Opinión / Richard Canan

17.Jul.2019 / 11:00 am / Haga un comentario

Por: Richard Canan 

Desde el 2 de septiembre del año 1990 está en vigencia la extraordinaria y avanzada Convención sobre los Derechos del Niño, donde los Estados miembros de la Organización de Naciones Unidas se comprometen a velar cabalmente por el fiel cumplimiento de su articulado, brindado así garantías para la adecuada protección integral de los niños en todo el planeta.

Entre los artículos de la Convención, destaca el número 37, el cual señala expresamente que los Estados velarán para que: “a) Ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”; “b) Ningún niño sea privado de su libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda”; “c) Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad”; y “d) Todo niño privado de su libertad tendrá derecho a un pronto acceso a la asistencia jurídica y otra asistencia adecuada, así como derecho a impugnar la legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u otra autoridad competente, independiente e imparcial y a una pronta decisión sobre dicha acción”.

Son 196 los países reconocidos por la ONU que han ratificado la Convención. A excepción de uno solo, el país más farsante e hipócrita de toda la historia de la humanidad. Sí, nos referimos a Estados Unidos, el supuesto paladín de la libertad, la justicia y los derechos civiles.

No hay moral. Por eso entendemos la facilidad de encontrar a miles de niños, separados forzosamente de sus padres y retenidos por meses y años en docenas de centros de retención para inmigrantes, en cuyas condiciones deplorables de confinamiento se violan los más elementales derechos humanos. Han empezado a denominar a estos centros como “Campos de Concentración”. Una nefasta y triste comparación.

Estos “Campos de Concentración” tienen un solo patrocinador y responsable, con nombre, apellido y rostro de la vergüenza, se llama Donald Trump y su agresiva política antiinmigración: “Tolerancia cero”.

Trump, nadando tozudamente a contra corriente, pretende desconocer la tradición histórica norteamericana de ser un país receptor de migrantes. Estados Unidos cuenta con más de “44,4 millones de personas nacidas en el exterior; cuenta con extranjeros de casi todas las nacionalidades”. Representando apenas “el 13,6% de la población estadounidense”. Una inmigración mayoritariamente trabajadora que se ha integrado y establecido en esa nación. En el caso de los “inmigrantes indocumentados”, una pequeña minoría, cuyas cifras se calculan en alrededor de 1.700.000 personas para el año 2017.

Pero el “defensor de las libertades” (con muchas comillas), Donald Trump, ha usado el tema de la migración como un lema de campaña electoral, como una cruzada de exterminio para cazar a los inmigrantes. Cuenta con el único y vergonzoso apoyo de las retorcidas logias ultraconservadoras y reaccionarias de ese país. La Supremacía Blanca americana que nuevamente se muestra sin sus blancas capuchas (al estilo del Ku Klux Klan). Han resurgido de entre las tinieblas de la mano del diabólico Trump. Racistas todos hasta la médula.

Para ejecutar su plan de “tolerancia cero”, Trump ha dado rienda suelta al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés), para que concentren todas sus fuerzas en la persecución, detención y deportación de los inmigrantes indocumentados capturados a lo largo de la frontera y de todo el país. Pero la cruzada, al estilo de las hogueras de la Santa Inquisición se les ha ido de las manos. Solo en la frontera con México detuvieron a “144,000 personas en mayo”. Ahora el ICE tiene que lidiar con más de 200 instalaciones, donde están detenidas permanentemente, en condiciones deplorables, “más de 50.000 personas, en su mayoría inmigrantes sin papeles, refugiados y solicitantes de asilo latinoamericanos”.

Bajo el gobierno del despreciable Trump “han muerto 24 personas bajo custodia de ICE y surgieron reportes que alertan sobre el hacinamiento y la falta de condiciones para albergar a un número récord y creciente de migrantes detenidos, muchos de ellos sin siquiera enfrentar cargos”.

Volviendo a la Convención sobre los Derechos del Niño que Estados Unidos se niega convenientemente a ratificar, las cifras revelan que “más de 2.300 niños fueron separados de sus padres migrantes” y “seis de ellos han muerto bajo custodia federal desde septiembre”. En los centros de detención del ICE, los niños se encuentran detenidos en jaulas, hacinados y en precarias condiciones. Toda una vergüenza que revela la cara más inhumana e insensible del inmoral imperio norteamericano.

La congresista Demócrata Alexandria Ocasio-Cortez ha puesto el dedo en la llaga luego de visitar los centros de detención y recibir infinidad de denuncias de los propios detenidos, principalmente sobre las inadecuadas condiciones sanitarias y de alimentación, así como la indefensión jurídica en que se encuentran. Sin pelos en la lengua declaró que en el supuesto “Hogar de los Libres”, “EE.UU. tiene campos de concentración en funcionamiento en nuestras fronteras sureñas”, absolutamente “todo financiado con dólares estadounidenses”.

Pero nada de esto detiene al inefable Donald Trump, el cual lanzó nuevas amenazas, anunciando que el ICE “empezará un proceso para deportar a millones de inmigrantes que han entrado a Estados Unidos”. Es decir, miles de personas ingresarán en los próximos meses a los “Campos de Concentración” dirigidos por el gobierno de Trump. A este personaje para nada le incomodan las recurrentes violaciones de los derechos humanos. Por el contrario, felicitó efusivamente al ICE: “está haciendo un muy buen trabajo deteniendo a gente”. Impudicia total.

Por cierto, ni Almagro ni Bachelet han abierto la boca para condenar el trato cruel aplicado a estos seres humanos. Deben creer que estos migrantes tienen derechos humanos de segunda categoría. Ellos dos están claros, es inconveniente meterse con el amo. Nada de morder la mano que los alimenta.

 

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