Opinión / Noticias / Clodovaldo Hernández

17.May.2016 / 03:27 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Revisando la historia y la más candente actualidad, cualquier persona terminará preguntándose por qué los gobernantes comprometidos con sus pueblos tienen tan mal tino para escoger a sus aliados y fatalmente terminan siendo víctimas de alguna asquerosa traición.

En Venezuela, podríamos remontarnos hasta los tiempos de Bolívar y sus joyitas de amigos, como José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander. Pero no nos vayamos hasta allá. Recordemos un caso del siglo pasado: cómo fue que el honesto, pacífico y coherente Salvador Allende estuvo hasta última hora creyendo que Pinochet era su aliado. Y saltemos al presente inmediato para constatar como el nefasto pisapasito Michel Temer se ha prestado para sacar de la presidencia de Brasil a Dilma Rousseff, luego de ser su vicepresidente desde 2011.

Sin saber gran cosa de la política brasileña, uno lee el prontuario de Temer y sigue haciéndose preguntas, algunas de seguro muy ingenuas, como ¿por qué una señora como Dilma, digna sucesora del gran líder Luiz Inácio Lula Da Silva, aceptó en su momento a semejante personaje como compañero de fórmula?

Algunos analistas dicen que fue un asunto de pragmatismo político: Dilma necesitaba los votos del Partido del Movimiento Democrático Brasileño y esa organización política, encabezada por Temer, ha estado acostumbrada a negociar su fuerza electoral a cambio de cuotas de poder. Entonces, en verdad era de esperarse que en cualquier momento saltara la liebre. Más bien podría decirse que tardó demasiado.

El señor Temer es un tipo de derecha muy cuestionado moralmente, con un enorme rabo de paja, que estuvo infiltrado en un gobierno como el de Rousseff mientras pudo medrar del alto cargo, y luego se pasó al bando contrario sin siquiera sonrojarse un poco. Para tener una idea aproximada, viene a ser una especie de Ismael García aunque seguramente, un poco más inteligente e ilustrado.

El caso Brasil aporta muchos elementos para la reflexión. Este del “dime con quién andas y te diré cómo te van a tumbar” es uno de ellos. El comandante Chávez, líder entre líderes, era bastante malo en eso de detectar falsos amigos. Basta recordar al pérfido capo Miquilena y la obesa traición del general Rosendo para comprobarlo. Con todo y su formidable apoyo popular, la panda de renegados de la que formaron parte estos dos apóstatas estuvo a punto de expulsarlo tempranamente de la historia.

Eso nos puede dar una idea de la cantidad de intentos que ya habrán hecho las fuerzas imperiales y oligárquicas para encontrar un Temer (o un Pinochet) en el actual gobierno bolivariano. Hasta ahora sólo han conseguido Judas de ligas menores, tipejos corrompidos que se convierten en informantes de los países hostiles a cambio de que se les permita vivir con sus dineros robados y estatus de refugiados políticos. Pero lo más seguro es que seguirán intentándolo, tanto acá como en el resto de los países que aún tienen gobiernos socialistas o populares, pues saben que escoger buenos amigos no es uno de los puntos fuertes de este tipos de gobernantes.

 

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