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5.Sep.2018 / 10:51 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Las situaciones inherentes a la migración de venezolanos al extranjero son justo ahora el episodio más relevante para emplear los frentes de asedio a Venezuela. La contundencia de la presentación desentonada del fenómeno de migración es noticia virulenta y también un «problema regional».

Estas circunstancias se han traducido en un daño desproporcional y directo a los venezolanos en otras latitudes, quienes viven directamente un conjunto de vejaciones como derivaciones de un alto conflicto político que se está manejando fuera de cualquier parangón que haya conocido la región sudamericana.

Para caracterizar estas situaciones es indispensable identificar los causales directos de situaciones que, para los venezolanos fuera de su país, se han traducido en señalamiento, estigmatización, xenofobia, maltratos migratorios y el uso de su situación para propagandizar y promover acciones injerencistas contra su país.

Causas fundamentales

La semántica y las maniobras de intervención. Con especial énfasis durante los últimos dos años, la presentación de la migración venezolana por razones económicas como una «crisis humanitaria», promovió acciones claramente injerencistas contra Venezuela traduciéndose en medidas coercitivas políticas y económicas contra la nación.

En medio de este bloqueo a Venezuela, la frontera del oriente colombiano ha ido tomando forma de «país portátil», fuertemente penetrado por dispositivos funcionales y operacionales militares de Colombia y Estados Unidos, para manejar lo que es presentado absurdamente como una situación de «crisis humanitaria», que poco tiene que ver con verdaderas crisis humanitarias que el mundo conoce mediante la migración desde África y países del Medio Oriente en guerra, donde el drama humanitario desemboca en la muerte de miles de personas por inmersión en el Mediterráneo, justo en las narices de Europa.

De hecho, los migrantes venezolanos, acorde a los mismos términos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), no pueden ser catalogados de «refugiados» ni «desplazados», entendiendo que no huyen de una zona en guerra ni sufren persecución por razones política, de raza, étnicas o religiosas.

Sin embargo, el uso instrumental de la situación de los migrantes económicos de Venezuela ha servido para profundizar la asfixia política de Venezuela y la legitimación de su intervención con «urgencia» para lidiar con «el problema» de los venezolanos.

Así lo hizo la Organización de Estados Americanos (OEA), señalando al unísono al gobierno de Venezuela como causa única de este fenómeno y, por supuesto, omitiendo la desestabilización a la economía venezolana y el bloqueo ejecutado por Estados Unidos, la Unión Europea y países del Grupo de Lima.

Para los migrantes venezolanos, esto se traduce en que ellos personifican «un problema regional». Adjudicándoles la categoría de «problema público», los venezolanos pasan a ser primera plana en noticias de la prensa en la región, generando un efecto que sin distinciones se deriva en estigmatizar a todo un gentilicio. El asedio a Venezuela es la primera razón que ha puesto a los venezolanos al relieve.

Uso de venezolanos como elemento propagandístico. Recientemente Perú y Ecuador en simultáneo, de manera acordada, anunciaron que prescindirían de tolerar a venezolanos sin pasaporte en sus países. Hay que recordarlo: miles de venezolanos están sin pasaporte en esos países, dado que esos gobiernos aceptaban la tarjeta de tránsito y permanencia en países andinos como requisito suficiente. Ahora, de un plumazo, criminalizan la presencia de venezolanos que auparon a salir de su país.

Esto derivó a mediados de agosto en horrendas imágenes de venezolanos huyendo a pie de Ecuador hasta Perú, una vez que, según denuncias en redes sociales, los servicios de transporte se negaron a trasladar venezolanos entre las fronteras de ambos países.

Los colocaron en una vitrina, los exhibieron en un retrato degradante. No es casual que en simultáneo esos mismos días el traidor a la Revolución Ciudadana, Lenin Moreno, decretara el retiro de Ecuador del ALBA, argumentando su «decepción» hacia Venezuela por el saldo que, para Ecuador, significa el «problema» de venezolanos. Una mala excusa para cambiar su línea política internacional.

El problema falaz de la magnitud de venezolanos. De manera evidentemente descarada, Colombia ha señalado que la presencia de venezolanos, unos 600 mil en 2018 acorde a algunas estimaciones, es logísticamente «inmanejable» para ese país que tiene 40 millones de habitantes y que tiene 10 millones de sus connacionales en el extranjero (más de 5 millones sólo en Venezuela). Perú ha efectuado el mismo señalamiento, con una presencia estimada de 700 mil venezolanos.

Por grande que pueda parecer la migración de venezolanos, lo cierto es que ellos son minoría estadística en los países destino. No se trata de un flujo «incontrolable» ni «incalculable» ni «enorme» de personas.

El uso de la situación de los migrantes económicos de Venezuela ha evolucionado en su tratamiento narrativo. Un par de años atrás el tratamiento hacia ellos era el de «víctimas que huyen de la crisis humanitaria», «desvalidos», merecedores de la caridad y la solidaridad. Ahora esa matriz ha evolucionado a otras categorías, como resultado de una reinterpretación en medios, redes sociales y en el imaginario colectivo de la población en los países destino de los venezolanos.

El trato ahora es de «harapientos», «carga para los gobiernos», «indigentes», «mal vivientes» y «delincuentes». Ese trato vejatorio es resultado de la excesiva propagandización sobre los venezolanos como expresión concreta del problema político, económico y social en los países adonde van. Los gobiernos de Colombia, Perú y Ecuador están aupando fuertemente esa narrativa.

