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1.Ago.2016 / 09:44 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Uno de los distintivos más comunes del despechado en el imaginario popular es el cantaserenatas, solitario como un lobo aullando a la luna. Así andan los promotores de la «intervención humanitaria» en Venezuela.

Ante la inoperancia de la Asamblea Nacional para imponer un relato lo suficientemente convincente en sus fieles que los dinamice hasta la calle, con un Capriles a veces erotizado por el contexto y Almagro desconsolado por el fracaso en la OEA, que no quiere decir que no lo volverá a intentar (hay un fajo de billetes en juego que desea poseer), las ONGs otra vez salieron al rescate para darle un matiz «independiente» a las voces que proclaman por todos los aires la muerte del chavismo, en la calle y en el gobierno, a toda costa.

La ONU dividida

No hace mucho que el mismo Almagro propuso a Zeid Ra’ad Al Hussein, defensor de Leopoldo López e intermediario en intervenciones humanitarias, como mediador de la ONU para Venezuela como participante de la Comisión de la Verdad instalada por el ejecutivo nacional, pero el asunto quedó en mute y páralo. La MUD en pleno pensó en descorchar el champán Cristal debido a que un auspiciador de crímenes de guerra iba a ser la voz que la representara, pero se quedaron con las ganas.

Sin embargo, el príncipe hachemita, de la dinastía que gobierna actualmente el Renio de Jordania, sí ha estado activo. El 19 de julio, la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, donde jefea Ra’ad Al Hussein, ha pedido al Gobierno Bolivariano que acepte ayuda humanitaria.

En medio del asedio que actualmente trata de revertir el chavismo contra Venezuela, la «ayuda humanitaria» es un concepto operativo de la Guerra No Convencional eminentemente militar, y en el país, se ha demostrado, no existe una «crisis humanitaria» como la ONU la cataloga, ya que está relacionada a situaciones de emergencia producto de desastres por eventos naturales (terremotos, inundaciones, tormentas) y a conflictos armados de alta intensidad que ponen en peligro la vida de millones de personas. La crisis se siente y resiente en todo el territorio nacional, es inútil negarlo, pero pretender que se acepte un conflicto de las escalas por las que pasa, por ejemplo, Siria en estos momentos, es de una ignorancia atrevida y bastante deliberada.

Como todos los caminos llevan al Decreto Obama, los Derechos Humanos han sido un motivo para el cancionero del despecho de la MUD y sus aliados. Alegan un terrorismo de Estado inexistente y por supuesto encubren cualquier acción guarimbera que se pronuncie disfrazándola de «protesta por hambre» o cualquier falacia ya registrada en los manuales corporativos de la mediocracia. Pero otra vez, días antes de la declaración, específicamente el 11 de julio, nos enteramos que el Comité de Derechos Humanos de la ONU aprobó a Venezuela y raspó a España en la materia. Justo uno de los países que entra en el esquema promotor del relato de «crisis humanitaria» contra Venezuela. «Cosas veredes, amigo Sancho».

Pareciera, en todo caso, que la ONU está dividida en cuanto a la agenda política venezolana. Mientras que el jefe del Alto Comisionado de Derechos Humanos se pliega al bando Almagro-MUD, las distintas agencias que componen el ente hacen el trabajo ordinario que les compete en el país.

Por algo encienden las alarmas desde adentro, con la justificación supuestamente humanitaria, ONGs del tipo Codevida, la cual «solicitará que la ONU adopte una acción urgente». El frente ONU se les congela y andan desesperados con un «llamado de atención» reciente. Las organizaciones no gubernamentales pro-MUD se sienten las reinas del baile.

Que esperen sentados, dice la abuela

El pasado 21 de julio, 49 ONGs firmaron un comunicado que da cuenta de lo dicho anteriormente: el único órgano que levanta las cejas a la «crisis humanitaria» pregonada por los operadores de la intervención dentro de la ONU es la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos.

