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27.Ago.2015 / 10:14 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

¿Y por qué será eso? Tan sencillo como preguntarse quién estaba primero, si los pueblos o las naciones y sus fronteras.

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Diferencias cruciales de aquellas fronteras con respecto a las nuestras: 1) En ninguno de esos países las políticas de subsidio alimentario y de otros bienes para el pueblo humilde ha alcanzado la importancia y la enormidad que en Venezuela. Por lo tanto, comprar barato aquí y revender caro allá se ha convertido en el negocio más rentable del siglo. 2) A nosotros los venezolanos la historia nos trajo a un momento en que desafiamos al poder hegemónico mundial, mientras que los gobiernos de nuestros vecinos han decidido mantenerse fieles y amoldados a ese poder hegemónico. En este tiempo de información y contrainformación, conviene mucho mostrar una vitrina pretendidamente opulenta allá y una destruida y famélica aquí.

 Hay gente (mucha, pero mucha gente) que todavía confunde bienestar y prosperidad con abundancia de mercancías para el consumo. Y esto lo aprovechan tanto los políticos tradicionales como los «expertos» que miden la felicidad por la cantidad de marcas disponibles para la compra-venta.

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Las fronteras son un artificio que separan jurídicamente a los Estados Nacionales, pero nunca, o muy difícilmente, separan a los pueblos. Si cerrar una frontera es trancar el paso formal por las alcabalas, pues sí, tenemos cerrada la frontera entre el Táchira y el Norte de Santander. Pero una frontera es una raya invisible por donde la gente fluye a uno y otro lado, de cualquier forma. Así que deberían ocurrir muchas otras cosas, aparte de la colocación de un tubo y unas rejas en un puente, para declarar efectivamente «taponeada» la fuga de dinero, alimentos, gasolina y otros bienes a Colombia.

 Pero, ¿taponear el flujo de gente? Eso es imposible. En nuestras fronteras y en las de cualquier país.

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Sobre la gente (que es la supuesta preocupación de los llorones que andan discurseando sobre la frontera sin haber vivido nunca en la frontera, y a veces sin haber pasado más de dos días, dos horas o dos segundos allí) vayan sabiendo que siempre, siempre y de cualquier forma, la gente va a encontrar la forma de pasar aquí y allá para encontrarse con su familia y sus seres queridos.

 En la frontera ocurren dinámicas que para alguien en el centro del país (de este o aquél) es muy difícil de comprender o tan siquiera imaginar. Como por ejemplo que hay gente que vive en San Antonio y trabaja o estudia en Cúcuta, y viceversa; mujeres que sintieron los dolores del parto y debieron ser trasladadas de madrugada al otro lado de la frontera (a este o al otro) para parir, porque en su propio país el centro de salud más cercano queda lejos. Cosas como que alguien tiene a su pareja, familia o ser querido viviendo del otro lado.

 ¿Habrá dramas familiares y personales en la frontera a causa de la medida del cierre? No: los habrá, pero a causa de la necesidad de corregir los dramas personales y familiares que ya ocasiona el robo de alimentos y bienes del pueblo venezolano para enriquecer a mafias colombianas. En las ciudades y pueblos de Venezuela ya tenemos un drama espantoso a causa de la extracción indiscriminada de dinero, bienes y combustible. El Gobierno de Venezuela está haciendo algo al respecto; el Gobierno de Colombia debería ocuparse también de su ciudadanía en lugar de estimular y promover su éxodo a territorio venezolano.

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La actividad económica predominante en la frontera es el comercio. el Norte de Santander no vive de otra cosa que no sea comprar (en Venezuela) y vender (en Colombia). Eso que a tanta gente le gusta llamar «vocación productiva» se reduce a una industria textil y otra agrícola, ambas venidas a menos. Se entiende: es más rentable y seguro saquear al que vede barato que exponerse a hacer agricultura en uno de los mayores reductos productores de coca para el narcotráfico en Colombia.

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El intercambio comercial formal entre Colombia y Venezuela bajó de más de 500 millones de dólares el año pasado a poco más de 340 millones en el primer trimestre de 2015. En los últimos 5 años, las ganancias de Colombia por concepto de exportaciones a Venezuela supera casi cuatro veces las ganancias de Venezuela por exportaciones hacia Colombia. Ambas han disminuido, y se supone que la medida de cierre de la frontera las haga disminuir aun más.

 Mientras tanto, el comercio informal (el contrabando y su éxtasis macabro, el bachaqueo) mueve cifras incalculables, pero se estima que el volumen de compra-venta en ese sector al margen de las regulaciones sea diez veces superior al volumen comercial oficialmente aceptado y medido. Este sector será el más afectado. El que es bastión y modo de vida de personas que, consciente o no de ello, está viviendo y enriqueciéndose de procedimientos criminales.

 Moraleja: se obtienen éxitos que cuestan sacrificios y heridas de guerra. Porque en guerra estamos.

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Suponemos que, aparte de la dolorosa pero necesaria medida consistente en tapar los principales huecos de la fuga, habrá otras que impidan que el bachaquero interno, el que vende para revender más adelante a precios groseros. Acá es donde deberíamos entrar en acción nosotros, los afectados. Dejar de ser simples observadores a la espera de las acciones del Gobierno y terminar de entender (de una maldita vez por todas) que el protagonismo consiste en gobernar para nosotros, y esto incluye la tantas veces invocada contraloría, la acción directa contra el ejecutor bachaquero y la activación productiva. La idea «produzcamos para que no dependamos de otros» debería sustituir a esa otra que chilla «véndeme más y más barato» (qué fácil es decirlo, ¿no?).

 Mision Verdad

 

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