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2.Jul.2015 / 01:14 pm / Haga un comentario

El primer grupo que llegó a Miraflores aquel 13 de abril

Demoliendo (otra vez) todo pronóstico, el chavismo habló, y lo hizo desde su lugar de origen: la calle.

No entender que vivimos en un momento de descomposición acelerada de las viejas formas existentes de hacer política nubla, desde todo punto, el tipo de análisis tradicional que se suele hacer de la realidad del país. Disminuir irresponsablemente al país real basado en el entorno individual e inmediato del que «analiza» es un error recurrente. No es posible entender la realidad de Venezuela, de la revolución, desde la comodidad de la burbuja clasemediera. Otros más desorientados argumentan sobre la «desmoralización y despolitizacion» del chavismo original leyendo instrumentos conocidamente engañosos e imprecisos como las encuestas de «profesionales» del análisis, o «pueblólogos» como Schemel o Luis Vicente León.

Probablemente el chavismo constituido en fuerza revolucionaria ha dado más claves de claridad en el ejercicio de la política que ningún otro pueblo en la historia reciente. Dos datos: a finales de 2012, en la primera elección regional en la que Chávez no timoneaba la campaña, el chavismo por sí solo ganó 20 de 23 gobernaciones. También a finales de 2013, luego del doloroso episodio de la partida del Comandante, el chavismo se alzó de nuevo con 240 de las 337 alcaldías. En los dos procesos se evaluaba, en teoría, la gestión local, es decir, la que más problemas tiene y donde se sigue estando en deuda con el pueblo pobre. La respuesta del chavismo fue sostener el país, sin dudas.

Estos pequeños ejemplos estrictamente electorales terminan siendo apenas una anécdota en comparación con todas las demás batallas libradas por la clase en estos 26 años de revolución. Todas se han ganado manteniendo la iniciativa política, la ofensiva, la inventiva, la táctica, la estrategia colectiva y la calle.

La terca confianza

Ha repetido Maduro en infinidad de discursos que «yo les pido que me ayuden a seguir construyendo el barco de la patria, juntos, confío en la sabiduría del pueblo». La terquedad del directorio revolucionario por confiar en el chavismo original y la terquedad del chavismo original por confiar en el directorio es esclarecedora. Siendo así, resulta inevitable la pregunta: ¿dónde está la despolitización de las filas chavistas?

Innumerables claves (la última de ellas este 28 de junio) confirman que no existe tal proceso de despolitización en las profundidades del chavismo original. La duda recurrente de sectores específicos con cierto poder comunicacional contribuyen a una falsa percepción de la realidad, pero ¿cuáles son estos sectores? ¿Cuál son sus entornos sociales? ¿Sobre qué base real construyen sus análisis? ¿Qué intereses los mueven? ¿A quiénes dicen representar? Responder estas preguntas sin pasiones gremiales parece vital para entender dónde se encuentra instalado el desánimo, la desmovilización, la apatía, la amargura contagiosa y la criticología estéril.

Los sectores de la apatía

La despolitización y la desmoralización parece estar instalada en gremios de distintos tipos y con distintos intereses constituidos en células casi reaccionarias que exigen las 24 horas del día reivindicaciones propias de su pequeñísimo, minoritario y poco movilizador entorno. En estos días de asedio brutal de todo tipo, los pedidos casi inquisidores de estos gremios terminan condicionando su participación política con el chavismo a partir de chantajes burdos, malintencionados, irrelevantes para la mayoría real de un país en guerra.

Ejemplos sobran, enumerarlos aquí resultaría innecesario y daría motivo a nuevos llantos y confrontaciones estériles. Pero están a la vista. Ahí está la agobiante desorientación que desde esos mismos sectores trata de endosársele a la clase original, al chavismo de barrio, con tufos fuertes de subestimación y asquito, ignorando olímpicamente que todas las batallas libradas y vencidas son producto del junte colectivo, sólido y sin divisiones de la clase original.

