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18.Ene.2016 / 09:02 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

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La recuperación de nuestro signo monetario debe ser una de las premisas fundamentales para la defensa de la soberanía nacional. Para ello es necesario acabar con los esquemas y paradigmas mentales que nos han llevado hasta la situación actual. La revolución ha abandonado esa «zona de confort» que nos mantenía aletargados y hoy no hay otro camino que profundizarla, erradicando los principales males que aquejan al venezolano. De nada valen quejas, lamentaciones y otras distracciones si no empezamos a generar cambios profundos que hagan recuperar el sentido de pertenencia que permitió la épica jornada del 13 de abril de 2012.

Una de las primeras acciones de la derecha ahora bajo control de la Asamblea fue la eliminación de las imágenes de Chávez del Palacio Federal Legislativo, así como la de la reconstrucción científica de la imagen del Libertador por relacionarla con Chávez. El golpe fue un claro ataque a los elementos simbólicos que unen al chavismo, pues conocen la importancia de estos para el ejercicio del poder. Su llegada al poder es la consecuencia de varios años de ataque a otro símbolo que conecta y entrelaza a todos los habitantes de Venezuela, nuestra moneda nacional.

El nuevo ministro del Poder Popular para la Economía Productiva, Luis Salas, en su primer artículo de 2016 presenta varias propuestas, dos de las cuales consideramos fundamentales para el reimpulso de nuestra economía: «El rescate del bolívar como premisa y signo de soberanía: las condiciones actuales exigen gobernar con mayor eficacia sobre la banca sin su nacionalización absoluta, usando el poder del Ejecutivo para decretar incentivos claros para el ahorro en bolívares de la clase media y popular»; y «Re-unificar el sistema económico y colocarlo bajo una sola estructura de mando: economía, hacienda, producción (industrial y comunal) y comercio».

Es el primer punto el que resulta fundamental: toda política económica, productiva, financiera, fiscal, laboral, social o monetaria requiere recuperar la capacidad del bolívar como un medio de pago de aceptación universal, una reserva de valor y una unidad de cuenta fidedigna.

Una yuxtaposición de políticas improvisadas como respuesta a una guerra económica sin cuartel, que utiliza como arma preferida la especulación financiera impulsada por los grandes capitales nacionales e internacionales, atentan diariamente contra el bolívar. El funcionamiento de un mercado negro que publica indicadores arbitrarios ha logrado golpear fuertemente la capacidad de nuestra moneda como reserva de valor, rebajando la capacidad de compra de la población y convirtiendo entonces cualquier cosa en un medio de ahorro, situación que incentiva la participación de la población en el ciclo de acaparamiento y especulación y envuelve a la clase trabajadora en una espiral de desesperación y en una lógica del «sálvese quien pueda», que supera las capacidades físicas del Estado para castigar punitivamente los comportamientos nocivos, permitiendo la multiplicación de fenómenos como el acaparamiento, el contrabando, el remarcaje de precios, la corrupción y la fuga de divisas mediante mecanismos fraudulentos.

Los grandes medios financieros alertan sobre la «confianza inversionista» causando tres efectos: el aumento del costo de endeudarse para Venezuela y, por lo tanto, la debilidad del Gobierno para tomar decisiones independientes y hacerlo más vulnerable a la presión externa, el aumento de la rentabilidad de los bonos venezolanos para los inversionistas internacionales y una devaluación del bolívar por la vía de los hechos lo cual abarata todos los activos localizados en Venezuela a los ojos de los inversionistas extranjeros. Lo único que les falta en esta ecuación es la instalación de un gobierno que comparta la religión del «libre mercado» para apropiarse de los medios de producción existentes y por existir.

Se hace urgente entonces la recuperación de la posición del bolívar como divisa, que sirva como elemento de ahorro y que sirva como un medio de pago confiable no solamente dentro de nuestras fronteras sino también en nuestro ámbito regional.

El manejo y defensa de una moneda no es una tarea fácil y resulta imposible abordarla únicamente desde el punto de vista punitivo, debe realizarse un conjunto de políticas coherentes, articuladas y planificadas. El desarrollo de una infraestructura financiera nacional conectada con el mundo que supere los retos que se presentan tiene ante sí un largo camino.

Al ser la moneda nacional la remuneración del trabajador,el principal interés de un gobierno socialista es permitir que este sea el medio que permita que el trabajo se convierta en la herramienta del trabajador para satisfacer las necesidades de su familia, logrando una mejora progresiva de la calidad de vida y que el trabajo actual permita generar mejores condiciones para las siguientes generaciones.

A nivel social es necesario que el ahorro pueda mantener su valor en el tiempo tanto para poder planificar el gasto público como para diseñar un sistema de pensiones que garantice un nivel de vida decente para los trabajadores una vez superen la edad en la que pueden vender su fuerza de trabajo.

Para el logro de estos objetivos es necesario garantizar una independencia del dólar y sçolo puede ser abordada abandonando el paradigma «dolarcéntrico» que ha regido nuestra política monetaria en los últimos años.

Hablo de un sistema «dolarcéntrico» puesto que parece haber un consenso dentro de los analistas de todas las tendencias de que «política monetaria», «inflación», «desabastecimiento» y cualquier otra cosa en la vida se reducen a resolver cuál es el «tipo de cambio de equilibrio» o «tipo de cambio único» como buscando un número mágico asumiendo una actitud más supersticiosa que económica.

