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7.Mar.2020 / 04:12 pm / Haga un comentario

Los genocidas de Washington, conjurados con sus mandaderos internos, no pudieron perturbar la paz con su criminal sabotaje del 7 de marzo del 2019.

Jimmy López Morillo

El ramalazo de las 4:45 de la tarde de ese jueves 7 de marzo, tenía sus aires de venganza; apenas doce días atrás, el 23 de febrero, en la frontera cucuteña, la unión cívico-militar había propinado una contundente derrota al imperialismo y sus mandaderos, al impedir la invasión a nuestros sagrados suelos, camuflada como “ayuda humanitaria”.

La afrenta era inaceptable para los genocidas de Washington y sus gusanos, por lo cual, en el que ha sido el más salvaje atentado de la historia en contra del pueblo venezolano, atacaron directo al corazón de la Central Hidroeléctrica “Simón Bolívar”, dejando sin energía a 18 estados del país, tratando de generar los escenarios sangrientos no conseguidos un par de semanas antes.

El festín de las hienas comenzó casi de inmediato, con pronunciamientos tan festivos como apocalípticos a través de las redes digitales, de la jauría fascista interna y externa, proclamando, ahora sí, el añorado fin del “rrréeegimen”, que llegaría al amparo de las sombras de las cuales son ellos hijos, al desatarse los demonios y el caos en todo nuestro territorio.

El títere imperial, con su proverbial torpeza en las espaldas, no tardó en aflojar delaciones sobre la autoría del acto criminal, anunciando que millones de personas se quedarían sin luz, agua ni gas, hasta que cesara “la usurpación”.
Sin embargo, pese al lógico desconcierto, incrementado al dejar de prestar servicio las operadoras de telefonía móvil por las mismas causas –pretendiendo no solo confinarnos a las sombras, sino también a la incomunicación-, el arribo de la noche no trajo como equipaje macabro el caos esperado por los oficiantes de la oscuridad. Nadie, ni siquiera sus tarifados, salió a saquear, a incendiar, a destruir.
Para decepción de los autores de tal salvajada, amaneció el viernes 8 de marzo con una Venezuela en paz, a pesar de la inédita situación. Abundaban las versiones, las especulaciones. Se hablaba de un ataque cibernético, confirmado por el vicepresidente sectorial de Comunicación, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez, a las 7:30 de la noche.

Respuesta popular

El sábado 9 de marzo, se demostró una vez más la templanza del pueblo venezolano, que pese a todas las dificultades, salió a marchar empuñando su dignidad indoblegable y levantando las banderas del repudio contra los criminales que pretendían convertir en tierra arrasada esta cuna de Bolívar y Chávez.

Ante miles de personas congregadas frente al Palacio de Miraflores, el presidente legítimo y constitucional de la República, Nicolás Maduro Moros, afirmó que se había producido “el ataque eléctrico más grave que haya recibido cualquier país de América Latina en la historia”.

“El jueves en la tarde, fui informado que había un proceso de falla general en el servicio eléctrico.

Inmediatamente me puse al frente, hicimos las maniobras de recuperación que usualmente se hacen (…) Ellos han tomado la guerra eléctrica con asesoría y apoyo del gobierno imperialista de Estados Unidos como una guerra de desgaste a la economía, a la vida del pueblo.

Comenzamos las maniobras y a golpe de 6 de la tarde, ya se encaminaba el proceso normal de recuperación de la reconexión nacional, cuando de pronto recibimos un ciberataque internacional contra el cerebro de nuestra empresa eléctrica, y de manera automática se tumbó todo el proceso de reconexión y se afectó el proceso de transmisión a nivel nacional; 7 de la noche del jueves 7 de marzo, las máquinas, las computadoras, los cerebros (…)”, especificó.

Arma desconocida

Las labores de reconexión se habían iniciado en el oriente del país, avanzando por Miranda y Caracas, cuando en horas del mediodía de ese sábado 9 se produjo otro ataque, derrumbando todo lo conseguido hasta ese momento. La saña conspirativa seguía clavando sus garras, el zarpazo lo daban con un arma desconocida para nosotros hasta entonces, pulsos electromagnéticos.

«Los sistemas de generación y líneas de transmisión más importantes para el país están digitalizadas y las operaciones se registran de manera automatizada; en este caso, la derecha terrorista aplicó nuevas formas de sabotaje dentro de la guerra eléctrica, con el fin de afectar todos los servicios públicos, quebrantar la moral del pueblo para provocar una conmoción social. Esta vez se intervino el cerebro del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), para impedir que los Centros de Despachos realizaran las operaciones vía remota. Esto no fue un simple apagón, Venezuela se ha convertido para el Imperio en un laboratorio, aplicando armas de guerra no convencionales, como generar ondas electromagnéticas para alterar la frecuencia en el SEN”, nos explicó un funcionario de la industria, que cumplió importantes roles en aquel momento.

“Las acciones inmediatas estaban dirigidas a realizar las operaciones de manera mecánica en las subestaciones, en el Guri, en Caruachi, en Macagua; de la misma manera la FANB inició las operaciones de traslado de personal y poner a disposición los radios en los Centros de Despacho”, precisó.

Mientras el pueblo, consciente de las intenciones imperiales y su gusanera interna y externa, resistía sin vacilaciones, en paz, los trabajadores de la industria eléctrica desarrollaban una titánica, heroica labor para restablecer el servicio y devolver la tranquilidad a nuestra población:

«En algunos estados donde tenemos plantas de generación, los trabajadores tomaron la iniciativa de trabajar en isla, ya que el sistema interconectado estaba fuera, entre ellas Termobarrancas, en Barinas; Don Luis Zambrano, en el Vigía; Josefa Camejo, en Falcón; Rafael Urdaneta, en Zulia y al ponerlas en servicio comunicaban por radio a los Despachos. En la medida que fuimos recuperando el servicio, se establecieron algunas prioridades, como recuperar otros servicios básicos como el agua, Metro de Caracas, la red hospitalaria, entre otros”, detalló el funcionario consultado.

Poco a poco, incluso a pesar de que los ataques se mantenían con diversos grados de intensidad –de hecho, todavía continúan-, se fue recuperando el Sistema Eléctrico Nacional. Se consolidaba una nueva victoria popular. El festín de las hienas debió ser cancelado nuevamente. La sangre de miles de inocentes no se había regado por los caminos de la Patria.

 

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