La despolitización y la desmoralización está en la vanguardia de la vieja, viciada y traicionera estructura política, en los secuestradores del descontento, en los divisionistas de siempre, en la izquierda tradicional que exige cuotas de participación sin juntarse de cerca con una mayoría que habla y sostiene esta posibilidad revolucionaria una y otra vez. Acumuladores de poder en estos años, camuflados durante el liderazgo del Comandante y desnudos luego de su muerte, exigen ahora sin pudor un liderazgo que no tienen, que no merecen, que no han trabajado.

A estos sí vale la pena nombrarlos más allá del poquísimo ruido que hacen en el país llano y de verdad: los Tobys, los Nícmer, los Giordanis, los Aporrea, los Marea, la izquierda y sus partidos en su exactitud histórica que aparenta una falsa fuerza y que ha intentado desmovilizar con insistencia a la raíz originaria del chavismo con argumentos bajos, revelando en algunos casos su infinita miseria.

Para muestra, quedó registrado en 2013 probablemente el dato estadístico más aplastante de la historia electoral reciente. Es conocido, público y notorio la cantidad de votos perdidos o sumados a la oposición de la elección presidencial que ganó Chávez a la elección presidencial que ganó Maduro. La pérdida de votos de 2012 a 2013 fue exactamente de 603.553. Al analizar en detalle y buscar en cuál sector están esos votos que «perdimos» o que fueron a parar a la candidatura de Henrique Capriles encontramos esta joya: 514.239 de esas 603.553 personas en 2012 votaron por el PCV, PPT, Redes y MEP y en 2013 dejaron de votar por Maduro o le confiaron su voto a Capriles. El Psuv, partido oficial que en 2012 había obtenido 6.386.699 en 2013 obtuvo 6.193.662, es decir, aproximadamente sólo el 1% de los votos perdidos o captados por el fascismo. Partidos como Tupamaro y UPV, por el contrario, no perdieron sino que sumaron a la candidatura de Nicolás Maduro 77.566 votos. Resulta imprescindible afinar los métodos de análisis para entender la realidad del país desde datos concretos. Cabe una gran pregunta: ¿cuáles sectores sociales, políticos y económicos votan por estos partidos tradicionales?

La despolitización y la desmoralización también está enterita, como vimos, en mucha clase media reaccionaria de aspiraciones infinitas, en su insatisfecha necesidad de vivir como la burguesía, de parecerse a sus dominadores históricos aun cuando tengan el desprecio público de los tipos. El descontento y la queja constante expresados a viva voz luego de haber recibido innumerables beneficios del Estado de todo tipo y en todos los años: casas, carros, ingresos, viajes, dólares, estudios, trabajos, etc. Por citar uno solo de múltiples ejemplos: en todo 2014, solamente en asignación de dólares en cupos electrónicos y cupos a viajeros, el país tuvo una pérdida calculada por encima de los 8 mil millones de dólares. Todos sabemos cuál sector social específico ha viajado todos estos años fuera del país y para qué.

Aun ocupando cargos importantes en el aparato burocrático del Estado, los niveles de descalificación y descrédito contra el directorio revolucionario por estos sectores son permanentes. Promueven conscientemente la cultura institucional adeca, se erigen como pequeños jerarcas de espacios de poder conquistados por el chavismo original. Son responsables de los innumerables casos de ineficiencia tecnocrática a la vista, desarmadores de proyectos genuinos del país profundo.

La despolitización y la desmoralización la promueven también ese sector de «profesionales», grandes y pequeños empresarios y seudoemprendedores. Con su visión tecnificada de la realidad nos proponen un país que no somos, adoradores de lo extranjero y odiadores del adentro. Venden como únicas soluciones mágicas a problemas propios de la herencia saqueadora y capitalista. Predican con mucho entusiasmo la cultura europea, el desarrollo como modelo, el crecimiento económico y la cultura moderna, convirtiéndose después en furibundos críticos cuando la realidad revolucionaria los ubica en su lugar de origen, al lado de la élite.

