Opinión

16.Sep.2015 / 03:42 pm / Haga un comentario

El gobierno tiene dos oposiciones: una grande, nacional e internacional, que lo ataca desde la derecha; y otra pequeña, que lo golpea desde la izquierda, con la bandera del chavismo en alto. Cuando se presenta un caso como el de los cierres fronterizos, es posible observar cómo ambos sectores utilizan argumentos antagónicos, pero que coinciden en el punto hacia el que disparan.

Las premisas de los diversos especímenes de la derecha local para cuestionar la referida política son perfectamente coherentes con la visión capitalista neoliberal que tienen en las entrañas (aunque algunos intenten disimularlo). Igual que la canciller neogranadina María Ángela Holguín, el antichavismo doméstico piensa que el problema es el empeño del rrrégimen en subsidiar y controlar precios. Si nos dejásemos de esos romanticismos populistas, dicen allá y acá, el contrabando no tendría gracia porque las cosas serían igual de caras en ambos lados de la raya. Claro, ni a Holguín ni a los dirigentes opositores criollos les hacen falta subsidios para llenar sus alacenas y neveras, y es un hecho comprobado que tanto las oligarquías como las clases medias (que pretenden ser oligarquías) creen que el mundo funciona bien si a ellos les va bien.

Pero, dejemos que la gran oposición derechista binacional (con sus tutores imperiales) se cocine en su salsa ideológica, y procedamos a revisar los razonamientos de la pequeña oposición izquierdista. Estos merecen debate, pero al presidente Maduro y a los otros voceros principales del gobierno no les gusta darles cancha. Prefieren, como es lógico, entrarse a trompadas declarativas con la derecha, y suelen descalificar a los críticos radicales endógenos sin mucho más ariete dialéctico que las consabidas acusaciones de traición.

Los del ala izquierda afirman que cerrar la frontera es una medida antibolivariana, proclive al fascismo y que va contra el pueblo pobre colombiano. Y, por supuesto, emplean el argumento de oro: Chávez jamás lo hubiese hecho.

Analicemos sus puntos de vista. Dicen que la medida es antibolivariana, porque el Libertador no quería fronteras entre Nueva Granada y Venezuela. Así llevan la discusión al terreno siempre movedizo del anacronismo histórico… Vamos a ver: ¿si Bolívar viviera hoy, qué carrizo haría con los bachaqueros?

Son discusiones de esas que llaman bizantinas, pues no hay manera de resolver tales enigmas, al menos no sin un médium. Lo que sí se sabe es que en sus últimos años de vida, Bolívar tuvo en contra a buena parte del pueblo llano de la Nueva Granada y de Venezuela, el mismo al que había hecho libre. La acción conjunta de Santander allá y Páez acá conformó lo que hoy en día llamaríamos una matriz de opinión adversa, y eso que entonces todavía no existían CNN en español ni RCN. El propio Libertador, en su Última Proclama, lo dijo con el hermoso estilo que caracterizó a sus escritos: «Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono».

Mi amigo el profesor de Historia afirma que si Bolívar fuese una especie de Matusalén y siguiera aquí con nosotros, a la lozana edad de 232 años, la oligarquía colombiana y la derecha «cosiatera» venezolana seguirían empeñadas en matarlo. Visto así, no es muy seguro que a ese Bolívar de edad bíblica le quedaran aún ganas de reunificar a la Gran Colombia.

Afirman también los marxistas ortodoxos que el problema planteado en la frontera no es entre venezolanos y colombianos, sino entre las clases dominantes y las clases populares, de allá y de acá. Aseveran que se asume una actitud poco revolucionaria al negarles los beneficios a los pobres colombianos pobres. «Ellos parten del fundamento teórico de que esos colombianos pobres tienen conciencia proletaria… Me parece que les hace falta pasarse aunque sea un fin de semana de vacaciones en San Antonio del Táchira o en Maracaibo para que vean la distancia que hay entre sus fabricaciones idealistas y lo que es», opina la politóloga Prodigio Pérez.

A los del ala izquierda chavista no les gusta el despliegue policial-militar que implican los cierres de fronteras. Advierten que es una manera segura de derivar en el fascismo. «¿Qué más quieres que te diga? -vuelve Prodigio-… antes, cuando un individuo carecía de roce con la realidad, le decían que le faltaba burdel… en este caso podríamos decir que a esta gente les falta frontera».

Y así llegamos al argumento de oro, es decir, a lo que hubiese hecho o dejado de hacer el comandante. Los pequeños opositores endógenos emplean el argumento de oro: Chávez no hubiese tomado estas medidas antirrevolucionarias y antibolivarianas.

«¡Qué sé yo de lo que haría Chávez! -comenta Prodigio. Lo que sí sé es que fue él quien nos convenció de que Santos era su nuevo mejor amigo… Eso también es parte de su legado. ¿O no?».

 

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