Opinión / Noticias / Carolys Helena Pérez González

15.Feb.2023 / 02:27 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

¿A qué le tememos tanto las hacedoras y los hacedores del socialismo a la hora de hablar, escribir sobre el amor, sobre el romance, especialmente las feministas por qué pareciera que hablar del amor como parte de nuestra construcción política es una contradicción?

Si hacemos un repaso por los históricos discursos anti revolucionarios, desde que se forjara la revolución de las y los bolcheviques hasta que se asentaran las bases de la revolución cubana, en la derecha siempre se mantuvo el mismo eco que quizás en algún punto de la historia nosotras y nosotros dejamos que se introdujera en nuestra psiquis, la afirmación de que este sistema social o el periodo de construcción del socialismo al que estamos nosotras y nosotros entregados en cuerpo y mente se caracteriza por la abolición del individuo en aras del proyecto colectivo.

Creo profundamente, que esto no está más alejado de la realidad. Ahora bien, considero pertinente desarrollar como hacedoras y hacedores de la Revolución una narrativa que nos involucre en términos soberanos como el autocuidado, la protección a nuestra salud mental y el reconocimiento del placer como principal acto de soberanía.

Es difícil de entender, – para quien no viva la experiencia de la Revolución-, la estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez, la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con el proyecto intelectual, social, económico y cultural que supone la revolución y que como ya hemos hablado en este espacio inicia a partir de nuestra individualidad.

Desde que como seres humanos empezamos nuestra construcción cognitiva del amor, hemos asumido que amar se trata de proteger aquello que “me pertenece”, nos enseñan, – especialmente a las mujeres – a poner en el centro de nuestras vidas el amor y la protección del hogar, pues no alcanzar estos proyectos resulta un fracaso, trayendo como resultado la frustración, la depresión y la ansiedad propia de no saber cómo presentarse ante este desafío.

Es por ello, que insisto en colocar en el debate la educación amorosa y revolucionaria, una educación colectiva en la que se nos enseñe que solo las y los libres liberan y que como liberamos, amamos y construimos Patria /Matria.

Quiero pensar, todo lo que se puede hacer con una educación emocional óptima y emancipadora, cómo esto se traduciría en herramientas para el respeto, la conservación de la especie, la resolución de conflictos sin violencia física, ni emocional y para comprender la relevancia del tratado amoroso de la política como instrumento para la transformación, que arraigada en lo cultural y social pueda impactar en lo económico.

Que no se nos olvide que el amor, es nuestra trinchera. Nosotras y nosotros venceremos.

¡Palabra de mujer!

Carolis Helena Pérez

 

 

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