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Juan Manuel Santos recibió la presidencia de Colombia en 2010 con el pesado fardo de su antecesor, Álvaro Uribe Vélez: la ruptura de relaciones con Venezuela, producto de sus infundadas acusaciones contra Caracas por el supuesto apoyo a la guerrilla. Sin embargo, apenas tres días después de su asunción al poder, el mandatario venezolano Hugo Chávez viajó a Santa Marta para restablecer el quebrado nexo con el país vecino.
La mediación entre ambos países fue posible por las gestiones del entonces secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Néstor Kirchner, paso que resultó fundamental para la consolidación del rol de esa instancia política para la resolución de diatribas en la región ante la débil reputación de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Desde entonces, las relaciones entre Miraflores y la Casa de Nariño han estado signadas en el diálogo bilateral «en estricto cumplimiento al derecho internacional y aplicando los principios de no injerencia en los asuntos internos y de respeto a la soberanía e integridad territorial de los Estados», tal como se estableció en aquella Declaratoria de Santa Marta hace cinco años.
Los escollos, que no han faltado entre los dos países vecinos, han sido solventados sobre la base de un diálogo claro y respetuoso, alejada de la criticada «diplomacia de los micrófonos» que se volvió práctica frecuente de Uribe y contribuyó a deteriorar sensiblemente las relaciones.
En 2013, en Caracas hubo un malestar por la reunión entre Santos y el candidato perdedor de las presidenciales, Henrique Capriles Radonski, quien emprendió entonces una campaña para deslegitimar el proceso comicial en Venezuela y desconocer el triunfo del mandatario Nicolás Maduro, con apoyo de Bogotá. La propuesta de Venezuela fue pautar una reunión con Santos en Puerto Ayacucho para resolver el impasse.
En ese entonces, Maduro declaró: «Nosotros iremos con la mejor buena fe, la mejor buena voluntad. Vamos con la voluntad chavista del amor por Colombia». Santos, por su parte, respondió: «estoy seguro de que como con su antecesor (Hugo Chávez) vamos a consolidar una relación respetuosa y fructífera entre nuestros dos países».
El episodio se cerró de manera amistosa e impulsó el relanzamiento de las relaciones con una agenda de temas energéticos, comerciales y de seguridad en la frontera, frente al problema del narcotráfico, contrabando y grupos armados que operan en la zona limítrofe.
En Puerto Ayacucho, Caracas también ratificó su apoyo en el proceso de paz en el país vecino, que lleva más de medio siglo de conflicto armado: «Estamos a sus órdenes para contribuir modestamente y con humildad en todo lo que podamos para que más temprano que tarde Colombia pueda estar en paz», afirmó Maduro.
Sin embargo, a finales de agosto de este año las relaciones sufrieron un nuevo revés.
Una nueva frontera
Tras un ataque del paramilitarismo colombiano en el que resultaron heridos tres efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), Venezuela ordenó el cierre de la frontera en el estado Táchira, medida que posteriormente fue extendida de manera indefinida.
La petición de Caracas fue acordar medidas conjuntas con Bogotá, mediante el diálogo bilateral, en contra del flagelo de la violencia y el contrabando de extracción que afecta a la población en la zona, así como acciones para erradicar el ataque económico que se perpetra contra el bolívar en las casas de cambio que operan en el lado colombiano.
Las cancillerías de ambos países se reunieron la semana después del cierre de la frontera. Pero casi inmediatamente, Bogotá decidió emprender una ofensiva contra Venezuela en la OEA que terminó en derrota: el cónclave reunido en Washington se negó a convocar una cumbre de cancilleres para abordar el tema fronterizo.
Paralelamente, mientras Maduro reiteraba su llamado a sentarse con Santos «cara a cara» para llegar a una solución favorable para ambas partes, el secretario general de la Unasur, Ernesto Samper, intentaba acordar una reunión en el organismo para apoyar la resolución del diferendo. Pero en Bogotá no aceptarían ninguna de las dos propuestas.
La canciller María Ángela Holguín, quien en principio había propuesto una reunión con Caracas el 14 de septiembre, declaró que su gobierno se negaría a sentarse en Unasur si la cita no se realizaba la primera semana de este mes.
El condicionamiento de la fecha de la reunión por parte de Colombia se produjo justo cuando el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se encontraba en visita oficial a la República Popular China, junto a su ministra de Relaciones Exteriores, Delcy Rodríguez.
Ante esa postura, Samper secundó la propuesta de Maduro y llamó a resolver el conflicto mediante el diálogo directo. Días después, los cancilleres de Brasil, Mauro Vieira, y de Argentina, Héctor Timerman, se encontraron con Santos y sugirieron la misma salida.
Ayer en la tarde, desde Jamaica, Maduro informó que había recibido en Montego Bay a Vieira y Timmerman. «Ellos me trajeron una propuesta. Nos dijeron que habían hablado con el gobierno colombiano. El Presidente Santos estaba dispuesto a aceptar mi propuesta de una reunión cara a cara. Estoy esperando las consultas que se están haciendo».
«Al presidente Santos nuevamente le hago un llamado. No tenga miedo al diálogo Presidente (Santos). Solo a través del diálogo, usted y yo podemos canalizar la solución. Yo estoy dispuesto a sentarme a hablar con usted dónde usted diga, cuándo usted diga y cómo usted diga», agregó Maduro.
El único ganador debe ser la amistad
La voluntad de diálogo del Gobierno nacional ha venido resistiendo la campaña sistemática que emprenden medios colombianos contra Venezuela que incluye llamados al asesinato del Jefe de Estado, Nicolás Maduro. Por su parte, Caracas ha advertido que el trasfondo del conflicto es propiciar el debilitamiento de la Unasur como instancia regional y torpedear la unidad de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Pese a esto, el presidente Maduro ha reivindicado una vez más la voluntad de diálogo que ha caracterizado a Venezuela en las relaciones con la nación neogranadina. Incluso, el Presidente venezolano ha dicho que con la situación en la frontera sólo hay un ganador posible: la amistad histórica entre los pueblos de Colombia y Venezuela.
El domingo, el mandatario venezolano declaró: «¿Quién va a ganar? Yo creo que el único que tiene que ganar es el pueblo venezolano de la frontera, es el pueblo colombiano de la frontera. Es la amistad, la unión de los pueblos en Bolívar».
Maduro ratificó que debe construirse una nueva frontera, libre del flagelo de la violencia y el sabotaje económico: «Aspiro que Colombia también dé un paso al frente para recuperar su frontera que le está haciendo daño a todo el pueblo de Venezuela y a todo el pueblo de Colombia».
AVN