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24.Sep.2021 / 09:46 am / Haga un comentario

Jimmy López Morillo

La participación de los partidos de la extrema derecha en las elecciones regionales del 21 de noviembre, anunciada por voceros de la denominada Plataforma Unitaria el último día de agosto como resultado de los acuerdos parciales de las negociaciones entre el Gobierno y oposición en México, representan el fin de una etapa en la cual estos grupos solo consideraron el derrocamiento del presidente legítimo y constitucional de la República, Nicolás Maduro Moros, como única vía para acceder al poder.

De hecho, para el director de la empresa encuestadora Hinterlaces, Oscar Schemel, al asumir estos  sectores extremistas las rutas democráticas queda claro que “la estrategia insurreccional y el proyecto de élites, impulsados por la oposición venezolana y Estados Unidos, con muy breves pausas electorales, fueron derrotados definitivamente, cuando los partidos más reaccionarios y conservadores, ya sin fuerzas ni iniciativa política, atomizada y dividida, sin respaldo popular y sin convocatoria, acuden a la mesa de diálogo, aceptando de esta manera la legitimidad del Gobierno bolivariano y de las instituciones, regresando a la vida política y electoral y reconociendo al chavismo como la más importante fuerza social y política del país”.

Según el analista, al darse paso al proceso de conversaciones que ya ha tenido un par de rondas en tierras aztecas, culminó el “empate catastrófico en Venezuela, es decir, la etapa de confrontación de dos proyectos, con niveles similares de fuerzas. Se trata del final de la polarización extrema y radical, después de 20 años de guerra social y política, con la indiscutible victoria del presidente Nicolás Maduro y el chavismo y la rendición de la oposición mantuana, aún con todo el respaldo internacional que recibió y que también ha ido menguando”.

El exconstituyente, en esa misma línea, hace énfasis en “los discursos de Gerardo Blyde y Jorge Rodríguez, en ambas rondas”, los cuales “apuntan hacia una nueva narrativa pospolarización. Temas como la defensa del Esequibo y la atención humanitaria se convierten en puntos de coincidencia entre ambos sectores enfrentados. No hay adjetivos, no hay señalamientos, se habla de reestablecer la convivencia democrática”.

Schemel, considera también muy importante “el modelo económico y productivo emergente (que) promueve claros consensos tácitos y activos, lo cual precede a la construcción de una vigorosa re-institucionalización del país, y es el epicentro de la nueva narrativa pos-polarización”.

El también economista, destaca que “este nuevo proyecto económico cuenta con el respaldo de amplios sectores de la sociedad venezolana y representa la gran oportunidad para el chavismo, como fuerza hegemónica, de ampliar su influencia cultural y convertirse en alternativa, otra vez”.

En su opinión, “todos los actores de poder real en Venezuela entienden que está naciendo un nuevo modelo económico, que ha sido producto de las transformaciones ocurridas como consecuencia de la crisis y las medidas coercitivas unilaterales. Todos entienden además que es necesario dotarlo de coherencia, normas y estructura. Es una oportunidad única para pacificar al país, aliviar la crisis y buscar soluciones no rupturistas al conflicto político venezolano”.

Estima el director de Hinterlaces que “el triunfo bolivariano deja claro que la batalla hegemónica también la pierden las élites más conservadores, ya que las ideas bolivarianas se convierten en las ideas que crean mayores convergencias y respaldos. El  llamado ‘centro político’ se mueve más en dirección con el modelo de economía mixta, el fin del neoliberalismo, la inclusión social, la actuación del Estado y el cese del autoritarismo social”.

Además, a su juicio “se consolida entonces una dinámica de cambios en la subjetividad, capaz de disputarle el poder cultural a las élites y al neoliberalismo. Actualmente, el modelo bolivariano, y en particular el modelo económico, es mucho más potable para otros sectores sociales que antes lo adversaban”.

Esos sectores, precisa, “asumen el discurso del comandante Chávez convertido en ideología. Pertenecen a las clases populares y a los sectores emergentes. Defienden su legado, lo consideran su ‘Líder Espiritual’ (La Palabra) y al presidente Maduro su ‘Líder Terrenal’ (La Realización)”.

De igual manera, “demandan orden y eficiencia. Creen en el ascenso social inclusivo. Aprueban la economía mixta con diversas formas de propiedad y gestión, así como el Modelo Productivo Socialista. También exigen un Estado fuerte, regulador, garante y protector. Se autodefinen como socialistas y humanistas. Aspiran a una sociedad igualitaria y justa, con oportunidades, respeto, dignidad e inclusión económica. Valoran las Misiones y los programas sociales pero también el empleo y el desarrollo económico. Representan el nuevo clima socio-emocional y el nuevo ‘estado de ánimo’ de la sociedad venezolana”.

Por esas razones, sostiene que “deberá surgir ahora una nueva polarización, pero en el campo democrático y electoral, donde se confrontarán las organizaciones políticas con sus agendas, narrativas y proyectos, pero dentro del modelo hegemónico”.

El imperio y el diálogo

Oscar Schemel, también ve con interés que “el Departamento de Estado de Estados Unidos saludó, en un mensaje por Twitter, el inicio de las negociaciones entre el Gobierno y las oposiciones.

El conflicto político no se concentra en el plano interno. Existe un antagonismo entre el Estado venezolano y el Estado norteamericano, ahora en el terreno de la geopolítica y la geoestrategia.  Con el presidente Joe Biden, los EEUU entran en una nueva etapa. No se trata de un nuevo gobierno, es un cambio de ciclo político. La salida de Afganistán marca el fin del ‘siglo americano’ y el inicio de un ciclo en el que ese país ya no puede ser el policía del mundo, pues está obligado a atender sus problemas internos y realizar un ‘reset’ de su propio sistema”.

“Los Estados Unidos seguirán jugando rudo en el terreno internacional, pero ya no podrán darse el lujo de imponer sus intereses por medio de intervenciones militares clásicas al estilo de Irak y Afganistán”, finaliza Oscar Schemel.

 

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