Se ha alegado, a pesar de que los hechos han demostrado lo contrario, que una tasa de cambio «X» beneficiará al pueblo a mantener el acceso a los productos básicos, mientras que una tasa «Y» permitirá satisfacer las demás necesidades de la economía y la «Z» para atraer inversiones, pero luego aparece una cuarta, manejada desde la oscuridad, que para ser combatida solamente se ha planteado hasta ahora una respuesta coercitiva, mientras que quienes se oponen a una participación activa del Estado en la economía presentan como única alternativa entregarse al coliseo global que ellos llaman «libre mercado» para que las grandes familias del mundo se entretengan mientras somos destrozados por leones.

Además de las medidas punitivas necesarias para desestimular los comportamientos que resulten perjudiciales para el conjunto de la sociedad, debemos desarrollar un único «mercado gobernado» para nuestra moneda en que las necesidades de los diferentes actores de la economía intercambien de manera segura y transparente, y en la que sea posible la acción del Estado en la estabilización de los precios de los diferentes activos que se intercambiarán.

Ademas de los dólares de Estados Unidos, se pueden establecer intercambios con otras monedas como el peso colombiano, el real brasilero, el yuan chino, el euro o los rublos rusos, todas ellas monedas pertenecientes a economías con las que Venezuela mantiene importantes relaciones comerciales y con las que existen operaciones de crédito de manera regular. La existencia de mercados de productos financieros controlados, utilizando la posición dominante del Estado en la economía, permitirá establecer vigilancia y patrones de referencia no sólo sobre el intercambio del bolívar con otras monedas, sino también con materias primas que forman parte de nuestra oferta exportable como el petróleo, el hierro, el oro, el acero, el arroz, el sorgo, el café o el cacao, o novísimos productos como las criptodivisas.

Todos los activos mencionados anteriormente serían negociados directamente en bolívares creando un mercado internacional para nuestra moneda, eliminando los beneficios económicos del contrabando y permitiendo establecer medidas reales para que la remuneración del trabajador venezolano mantenga su valor en el tiempo, fortaleciendo el mercado interno y la confianza en el futuro. A los que debemos sumar que, controlando efectivamente el precio del bolívar, resulta mucho más factible controlar los precios de los diversos productos y servicios que circulan en el país.

Como resultado de la existencia de tales mercados, podríamos generar indicadores confiables, públicos y regulares de, por ejemplo, cuántos bolívares vale un yuan chino y en efecto adquirir los yuanes sin necesidad de cambiarlos primero a dólares y luego a yuanes, simplificando las operaciones bancarias y reduciendo los riesgos de tipo de cambio. La demanda de exportaciones venezolana generará en nuestros socios importadores una demanda de bolívares que podrán adquirir con las monedas con las que trabajemos, representando una entrada directa de divisas al país. Estos indicadores fortalecerán el papel del Banco Central de Venezuela como ente rector de la política económica, permitiendo el control sobre la banca.

Podríamos también saber cuántos bolívares vale una tonelada de café y cuántas toneladas se negociaron el día de ayer, y fácilmente detectar sobre precios, acaparamiento y boicot, predecir comportamientos especulativos y actuar en consecuencia.

Este objetivo debe ser combinado con el desarrollo de la infraestructura financiera adecuada, instituciones de ahorro y crédito que permitan la absorción de excedentes monetarios así como el acceso al crédito para la inversión y el consumo. Estas instituciones deben aportar al desarrollo del conjunto de la nación. La banca comunal debe desarrollarse y gobernarse por medio de instituciones democráticas y transparentes, que beneficien la capacitación económica de la población y cuyos resultados sean dirigidos a la mejora de las condiciones de la comunidad que lo rodea.

Un banco propiedad de las comunas generará un sentido de pertenencia y propiciará una distribución democrática de los recursos captados por el Estado, quien deberá utilizar los servicios de estos bancos como instrumentos de pagos o puntos de recolección de impuestos así como colocando instrumentos de ahorro a largo plazo cuando haya necesidad. La participación de los bancos comunales en las operaciones en determinadas áreas de los mercados regulados anteriormente descritos generará volumen de operaciones para los mismos. Una toma de decisiones descentralizada favorecerá la disponibilidad de los recursos financieros tanto en moneda nacional como en moneda extranjera, así como de préstamos, hipotecas y otros instrumentos crediticios.

Al dirigir los beneficios de los bancos comunales a proyectos de desarrollo de las comunidades que serán sus propietarios y cuyo control democrático estarían sometidas, será posible reducir la fuga de capitales y los fraudes cambiarios y permitirá un uso más eficiente del poder coercitivo del Estado al centrarse en un número limitado y conocido de instituciones financieras, tradicionales y comunitarias, las cuales sí deberán responder penalmente por haber permitido la fuga de capitales o por utilizar su posición en el mercado para perjudicar el poder adquisitivo de los trabajadores.

Por supuesto que la implementación de estas ideas requiere tiempo y esfuerzo y, sobre todo, requiere romper con el esquema mental rentistísco colonial en el que sólo varían los puntos de vista y requiere romper con la idea muy arraigada de que la única alternativa a éste es el neoliberalismo salvaje.

Por: Jeanpier Anaya

Misión Verdad

 

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