha respaldado un aviso, una alarma, un alerta, para que en conjunto reflexionemos y asumamos, ahora sí, en unidad monolítica Pueblo-Gobierno-Fuerzas Armadas, los difíciles tiempos por venir, donde tendremos a la contrarrevolución envalentonada y dispuesta a acabar con las reivindicaciones que nos dejó Chávez. Por fortuna, y esto no es retórica alguna, el Comandante sigue metido hasta la médula de la mayoría de este pueblo, y debemos ser consecuentes en la búsqueda de objetivos comunes, como nos lo enseñó él al proponernos una nueva forma de ejercer la política, la participativa y protagónica.

Misión Verdad

 

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