Opinión / Fernando Buen Abad

17.Mar.2018 / 11:06 am / Haga un comentario

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Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Que todos seamos Venezuela no es una «coincidencia» ni es un desplante de voluntarismo coyuntural. Es nada menos que la consecuencia lógica de entender el tamaño de los adeudos que, de manera desigual y combinada, todos tenemos con la patria de Bolívar y de Hugo Chávez.

Por sí mima, la solidaridad con el pueblo revolucionario de Venezuela es un recuento histórico que compendia no solo las herencias del Libertador y no solo la lucha digna del pueblo en el «Caracazo», sino el salto de calidad en soberanía e independencia que convirtió a Venezuela -junto con Cuba- en baluarte socialista de la América Latina y el Caribe.

Todos somos Venezuela porque es una decisión, individual y colectiva, de unidad histórica anti-imperialista y anti-capitalista, con un pueblo generoso que, en pie de lucha, no deja de ser moral y luces. Todos somos Venezuela porque es una responsabilidad ética y política en un tiempo que, en su fase imperial, las perversiones hegemónicas burguesas decidieron dar un zarpazo sobre los recursos naturales y borrar de la faz de la tierra todo ejemplo de dignidad y de justicia social, parido por los pueblos en lucha.

Pero todos somos Venezuela principalmente porque queremos y debemos construir, hombro con hombro, una sociedad sin fronteras… una «patria de la humanidad» sin amos, sin clases y sin humillaciones. Queremos y debemos completar las tareas revolucionarias de los pueblos con métodos sensatos y científicos capaces de no detenerse y de mantener dinámicas todas las habilidades críticas y autocríticas. Todos somos Venezuela no solo para resistir los embates del imperio y lamernos las heridas… Todos somos Venezuela para contribuir a la finalización definitiva del capitalismo y el advenimiento de una sociedad nueva con seres humanos plenos, dueños soberanos de su desarrollo y su felicidad. Vida buena.

Venezuela es vanguardia en esas tareas, y por eso es blanco de todos los ataques imaginados e inimaginables. Han sido años de ofensivas golpistas infestadas con calumnias mediáticas, con infiltraciones paramilitares… con episodios terroristas para desestabilizar y derrocar al gobierno revolucionario democráticamente elegido por su pueblo. Han sido años y más años de maltratos, insultos, engaños y ninguneos contra el gobierno revolucionario que, entre miles de victorias, recuperó el petróleo para su pueblo y, con ello, recuperó la dignidad para su historia. Venezuela ha sido blanco de todos los asedios más irracionales e injustos; todas las canalladas más alevosas y obscenas; todas las injusticias más groseras y más inaceptables. Hoy todos somos Venezuela para defenderla y para construir con ella otro presente y otro futuro.

No se trata de fabricar consignas de barricada ni se trata de un torneo de propaganda a ver quién es más ingenioso. El pueblo de Venezuela, con el liderazgo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, decidió responder a todas las agresiones con todas las fuerzas del Poder Originario. Venezuela tomó el camino del consenso y de la democracia participativa para enfrentar las maledicencias imperiales y las falacias burguesas. Venezuela optó por la paz y por la democracia para mostrarnos a todos que otro mundo es posible, si se lo sustenta desde las bases. Venezuela no es un país perfecto ni un «cuento de hadas». Todos los problemas del capitalismo recalan en su seno sin piedad y sin reposo. La gran diferencia radica en su voluntad de no ocultarlos y de combatirlos desde sus entrañas. Por eso, también, todos somos Venezuela.

Viene una jornada electoral majestuosa y magistral que completa el instrumental político necesario para un salto político de nuevo orden. Viene una experiencia de voluntad política popular que será escuela y fuente nutricia para Venezuela y para la patria grande. Viene una jornada histórica nueva para afianzar programas y acciones, en lo objetivo y en lo subjetivo, episodio parido por la lucha desde abajo que asaltará los cielos e impulsará tareas nuevas al lado de las tareas históricas.

No hay lugar para demoras ni para dudas. Hay que arreciar la crítica y la autocrítica con lealtad y con compromiso sin regateos. Es necesario que Venezuela sepa que cuenta con nosotros. Es urgente que estemos a la altura del pueblo revolucionario. Nos va la vida. Lo que pasé ahí repercutirá en la región, sin atenuantes… por eso, también, todos somos Venezuela.

 

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