Opinión

2.Dic.2014 / 04:33 pm / Haga un comentario

Grito llanero

“Al minuto 45+1, y luego que el jugador N° 22 del club de Arica Sr. Emilio Rentería, anotara un gol a favor de su equipo y realizara su celebración en dirección a la banca (que se encontraba bajo la barra rival) fue objeto de insultos, imitaciones de movimientos de simios y sonidos xenófobos por parte de los hinchas rivales. Algunos de los insultos eran: Negro culiao, mono y realizaban sonidos alusivos a estos últimos, lo que provocó que el jugador comenzara a llorar en el campo de juego, siendo contenido por los jugadores de Arica y algunos de sus rivales”, detalló el árbitro chileno Julio Bascuñán en su informe sobre la suspensión del encuentro deportivo.

El llanto viril del futbolista patrio Emilio Rentería no debe, de ninguna manera, ser interpretado como una respuesta emocional ante un agravio cualquiera. Este llanto es la certeza lacerante de encontrarse cara a cara con el odio personificado en una hinchada de fanáticos fascistoides que embrutecidos rinden un feroz ditirambo a la misatropía pinochetista.

Usted puede ser arrechísimo, estimado lector, pero cuando el odio inesperado, terrible e inhumano se ametralla en insultos, a cualquiera se le enfría el guarapo.

Porque para cualquier venezolano, habitante de un país que ha sabido vencer el racismo que pretenden inocularnos las oligarquías sin Patria que nos desprecian, es sencillamente imposible de entender que seamos odiados por nuestro fenotipo y menos por el color de piel. Mal que bien todavía, gracias a nuestros libertadores (Chávez incluido) en nuestro país el sustantivo negro, negra y sus diminutivos negrito, negrita, son mayoritariamente usados para denotar cariño, afecto y amor inclusive.

Ni se hable del prominente y privilegiado físico del futbolista, ni sus destrezas para marcar goles. Aquí y en cualquier parte del mundo, Rentería sería un celebrado deportista, ejemplo de juventudes.

De hecho, muchas y muchos integrantes de la diáspora chilena que bombeó al mundo el sanguinario Pinochet, han sido -y son- felices arrejuntados con personas morenas en esta patria de Bolívar que con amor les abrió sus brazos cuando huían de la muerte. Huelga decir que estos chilenos-venezolanos hoy alzan su avergonzada voz para condenar tan abominable y primitiva discriminación racial.

Algo triste de esta historia es que la afrenta no se genera en Estados Unidos, donde matan gente, discriminan y oprimen a la negritud con siniestro placer. Ni en España, donde somos conocidos por un grupo de bárbaros oligofrénicos como “sudacas”. Sucedió en Chile, país oprimido con una atroz inequidad económica que se manifiesta de mil formas, y fue replicado monstruosamente por Ramón Galleguillos, alcalde de Alto Hospicio, en la provincia chilena de Iquique.

“¡Qué tanto escándalo!, ¿Por qué la barra de Iquique lanzó gritos homofóbicos (sic) en Arica? Aquí son muchos los mojigatos, pacatos e hipócritas”, “basta que un negrito llore y gana”, escribió en Twitter un Galleguillos malvado e ignorante, valga la redundancia.

Porque el quid del asunto que nos debe mover a solidarizarnos con Rentería es que es venezolano. Un gran venezolano que desde su trinchera deportiva fue a hacer el bien al país austral como, en 1829 y salvando las distancias, lo hizo otro eximio hijo de nuestra patria: Andrés Bello.

No nos quedamos cortos al afirmar que el maestro del Libertador es, sin lugar a dudas, uno de los padres de la nacionalidad chilena. Sí, un venezolano, un bolivariano. Andrés Bello se avecindó en Chile y desplegó toda su artillería civilizatoria para elevar las condiciones de vida de ese pueblo quien lo acogió otorgándole su nacionalidad y honrándolo en su panteón de héroes civiles. Bello, muchos lo saben, tuvo una fecunda y tórrida actividad educativa y literaria, fue el rector fundador de la Universidad de Chile y redactor casi exclusivo del Código Civil Chileno, nada más y nada menos.

Por eso a esos chilenos civilizados, hijos de Bello, les pedimos que controlen a esos feos y tenebrosos actores que azuzan el atávico odio racial y reflexionen porqué en una sociedad que se supone adelantada se verifican tan lastimosos actos de lesa humanidad. Que Andrés Bello venza con su luz al fantasma del oprobio racista y no haya lágrimas negras ni blancas que derramar.

Pedro Gerardo Nieves

 

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