Opinión / Earle Herrera

4.Mar.2016 / 06:29 pm / Haga un comentario

Guarimbas

Por: Earle Herrera

En unos por exceso y en otros por defecto. Aunque los bolivarianos denuncian que su letra impondría el reino de la impunidad, son muchos los abogados opositores que consideran que sus clientes quedarían fuera de las gracias anunciadas. Contabilizan por lo menos tres mil delitos excluidos por los redactores del insólito proyecto, para unos estrambótico y, para otros, definitivamente barroco.

“Amnistía” es una bella palabra y, mucho más, lo es “reconciliación”. Pero cuando la primera solo beneficia a una parte -a los presuntos victimarios, no a las víctimas- y la segunda busca una reconciliación que ignora al otro, lo bello se hace injusto y la gracia se vuelve mueca, o algo peor, al crimen se le agrega ensañamiento y humillación. Las víctimas de las guarimbas -nadie quiere pronunciar la palabreja- no aparecen en el proyecto de reconciliación, aunque sobre los suyos haya caído la paz de los sepulcros.

Según un semanario, el Foro Penal cuestiona el proyecto de marras porque “está destinado a hechos concretos y hay una lista de 24 delitos literales y eso es algo que nos preocupa porque en Venezuela las últimas investigaciones dicen que hay más de 3.000 delitos simultáneamente vigentes en todo el país”. Esa ONG quería una norma difusa y no, como acertadamente tituló Últimas Noticias, una “amnistía a la carta”.

Si “a la carta” esa amnistía perdona desde delitos de narcotráfico hasta estafas inmobiliarias, uso de menores para delinquir y financiamiento del terrorismo, de darle a la norma un carácter difuso quedaría sin efecto toda la legislación penal del país. Pero entre abogados te veas, sobre todo si son opositores.

No se trata de un asunto de encuestas. De preguntarse si se está de acuerdo con la amnistía y la reconciliación, todo el mundo le dirá que sí. De especificar los delitos que se busca perdonar y olvidar, la opinión mayoritaria se invertiría en el acto. Después de leído este proyecto, el decreto de Carmona parece haber sido escrito por el propio Cicerón.

 

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