Noticias

7.Sep.2018 / 12:50 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

La actual contraofensiva que el gobierno de Venezuela ha emprendido recientemente en favor de reiniciar y reordenar la economía, supone establecer algunas equivalencias políticas.

Para empezar, conjugar los hechos frente a las expectativas. Cuestión indispensable, si entendemos que tan graves como han sido las asimetrías y turbulencias económicas, también lo ha sido la crisis en el plano de lo perceptivo, lo político, factores inherentes a la estabilidad social.

Comprender el principio de «reinicio»

Desde este punto, tomemos el principio de «reinicio» económico que el presidente Maduro ha señalado. Aplicar un reseteo a la economía, como quien en la cotidianidad tiene un computador que se cuelga o detiene sus funciones. Un equipo con una falla de fondo, falla de disco, problema en el sistema operativo, bien sea por agotamiento del software o del hardware, por obsolescencia o porque el equipo adquirió un virus que afecta integralmente su funcionamiento.

En la economía venezolana, todas las causas del reinicio económico y la reconversión yacen en todo tipo de fallas estructurales y sobrevenidas que ralentizaron el funcionamiento del aparato económico llegando a un punto cercano al colapso. El rentismo, la coyuntura, la guerra y el bloqueo son componentes medulares.

No obstante, reiniciar un computador no implica resolver a fondo las causas de la falla integral. Quien opte por reiniciar una computadora aspira apenas a encender nuevamente el aparato para ganar tiempo, continuar coyunturalmente en una tarea y posteriormente ocuparse de revisar las razones de la falla para atenderlas.

En Venezuela, el principio de reconversión económica integral decretada por el presidente Nicolás Maduro, dado el conjunto de medidas y su simultaneidad y conexión, es equivalente a atender la falla de un computador primeramente respaldando para conservar lo que se desea conservar. Luego, sustituyendo el disco duro, el sistema operativo y por último colocando un antivirus. Un proceso que, a diferencia de atender una computadora, no tardará horas. Tardará años.

En ese periplo, ganar tiempo, atender tareas pendientes (la emergencia) y asumir el problema de estructura, es una ecuación que para el directorio del gobierno venezolano supone una pulseada frente a agentes económicos internos y externos en un marco de fuertes y justas demandas poblacionales. Es una situación-conjunto que no va a generar soluciones instantáneas a la crisis. Tal cosa no existe ni existirá para la economía venezolana.

Demandas y expectativas frente a la dimensión de la realidad

Me fue particularmente llamativa la reacción de los seguidores de la oposición, pero también del chavismo, cuando en la publicación de un conjunto de precios acordados se supo del nuevo precio del detergente en polvo. Un precio muy alto, sin dudas, por el gran componente de elementos importados para su elaboración en el país y además tabulado a precio de divisa extranjera mediante el marcador DICOM.

Ese y otros productos fueron siempre de precios bajos, dada la exteriorización de los costos de producción de los mismos, que recaía sobre el Estado venezolano en el costosísimo (en divisas) sistema de control de cambio anterior conocido como CADIVI.

El Estado daba dólares subsidiados a la empresa privada para que este rubro y otros como él tuvieran un precio artificialmente bajo. Al deteriorarse los mecanismos de asignación y al agotarse el flujo de petrodólares, el Estado no pudo financiar más tal fantasía y la discrecionalidad del dólar paralelo comenzó a penetrar la economía con el efecto de los altos precios.

El devenir del jabón en polvo y otros productos fue tal por la estructura parásita de la empresa privada, incapaz de crear una cadena de insumos nacionales con el fin de siempre extender la mano para recibir su mesada de dólares a cargo de papá gobierno. En fin.

Volviendo a la reacción de la gente por el precio del referido producto o la «tragedia» del jabón en polvo, ella me parece ilustrativa sobre el cúmulo de expectativas frente a los hechos y desgarramientos de la coyuntura.

Llegué a leer frases de chavistas como «a Maduro lo gobierna la burguesía», menudo comentario que coloca al Presidente como el empleado más difícil de sacar de su puesto por parte de sus patronos. O que «los precios acordados no son acordados, sino que son impuestos». O que «ya el sueldo mínimo se pulverizó con ese anuncio», o «ya todo está perdido», y » ya nada se puede hacer». Etcéteras de apreciaciones de la catástrofe y narrativa de la derrota.

El problema es que quienes resintieron tan desproporcionadamente el anuncio del precio de ese producto, llegaron al desánimo total luego de estar en el frenesí de decretar la victoria en la guerra económica días atrás. El chavismo, o una parte de él, también es una comunidad emocional, muy vulnerable a los giros de la situación. Creía tal vez que la guerra había sido revertida, que la situación estaba resuelta automáticamente, sin mirar la persistencia de los factores causales de la crisis.

Apenas hace días, justo al hacer sus mejores anuncios, Maduro señalaba que calculaba un periodo de «dos años para ver una estabilización y una mejoría económica palpable». También señaló que desde el 20 de agosto «se iniciaría » una reconversión de la economía, «una ofensiva» para lidiar como «largo proceso» la regresión de la situación actual.

También ha dicho que se emprendía, desde este punto, un «nuevo ciclo donde se darán resultados» para reordenar la economía y degradar las asimetrías actuales.

Esas apreciaciones de Maduro son perfectamente congruentes al insistir en el remontaje de la economía venezolana y promover el optimismo. No veo discrepancias en esas salvedades. No hay el discurso errado de decirle a la gente que «ya ganamos». No. Son las expectativas y la subjetividad política, las que trasladaron a nuestra economía de un momento a otro, sin que así fuera en la realidad.

