Opinión / Noticias
Por José Garcés
La queja ya casi se ha convertido en un deporte nacional. Basta con que dos o tres personas coincidan en un lugar, como por ejemplo en una cola, para que de inmediato se establezca una conversación cuyo tema es la queja. Pueden pasar horas y la conversación no cambia de tónica y se va hilvanando una letanía de quejas que muestran desesperanza, y las quejas se suceden una tras otra, tras otra, tras otra, y esto no hacen otra cosa sino fomentar la frustración, la decepción y la ira.
Las personas que nadan en el mar de la queja se van regodeando en el gozo de frustración y aferrándose con toda fruición a una rabia que abre la puerta a las maldiciones y las emociones más oscuras. Las personas que participan de la queja cuando se encuentran con otra con su misma afición, se comportan como como un adicto que consigue droga o un lobo cuando al morder a su presa siente el sabor de la sangre caliente. Así, comenzar la queja hace que la persona entre en un paroxismo de queja continua y del que ya no puede salir. Sólo se termina cuando la cola avanza y los que esperan en esa cola obtienen el beneficio que esperaban (cosa que casi nunca valoran).
Es cierto que las sanciones criminales han generado un clima muy difícil en Venezuela, tanto que la relatora especial de la ONU Alena Douhan ha reconocido que las sanciones tienen un efecto “Devastador” en la economía venezolana.
Sin embargo, gran parte del pueblo venezolano ha continuado con hidalguía enfrentando las duras condiciones que ha impuesto el imperialismo a todos en el país. Paralela a esta hidalguía no podemos negar que un sector de la población opta por la queja.
En el budismo Zen se dice: «La queja quita beneficios» y no se trata de que la gente no pueda hablar ni quejarse, se trata de que, si abrimos la puerta de la queja, después resulta muy difícil volver a cerrarla. Por tanto, la alternativa es encontrar en cada situación una oportunidad para crecer. Si nos quedamos en la queja no vamos a aprovechar las infinitas posibilidades que nos trae cada segundo y cada situación. La conversación entre quejosos se convierte en un congreso de «problemólogos”, en donde cada persona aporta una lista interminable de problemas que lo que hacen es aturdir y no nos dejan pensar con claridad. Por el contrario, si una conversación se convierte en un congreso de «solucionólogos», entonces tendremos, de cada situación que se nos presenta en la vida, una oportunidad para crecer espiritualmente y para aprender. La terminología de problemólogos y solucionólogos se debe a Mafalda, a ella debemos agradecer (Bueno, en realidad a Quino, su autor)
Cuando decimos que la queja quita beneficios, es muy importante aclarar que tampoco se trata de conculcar el más inalienable de los Derechos humanos que es el Derecho a pataleo. No. No es que se trate de inculcar una actitud pasiva donde nadie hable ni nadie critique. Pues, ¡nada de eso! Muy por el contrario, se trata de desarrollar una actitud activa y al mismo tiempo pro-activa. No se quiere pasividad, se quiere acción, pero la acción debe ser productiva, tanto que saque a la persona del marasmo en el que lo deja la queja. El reciente encuentro del Presidente Maduro con emprendedores es una elogiable muestra de esa actitud activa y proactiva.
La queja, al igual que la rabia, genera adicción y la persona no se da cuenta que es adicta. En el caso de la rabia resulta muy claro observar este fenómeno, pues cuando se le pregunta a la persona ¿Usted odia? Inmediatamente responden: ¡Noooooo! ¡Jamás! ¡La palabra odio no existe en mi diccionario!, porque ellos creen que odio era lo que tenía Hitler contra los judíos, pero resulta que no: odio, rabia, molestia, ira, rechazo, todas tienen el mismo denominador y se trata de la misma energía. Lo mismo sucede con la queja, la persona cree que criticar no es quejarse; que hacer señalamientos no es quejarse, que manifestar incomodidad no es quejarse, de nuevo, el sustrato es el rechazo, y ya habíamos visto que el rechazo forma parte de la energía de la rabia.
Por eso el budismo Zen dice y con mucha razón: “La queja quita beneficios” Una actitud muy diferente a la queja es ver en cada cosa que nos pase, una oportunidad para crecer. La misma enseñanza cristiana nos dice: “El contento de lo poco abre las puertas de lo mucho” o “Ama y lo demás se te dará por añadidura”. Esto es, mantén una actitud positiva y las cosas comenzarán a cambiar para mejor.
En resumen, la queja quita beneficios. Las asambleas de problemólogos no aportan ningún elemento edificante a la situación. Cuando miramos solamente la parte negativa de la vida, no miramos lo bueno que puede tener. En este respecto he conocido a personas que afirman que “Todo es malo”, lo que a todas luces es imposible porque en la vida se cumple la ley de polaridad, siempre hay un polo positivo y uno negativo, pero hay gente que se empeña en ver sólo lo negativo, y esto genera una actitud de queja que no le va a permitir crecer y lo va a condenar a chapotear siempre en el polo negativo de las cosas, y esto significa chapotear para siempre en la decepción, en la frustración y en la ira.
Los revolucionarios encontramos una razón para crecer en cualquier problema, con la queja jamás vamos a encontrar el camino a la felicidad porque, como sentenciaba el Buda: “La mayor riqueza es la mente satisfecha”.