Con una pretendida retórica de la extorsión al alto mando de la ONU, estas 49 ONGs «venezolanas» exigen un «mecanismo de cooperación y asistencia internacional de carácter humanitario». La misiva está dirigida a Ban Ki Moon, con copia a Zeid Ra’ad Al Hussein y demás autoridades de peso de la ONU. Hasta la fecha en que se publica esta nota, la Organización de las Naciones Unidas no les ha respondido la altanería, por lo que el 26 de julio volvieron a acoplarse sumando 82 en reclamo a todas las agencias y a la misma alta directiva.

Esta vez no es Miguel Henrique Otero o María Corina Machado los representantes de la «sociedad civil» sino estas ONGs, suficientemente retratadas por el equipo de Misión Verdad como lo que realmente son y no como lo que se proyectan.

La lógica operativa de estas organizaciones está acoplada proporcionalmente a los intereses de sus financistas, los cuales son la United States Agency for International Development (Usaid), la National Endownment for Democracy (NED), Freedom House, el Departamento de Estado gringo, Open Society Foundations, la Fundación Konrad Adenauer, entre otros aparatos que se coordinan para el mismo fin: imponer la crisis humanitaria -más allá de la propaganda- para que convergan resoluciones de la ONU, portaaviones del Comando Sur en las costas venezolanas, un gobierno hiperneoliberal liderado por estas ONGs y los títeres de La Embajada que llaman MUD, bandas criminales paramilitarizadas ejerciendo la vacuna como método de control territorial. Un escenario tendencia Libia.

El asesinato definitivo del chavismo es el sueño húmedo del 0,1%. Como dicen las abuelas: que mejor esperen sentados.

ONGs en la estratagema de la Guerra No Convencional (GNC)

Si bien hemos descrito a las organizaciones no gubernamentales como operadores y recursos asimétricos de la guerra contra Venezuela, también habría que darles un carácter de administradores del sistema global, agentes no-estatales que funcionan como centros incubados de formación, propagación e incluso involucramiento en materia legal.

Las ONGs se insertan en los espacios donde el Estado venezolano no ha alcanzado, puntos ciegos de la estructura social en los que se hacen sentir con «trabajo comunitario» o sencillamente infiltrados en la burocracia jurídica. El manual de 2013 (páginas 201-202), ATP 3-05.1 del Ejército de los Estados Unidos, en torno a la estrategia de GNC contemplan operadores internos que se focalicen en preparación del terreno que se traduciría, en el tiempo, operaciones cívico-militares dentro de la campaña de guerra programada.

Grupos internos como las ONGs se enmarcan dentro de lo descrito por el manual, con las salvedades del contexto propio venezolano. La evaluación del territorio desde la perspectiva de «Asuntos Civiles» para luego pasar al contacto inicial con «la resistencia»; la infiltración del Ejército para el entrenamiento de estos elementos «civiles» con el «fin de construir la capacidad del gobierno en la sombra», dice el manual; y la formación y el empleo de estos recursos asimétricos llamados ONGs forman parte de la enumeración de las acciones que necesitan los comando operativos militares durante la hora de la verdad.

Como fin, los ejecutores de la GNC necesitan a lo interno los promotores de la crisis humanitaria, cuyas tareas son «brindar apoyo secreto de operaciones cívico-militares y de asistencia humanitaria a los elementos de la resistencia, a medida que aumenta su alcance secreto en las nuevas poblaciones, con vistas a incrementar su legitimidad».

Quien lea las acciones y declaraciones de estas organizaciones locales desde esta perspectiva notará una sincronía insólita y no por ello menos real entre lo descrito por el manual y la actualidad oenegera.

La eficacia de las ONGs en el marco de la GNC corre por el intento de crear el expediente necesario de «crisis» y por la instalación del para-Estado inducido por sus financistas, tal como lo promueve George Soros con Open Society con Provea en Venezuela.

Esa eficacia no se traduce en hechos reales a lo interno. Por eso las patadas de ahogado frente a la mirada displicente de la ONU, con la excepción deliberada de la oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos. Es, sin dudas, un despecho peligroso.

Misión Verdad

 

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