La coyuntura persiste, pero está en un ángulo impuesto por el chavismo, el punto de su degradación y regresión. Eso sí hay que pregonarlo.

Sopesar las variables políticas en el tambaleo de la estructura 

El gobierno venezolano ha supuesto las acciones económicas desde un evidente pragmatismo. Le ha dado un sentido de oportunidad, articulación y contundencia a un conjunto de anuncios inéditos, que, por defecto, reaniman a la gente. Y esto es en términos políticos algo extraordinario. No obstante, para quienes somos corresponsables de la política en el terreno, lo indispensable puede ser reconocer tal pragmatismo y sostener el optimismo desde una posición inteligente y crítica.

En ese sentido de claridad política, no caben los discursos temerarios de la derrota ni la autoflagelación. Como tampoco la creencia de que los decretos «mágicos» existen y que con ellos se revierte el ciclo económico más duro conocido en la historia reciente del país.

Justo ahora el chavismo aprovecha el saludable y necesario clima de expectativas optimistas, para afincarse como nunca en voltear el ciclo económico histórico pasado y reciente. Mediante ello impone un nuevo sistema monetario de anclaje, impone su criptomoneda petro como factor de conversión y cambio monetario, relanza el DICOM como sistema abierto de divisas, abre casas de cambio, vende oro para sustituir al dólar paralelo como factor de huida a la hiperinflación, comienza a vetar cuentas que son las trochas digitales del dólar paralelo, apuntando estas y otras medidas para degradarlo como principal factor perturbador de la economía.

También decreta una regresión de la emisión inorgánica de circulante, impone más impuestos a los ricos y consolida el encaje legal bancario para contener la hiperinflación.

Ha anclado salarios y precios intentando retomar un sistema de justiprecios indispensables para la vida económica, reordenando espacios y llegando a acuerdos.

En conjunto, estas medidas suponen la imposición de una gobernanza económica efectiva. Una cuestión demandada por la población, que es inherente a la vida política y estabilidad del país.

Claro que estos eventos imponen optimismo, y claro que los baches en este periplo generan el efecto contrario. Pues en la política es muy importante lo que sucede, pero es más importante la percepción generalizada de lo que sucede. Lidiamos con el problema de que la percepción generalizada sobre lo que sucede se reduce a puntos concretos, como el de la bolsita de detergente y no a lo que se está haciendo de fondo.

Un ejemplo de esto es que en esta sinergia es muy relevante que el ejecutivo esté creando mecanismos para consolidar un mercado de divisas integrado por privados, resolviendo el dilema histórico de los mecanismos de transferencia directa e indirecta de renta favorables al sector privado, que es la sangre del modelo rentista.

Es decir, el Estado se adjudica la total discreción para definir a su favor la pugna historica de la renta. ¿Tenemos todos la idea de lo importante que es eso? ¿Sabemos lo que eso significa para cada ciudadano que no forma parte de la élite económica? ¿O seguiremos prefiriendo el precio artificial de la bolsita de Ariel gracias a los dólares subsidiados?

Lo importante es entender el planteamiento de fondo. El amplio sentido de la lucha de clases en Venezuela no se define sobre el precio de un detergente frente a una masa asalariada, es que ello es resultado de un choque en medio de la lucha de clases que el chavismo definió a favor de los propietarios legítimos de la renta: nosotros. Ya no hay más dólares para la burguesía en las maneras en que conocíamos, no hay dólares del Estado en el DICOM.

Entendamos: reordenar la economía genera avances y repliegues que debemos sopesar desde el principio de inteligencia y paciencia estratégica. Más de la que hemos tenido.

Un buen amigo mío, al reconocer la virulencia de parte del chavismo al esgrimir señalamientos camuflados de «críticos», pero cargados de derrotismo, justamente por estos días me indicó algo muy importante: «Hoy creo sin dudas que vamos a vencer, pero lamento que haya quienes a veces tratan de hacerme creer lo contrario, y no me refiero a la derecha. Si viene la guerra en serio, cuando nos derriben al primer Sukhoi, una parte del chavismo se va a pulverizar en lágrimas y críticas y políticamente estaremos fragmentados».

Este amigo también me hablaba de la necesaria inteligencia para sopesar las variables políticas de fondo, en medio de este reacomodo a la estructura. «Casi 20 años de chavismo y hay quienes aún no aprenden nada», me dijo. «En Venezuela hay demasiada política y ha pasado demasiado para andar con sentimentalismos».

Yo le agregaría que el sentido común político del chavismo ha sido siempre mucho más que la tragedia por una bolsa de detergente.

El reinicio y reconversión de la economía venezolana apenas ha tocado el primer botón, y el computador ya está con sus piezas expuestas. Pocas cosas son fáciles tratándose de este modelo histórico obsoleto, con piezas deficientes, un sistema operativo importado y mediocre, y además repleto de virus. No va a ser fácil. Nadie dijo que lo sería.

Por: Franco Vielma

Misión Verdad

 

Hacer un comentario.




Los comentarios expresados en esta página sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Este sitio no se hace responsable por los mismos y se reserva el derecho de publicación. Aquellos comentarios que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto y/o que atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, este sitio se reservará el derecho de su publicación. Recuerde ser breve y conciso en sus planteamientos. Si quiere expresar alguna queja, denuncia, solicitud de ayuda u otro tema de índole general por favor envíe un correo a contacto@psuv.org.ve