Opinión / Noticias / José Vicente Rangel

23.Ene.2017 / 09:35 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

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1 No pretendo hacer una especie de reparto en cuanto a responsabilidades se refiere, respecto a la actual situación. Ésta es bastante compleja como para que cada quien esté consciente y acepte la cuota que le corresponde. Pero como mi deber es opinar no hago concesiones en la materia. Puedo equivocarme en lo que diga o escriba, pero lo hago de manera transparente. Es más: me parece que vivimos el tiempo en que no hay que callar. Guardarse lo que uno piensa en el clima que existe, constituye un acto de cobardía.

2 ¿Por qué escribo lo anterior? Por la sencilla razón de que sin renunciar a posiciones políticas e ideológicas, a la pertenencia o no a partidos y organizaciones sociales, hay que expresar lo que uno siente. No es el momento para huir de la palabra y cubrir con el silencio los criterios que se tienen sobre la situación. Hay una responsabilidad evidente en la crisis de parte de la oposición. Ésta no ha cumplido con su función específica de control, de la denuncia institucional, de crear condiciones para competir en el terreno electoral. La venezolana es una oposición que se organizó -a partir de la derrota que le infligió Hugo Chávez en 1998- en torno a la revancha, al odio, al rechazo a ultranza del proyecto que logró amplio apoyo popular en comicios que se efectuaron con las reglas del puntofijismo. Durante 18 años su mensaje persiste en exaltar, no los valores de la lucha cívica y democrática, sino los antivalores del golpismo, de la asonada en connivencia con factores internacionales. En concreto: Venezuela no cuenta con una verdadera oposición. La que abre caminos y se ofrece como alternativa confiable. Todo lo contrario, lo que hay es una estructura congelada en el pasado, revanchista e inescrupulosa a la hora de actuar.

3 A su vez, el chavismo arrastra una falla casi de carácter genético: competir homologando irracionales conductas de la oposición: sectarismo, desviaciones ultristas, e, incluso, perversas prácticas corruptas. En el chavismo siempre se debatieron tendencias de la apertura y las que se oponen. Los militantes que consideran que la existencia de la oposición es un riesgo, y los que la confrontan con el planteamiento de que es urgente para el proyecto una oposición colocada a derecho, crítica, pero respetuosa de la institucionalidad democrática.

4 ¿Acaso no constituye una falla que un tema de tanta importancia no se dirima con seriedad, sin prejuicios, sin apelar a descalificaciones? Me cuento entre los que siempre han defendido que en el proceso bolivariano, inscrito en el proyecto que se define como socialista, el dato oposición debe cumplir papel esencial. Es más, si la oposición ha demostrado absoluta incapacidad para serlo, hay que buscar la forma de garantizarle espacios y coadyuvar a su existencia. ¿Crear una oposición desde el Gobierno? ¡Jamás! Porque sería una insensatez, pero sí estimular a los factores democráticos a organizarse y a actuar, lo que equivale a generar estabilidad, a garantizar que la gestión de gobierno cuente con celosos observadores, con críticos que impidan funestas desviaciones.

5 Hay otros dos factores que no cumplen con la responsabilidad que emana de la Constitución del 99 y que afectan el funcionamiento de las instituciones, a los que menciono rápidamente: Uno es la Iglesia Católica, que se conduce en forma sesgada, funcionando como partido político, estimulando tensiones en el seno de una sociedad plural, multirreligiosa, como la venezolana, con lo cual crea confusión y extrema disensos; otro, es el medio de comunicación, con alineaciones que desorientan a la opinión pública y convierten la verdad en basura. Medios que también operan como partidos políticos, con la ventaja de que pueden enmascarar sus posiciones reales. Sobre la actitud de estos dos factores volveré en otra oportunidad.

LABERINTO

El mensaje de Nicolás Maduro a la nación desde el Tribunal Supremo de Justicia ha sido el más emblemático de los últimos tiempos: coherente, con respuestas claras a los problemas del país, orientador de la colectividad e inequívoco en cuanto a su voluntad de diálogo, del Gobierno y del chavismo. La crítica de la oposición es, como siempre, banal y reconcomiada…
Uno de los errores más graves que puede cometer un dirigente político consiste en pretender impulsar opciones sin sustento. Sin viabilidad. Los líderes de la oposición suelen incurrir, reiteradamente, en esta equívoca actitud. Se dejan llevar por el voluntarismo y caen en la tentación de despreciar al adversario. De subestimarlo…
Detrás de cada una de las derrotas de la oposición en 18 años está esa desviación. No vale la pena mencionar hechos del pasado que conoce suficientemente el país. En esta oportunidad me referiré solo a dos de los más recientes…
Uno es el anuncio del ex presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup -6 de enero de 2016-, al asumir el cargo, que en seis meses Maduro sería desalojado de la presidencia. ¿Qué sustento tenía tal predicción? Ninguno. Únicamente el deseo personalista de impactar a la opinión pública…
Otro más reciente: el planteamiento del nuevo presidente, Julio Borges, que en su discurso acogió la decisión de los integrantes del órgano legislativo aprobando la declaratoria de abandono del cargo del presidente Maduro. ¿Cómo darle factibilidad a semejante anuncio? Porque a la evidente falta de basamento constitucional de la iniciativa, se agrega la imposibilidad de ejecutar tal decisión. Lo dijo, por ejemplo, alguien muy distante del chavismo, Luis Vicente León: “La Asamblea Nacional no está en capacidad de ejecutar sus acciones. Se equivocan quienes creen que el presidente Maduro no gobierna”…
En efecto, la obstinada pretensión de sacar a Maduro de Miraflores se inscribe en lo que el poeta llamó “vapores de la fantasía”. Un verdadero salto al vacío. Porque hoy la oposición carece de capacidad para convocar el pueblo a la calle, y porque no cuenta con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para aventuras…
A propósito de la Fanb, de las expectativas que algunos sectores se forjan sobre la posibilidad de contar con su apoyo para una ruptura del hilo constitucional, mi recomendación es que tomen distancia de esa tentación. En la institución militar no existe esa probabilidad. Al contrario, cada día se afirma más en su seno la decisión de cumplir con lo que establece el texto constitucional y de rechazar los llamados a la insubordinación…
Dos elementos apuntalan tal determinación: uno, la funesta experiencia del 11-A. La manera como fueron embarcados algunos oficiales -profesionalmente capaces-, por civiles golpistas, que hizo que perdieron sus carreras y se frustraran por el abandono del cual fueron objeto luego. Otro, la nueva conciencia que con posterioridad a tan deplorable episodio se creó en la oficialidad. No solo por la defensa del orden constitucional, sino por los valores patrios que Chávez sembró en la institución…
La mejor demostración de lo que afirmo, es que los pocos efectivos que hoy se identifican con la prédica golpista divulgada por voceros opositores, reconocen -en los interrogatorios con motivo de su detención- el error, y alertan a sus compañeros para que no caigan en provocaciones que solo conducen a deplorables experiencias personales…
Hoy ingresa al Panteón Nacional el periodismo digno con Fabricio Ojeda. En la historia los reconocimientos tardan, pero llegan. El asesinato de Fabricio, como el de Lovera, Jorge Rodríguez y muchos otros, es la infamia de la IV República.

 

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