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2.Nov.2015 / 09:34 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Es público y notorio, como diría un abogado, que la potencia que lideraba el sistema después de la primera y segunda guerras europeas llamadas eufemísticamente «guerras mundiales» ha comenzado a perder su hegemonía.

Los Estados Unidos de Norteamérica, quien intentó excluir a China de una gran alianza de los países asiáticos del Pacífico, tuvo que conformarse más bien con ser incluido en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) donde China logró sus objetivos y se dio el lujo de presentar a Obama vestidito con ropa china.

En la Administración W. Bush se intentó imponer el ALCA a los países del continente americano, pero salió derrotado en Mar del Plata, donde la llave Chávez-Kirchner jugó un papel estelar. Pues bien, China impuso un tratado de libre comercio a medio mundo en sólo dos días en la reciente reunión de la APEC.

La incapacidad de derrotar hasta ahora a Bashar al-Asad en Siria y el empantanamiento de su política en el Medio Oriente, su fracaso en Irak y en Afganistán, la consolidación de la República Islámica de Irán como una potencia mediana, la política fracasada en Ucrania cuyo saldo hasta ahora ha sido la recuperación de la península de Crimea por la Federación Rusa y la rebeldía de las provincias de la rica región del Donbass que luchan por su independencia. El fracaso de su política económica doméstica, su enorme déficit fiscal, la pérdida de influencia del dólar en importantes transacciones internacionales, además de la pérdida de los derechos civiles y políticos del pueblo estadounidense después de que el Congreso aprobara la Patriot Act; lo que otrora fue una musculosa democracia burguesa, representativa y liberal devino en una dictadura encubierta.

Con esta somera descripción sólo queremos ubicarnos en el tiempo histórico que nos ha tocado vivir. Sin duda asistimos a un «cambio de época», como lo dijo el presidente Rafael Correa.

Ahora bien, los océanos están constituidos por mares que presentan características particulares, algunos tranquilos, otros picados, muchos atravesados por corrientes submarinas, unos cálidos y otros fríos.

Continuando con la comparación de estos mares y el tiempo político donde ocurren fenómenos diferenciados, pero que se corresponden con el tiempo histórico, nuestro país, la República Bolivariana de Venezuela, vive un tiempo político signado por una intensa y constante guerra económica que utiliza todo tipo armas aprovechándose de la falta de algunos «resortes morales» en los diferentes estamentos del Estado: contrabando interno, de extracción, escasez de productos básicos, inflación ordinaria, inflación inducida, ineficiencia provocada a propósito e ineficiencia casi secular, suministro ilegal de combustibles en magnitudes asombrosas a nuestra hermana República de Colombia…

Después de la pérdida de nuestro líder invicto asesinado, le tocó a Nicolás Maduro, por petición del mismo Chávez, seguir la conducción en colectivo y obedeciendo al pueblo de este proceso revolucionario, enmarcado dentro del tiempo histórico (océano) que vivimos.

Maduro no ha tenido descanso desde la muerte del Comandante asesinado, ha tenido que soportar la más fiera y desleal oposición, quizás ni Chávez tuvo que soportar tanta inquina.

Ha habido errores, por supuesto, pero los aciertos han sido notables y ahora se suma la baja de los precios del petróleo que no obedece a razones de «mercado» o a la producción de hidrocarburos de esquistos en los Estados Unidos de Norteamérica.

El petróleo no es una mercancía cualquiera, su precio obedece a razones políticas, como nos lo dijeron el doctor Pedro Pablo Pérez Alfonso y Alfredo Maneiro hace más de tres décadas. La baja de los precios del petróleo se enmarca en la política de afectar los ingresos a la Federación Rusa, que junto a las sanciones económicas conforman una política agresiva a una potencia emergente, y que por supuesto también nos afecta a nosotros y a otros países independientes productores.

La oposición venezolana, a pesar de sus fisuras e incapacidad, juega en dos frentes: el conspirador, terrorista y fascista que pretende «derrocar» a Maduro si les llegara la oportunidad y pudieran dar el zarpazo, y que sin embargo es funcional al segundo frente en la medida en que crean malestar en la población y distraen al Gobierno atendiendo sus tropelías.

El otro frente lo llamaremos «constitucional». Apuestan a «derrotar» al chavismo desgastando al Gobierno a través de la guerra económica y debilitándolo en la opinión pública, como en efecto está ocurriendo si observamos las últimas encuestas realizadas por encuestadoras más o menos serias.

Este frente apuesta al referendo revocatorio cuando llegue el momento legal para iniciar el proceso y convocarlo con la esperanza de ganarlo y participar luego en las elecciones que se convocarían con su candidato Lorenzo Mendoza, a quien tienen preservado sin «embarrarlo» con la política diaria, para sacarlo en el momento adecuado como un líder prístino y limpio, quien en verdad es un burgués que heredó un emporio construido con la venta masiva e ilegal de cerveza en los barrios populares, donde casas y/o ranchos se convirtieron en bares, minando la salud física y moral de nuestro pueblo humilde.

Ambos frentes hablan de un «gobierno de transición», en eso tienen razón. De llegar por cualquiera de las vías sería un gobierno de transición, lo que ignoran es que esa transición no será para regresar al pasado, al neoliberalismo, porque ya les pasó su tiempo histórico y sería un gobierno anacrónico de corta duración.

¿Corremos el peligro de ser desalojados del gobierno? Sí, todo depende de la calidad de las políticas que desarrolle la Revolución en los próximos meses, aunque tenemos unas ventajas: un partido, el PSUV y el Polo Patriótico, pero sobre todo la capacidad que tenga el movimiento popular de convertirse en Poder Popular.

En relación al PSUV hay que cuidarse de que crezca, no de que engorde, bajarle dos al sectarismo, como es la moda decir ahora. No puede ser que cualquiera pueda ser miembro del partido, allí existe la más amplia flexibilidad pero en la relación con las organizaciones aliadas, el partido se muestra más estrecho.

El partido puede estar muy bien organizado pero si carece de una política de calidad no podrá ser eficiente en sus objetivos, sobran los ejemplos de organizaciones bien estructuradas pero con una política de baja calidad que terminaron fracasando.

En este tiempo electoral en el que estamos entrando tenemos que derrotar a la oposición en los dos frentes, no olvidarnos del frente que hemos llamado «constitucional», no podemos esperar que se presenten en batalla, hay que buscarlos y engancharlos a la batalla desde ahora. El tiempo apremia.

Elegimos un camino determinado por la Constitución Nacional aprobada mayoritariamente por el pueblo donde las consultas electorales determinan el ritmo político, además del derecho a convocar referendos revocatorios en todos los estamentos de origen electivo, también referendos consultivos y abrogatorios y con una sola excepción nos hemos jugado a Rosalinda: me refiero al referendo para la reforma de la Constitución que perdimos por una pírrica ventaja de la oposición.

El camino es duro, difícil, pero es el camino, parafraseando al Comandante Carache.

Mientras las fuerzas electorales se muevan entre el 55% y el 60% en el campo revolucionario y el 40% y el 45% en la oposición, siempre nos estaremos jugando a Rosalinda. Otra cosa sería 80% y 20%, respectivamente.

UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD

@manoalza

Misión Verdad

 

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