La despolitización y la desmoralización es alentada también con fuerza por un sector que reúne todas las características de los anteriores. Los intelectuales y su conocido chantaje que legitima un tipo de conocimiento ajeno e inútil para la mayoría. Se amparan en el estudio tradicional de la realidad sin una propuesta clara de sociedad nueva que sustituya la lógica de guerra actual. No hacen un cuestionamiento serio a las bases de la sociedad de consumo capitalista y su modo de producir masivo, desmedido y esclavizante.

El país real versus el país ficción

Lo que toca ahora, luego de esta nueva demostración de fuerza y de las demostraciones que vendrán, es una discusión profunda sobre nosotros, sobre el país, sobre el chavismo. Toca analizar -sin la basura ideológica- nuestra terquedad instintiva por sostenernos en una fuerza que niega al capitalismo como forma única de vida.

Lo preocupante de la realidad inmediata definitivamente no está en las fuerzas internas del chavismo original. Lo realmente peligroso es que el caos toque la puerta, que el Frankenstein capitalista se desplome -como todo indica- y nos sorprenda el desastre civilizatorio sin haber pensado una propuesta para el país, sin haber diseñado un plan que nos enraíce. Lo que hemos hecho hasta ahora es ganarle tiempo a la tragedia, ganar batallas mientras sostenemos una posibilidad. Pero bien podríamos estar siendo parte únicamente de la destrucción de un sistema que boquea por salvarse.

Las preguntas necesarias no son si ganaremos las elecciones o si la derecha se viene con un nuevo plan violento, si hay mucha cola para comprar jabón o si Diosdado habla feo. No. El país está exigiendo un salto, un atrevimiento, un experimento casi sobrehumano por entender la realidad tan cruda como es y adelantarnos a la historia.

Repetirnos una y mil veces que en nosotros está la posibilidad de ser un país distinto, opuesto a la tradicionalidad política de siempre, lo único que se nos está exigiendo es la voluntad para crearlo desde el territorio que una vez estuvo en manos de la élite criolla.

La demostración de claridad y fuerza política del domingo pasado nos lo demuestra, pero la constitución de esa fuerza en conocimiento, en pensamiento, en audacia colectiva para el diseño político que toca, es lo que nos hará dar el salto necesario para la construcción del otro país posible. Lo decimos con El Cayapo: «La comodidad y la costumbre no permiten dar saltos para sumarse al tumulto, a lo que muele y es molido en el devenir revolucionario. Desconocen estas personas que la muerte creativa, hace mucho tiempo, igual les resuella en la nuca. A ellas les decimos: ya estamos muertos, seamos dignos, multipliquémonos en el mundo por crear, no más temor, que el hambre y la ignorancia sean bastimento de lo por fundar y no cadenas que nos aten a lo por morir. En estos tiempos revolucionarios, en donde desarmar la guerra para diluir el odio es el deber ser de todos nosotros los pobres en el planeta».

Para finalizar va una anécdota: hace días recibimos una invitación todo el equipo de Misión Verdad para que diseñáramos un conversatorio en el marco de un encuentro de intelectuales, movimientos y grupos políticos internacionales. Lo hicimos, preparamos un buen temario para la discusión, esperando una buena participación. El encuentro era en el Liceo Fermín Toro, en el pleno centro de Caracas un viernes a las 4 de la tarde. Al llegar a la actividad nos topamos con una realidad aplastante: en los espacios apartados para el foro dentro del liceo no había un alma, nadie, cero asistencia, pero del otro lado de la puerta, en la calle, el hervidero de gente, casi intransitable por las calles de El Silencio. El país real versus el país ficción.

Es necesario mirar la realidad. La discusión está en la calle, no en los salones.

Misión Verdad

 

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