El resultado de las campañas políticas internas. Es un hecho demostrado que el «tema Venezuela» es de primer nivel al día de hoy en las campañas políticas en la región. Desde que en la campaña presidencial de Colombia, Iván Duque promovió su imagen con vallas publicitarias mostrando a venezolanos en indefensión, se evidenció que el estigma político en las campañas promovidas por la derecha regional no recaería solo contra el presidente Nicolás Maduro y contra el modelo político de Venezuela. Recaería también sobre los venezolanos como expresión concreta.

En términos estrictamente sociológicos y comunicacionales, la semiótica del discurso de las campañas políticas generaron un estigma contra Venezuela, que recayó sobre su identidad y luego sobre su gentilicio, aunque la inmensa mayoría de los migrantes venezolanos sean antichavistas.

En términos prácticos, eso último es irrelevante, pues la propagandización sobre Venezuela, insistente, diaria, falaz, artera y denigrante, caló en el imaginario colectivo, y una vez que ha sido resemantizada es ahora imparable, teniendo derivaciones de miedo, estigma, nacionalismo, protofascismo, odio y chovinismo, que sufren muchos venezolanos en los países adonde van.

El uso de venezolanos como chivos expiatorios. Perú está en medio de una clara crisis política desde la destitución de su anterior presidente. Hay una trama caldeada en todos los niveles de la política peruana que disimula un fuerte deterioro político y social. Por otro lado, Ecuador no está bien del todo. El viraje a la derecha del actual gobierno tiene un saldo muy desfavorable en la popularidad del presidente, quien al asumir el cargo contaba con más de 70% de aprobación y ahora cuenta con 35%. Las regresiones económicas son un hecho en el Ecuador de Lenin Moreno, y el malestar social es cada vez más palpable.

Estos países son ejemplo claro, justo ahora, del uso de venezolanos como chivos expiatorios de las crisis políticas y problemas sociales que lidian esos países. Resulta que la pobreza, el crimen, el desempleo, la insuficiencia estructural de los servicios públicos, en Colombia, Ecuador y Perú, son ahora «por la masiva presencia de venezolanos». Una completa infamia.

El tema de los venezolanos, reseñado insistentemente en medios, en redes sociales, en vocerías políticas en esos países, ha trasladado el manejo de la opinión pública a centralizar en los venezolanos las causas de problemas que ya eran graves en esos países.

El uso de la mano de obra venezolana. Investigaciones del Laboratorio Internacional de Migraciones de la Universidad Simón Bolívar en Caracas señalaron en 2017 que un 68% de los venezolanos fuera tiene estudios universitarios. De hecho la migración venezolana es la más profesionalizada que haya conocido el continente. Esto supone un caudal enorme de recurso humano capacitado que va a dar a puestos de trabajo en varios países de la región.

El asunto es que las condiciones de migrantes puso a muchos venezolanos a trabajar en condiciones deplorables y denigrantes, cumpliendo labores con pagos por debajo del sueldo mínimo, a veces en ejercicio profesional, a veces en actividades que nada tienen que ver con su perfil profesional. Lamentablemente esto ha sido insumo del argumento de los «venezolanos quita trabajos».

Es un hecho que países como Colombia, Perú y Ecuador no son reconocidos por tener pleno empleo. Son países con vulnerabilidad en materia laboral. El uso de mano de obra prácticamente esclavizada de venezolanos, desplazó en parte el uso de la tradicional mano de obra precarizada local y ello ha sido acelerante de conflictos sociales incipientes y del aumento de la vulnerabilidad social entre familias de estratos populares en esos países, especialmente Perú y Colombia, dado que Lima, Bogotá, Medellin y Cali,  se caracterizan por tener extensas y gruesas capas de pobreza estructural.

Los venezolanos son personas que han salido a trabajar a esos países. No son los responsables de las vulnerabilidades estructurales socioeconómicas en esos países, ni de las asimetrías en materia de empleo, ni de su uso como fuerza de trabajo en condiciones de sobreexplotación. Pero en tiempos de proliferación del chovinismo es difícil contener expresiones de rechazo. En Ciudad de Panamá y en Lima ha habido marchas bajo consignas «Fuera venezolanos», «Perú para los peruanos», «Panamá para los panameños».

El mea culpa y las acciones de algunos venezolanos en el extranjero. La inmensa mayoría de los venezolanos fuera son gente buena, trabajadora y honesta. No obstante, hay que reconocer que como factor agregado a los causales de la vejación de venezolanos en el extranjero, vienen las acciones de algunos venezolanos fuera, muy pocos, que han servido de insumo para estigmatizar a todo el gentilicio. Practicantes de la «viveza criolla», elementos del hampa y otros factores negativos que también salieron de Venezuela.

Es también un hecho que la inmensa mayoría de los migrantes son antichavistas. Muchísimos de ellos son de la línea dura recalcitrante. Vienen saliendo desde Venezuela desde hace años y se les conoce por el clasismo, racismo, engreimiento y arrogancia con que en su propio país trataron a los pobres, negros, indios y chavistas.

Ese nefasto producto de exportación venezolana creó un «síndrome de superioridad migrante venezolana» que ha calado muy mal en el extranjero. Un falso sentido de la identidad venezolana, muy petulante, desde «el país de las mujeres más bellas del mundo», hasta «nosotros tenemos el Salto Ángel», un amasijo de argumentos propios del imaginario de la clase media banal, consumidora y reaccionaria típica de Venezuela y de la región. Lamentablemente ese tipo de actitudes también han alimentado las reacciones odiosas e indiscriminadas contra muchos venezolanos.

Franco Vielma

Misión Verdad

 

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