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24.Abr.2017 / 03:36 pm / Haga un comentario

Foto archivo  Pedro Mattey, AVN

Foto archivo Pedro Mattey, AVN

Con el estribillo demagógico de la «libertad» los activistas la derecha buscan recomponer su discurso y justificar ante la opinión pública las acciones de fuerzas de choque pagadas que han generado violencia, saqueos, agresiones a la prensa, ataques a monumentos y daños a las instituciones públicas, entre ellas un hospital materno infantil, delitos que han ocasionado la detención de 117 personas y son expresión de una retórica supuestamente «pacifista» fundamentada en el odio, contradicción que ha definido históricamente al fascismo.

«No vamos a permitir que nos roben la libertad», ha dicho recientemente a los medios el diputado de la derecha y vicepresidente de la Asamblea Nacional en desacato, Freddy Guevara, quien pide a sus seguidores «elegir entre libertad y esclavitud», sintetizando en el lenguaje un miedo que justifique las pasiones colectivas, como dice el intelectual vienés Alfredo Bauer «el intento de movilizar una parte del pueblo en contra de otra y a favor de objetivos falsos, opuestos a sus propios intereses esenciales».

El culto de la acción por la acción definió el lenguaje demagógico y delirante de Benito Mussolini, quien extrajo de un estado de ánimo un movimiento político y capitalizó el pensamiento reaccionario de la clase media italiana «peculiarmente accesible a los más exaltados mitos patrióticos», descontenta por los alcances sociales y subsidios conquistados por la clase proletaria socialista, por lo que sus malos humores «encontraron un hogar en el fascismo», explica José Carlos Mariátegui en su escrito Mussolini y el fascismo.

Explica Antonio Gramsci que la combinación de la agitación y propaganda demagógica de los sectores medios de la derecha en Italia y un plan revanchista de la burguesía contra cualquier intento de revolución socialista, como la bolchevique en Rusia, produjo la victoria del fascismo que plegado a las clases dominantes logró desmovilizar a la clase trabajadora.

El fascismo hace uso del sistema electoral para llegar al poder. En las elecciones del 15 de mayo de 1921 el partido Fasci de combatimento de Mussolini obtuvo 45 de los 535 curules en el Parlamento, en 1922 con una base social de masas (300 mil hombres armados), resultado de la desfragmentación revolucionaria, teniendo como vanguardia a los «camisas negras», Mussolini emplea la violencia como amenaza y para ser «neutralizado» es nombrado Primer Ministro.

Orden, disciplina y contención del socialismo fueron las promesas que respaldaron la llegada al poder de Musolinni, cuya Marcha sobre Roma estuvo signada por la violencia, saqueos y quemas de libros, arengada por los eslóganes «muchos enemigos, muchos honores» y «más vale comportarse un día como un león que cien como un cordero» y con un discurso interclasista con el que afirmaba que «La libertad no es un derecho, es un deber. No es un don generoso, es una conquista. No es una igualdad, es un privilegio».

El nazismo también se fortaleció desde escenarios electorales. Adolfo Hitler obtuvo el 36% de los votos en las elecciones presidenciales de 1932, en las que perdió ante el reelecto Paul von Hindenburg, pero en 1933, logra ser nombrado Canciller y obtener el 43% de las curules en las elecciones de marzo. Al responsabilizar a sus adversarios por un hecho violento, el incendio del edificio del Parlamento, se consolidará la dictadura nazi y su represión, respaldada por sectores reaccionarios del Ejército y diputados burgueses.

Los nazis promovieron la violencia, el radicalismo político, antisemitismo, sabotajes y muertes, con una retórica que incitaba a la acción violenta por encima de la reflexión. Hitler llegó a afirmar «cuando un opositor dice ‘no me acercaré a ustedes’, yo le respondo sin inmutarme: ‘tu hijo ya nos pertenece'», una muestra de como el fascismo que llega al poder por la vía electoral crea las condiciones objetivas para la eclosión del fascismo de calle, basado en el arraigo obtenido en la mentalidad alemana captada mediante un mensaje que llegó a todos sus rincones, produciendo que quienes le votaron lo hicieron para detener la crisis institucional, económica y la violencia.

El fascismo ha copiado códigos revolucionarios, busca caerle bien a todos, ataca el nivel de vida de los trabajadores al tiempo que les vende la solución, amalgama los discursos socialistas, liberales, en un sincretismo, que en los casos del fascismo italiano y el nazismo alemán, se valió de la animosidad existente luego de la Primera Guerra Mundial y el rechazo al comunismo.

En España, el anticomunismo fue capitalizado por Francisco Franco luego del fracaso del golpe de Estado del 19 de julio de 1936 contra la Segunda República que dio pie a la Guerra Civil. «Este es un movimiento nacional, español y republicano que salvará a España del caos en que se pretendía hundirla. No es el movimiento de defensa de determinadas personas; por el contrario, mira especialmente por el bienestar de las clases obreras y humildes», afirmó Franco al diario ABC de Sevilla.

Franco calificó a los Republicanos como «los enemigos de la religión, de la civilización, de la familia y de todos los conceptos en que la sociedad descansa», luego del fin de la contienda en 1936, sin un ideario específico y con una autarquía basada en el culto de la personalidad, Franco se paseó por el fascismo, antisemitismo y la dictadura militar, en un compuesto represivo mejor conocido como franquismo o «nacionalcatolicismo».

La reacción al gobierno socialista de Salvador Allende fue dirigida por las fuerzas de choque del Frente Nacionalista Patria y Libertad, que aplicó prácticas terroristas y de sabotaje en paralelo con la guerra económica, parlamentarios y militares reaccionarios cuyo desenlace fue la dictadura de Augusto Pinochet con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

Haciendo uso del sincretismo ideológico, Patria y Libertad prometía luchar por «una sociedad unida por los valores nacionales, que promueva la cohesión nacional por sobre las ideologías, intereses particulares o económicos», aspirando persuadir de forma demagógica a la clase trabajadora con un discurso «integrador» tratando como «iguales» a estratos pobres y clases dominantes.

El caos generado por la derecha violenta, con su incitación al odio, ha producido la cifra de 21 muertes -entre ellas nueve electrocutadas y dos por armas de fuego- que la derecha utiliza para promover un discurso que refuerce el espíritu violento. Guevara, en su afán de generar caos sostuvo en recientes declaraciones que las personas fueron asesinadas «por luchar por la causa que estamos defendiendo y si ellos murieron por esto, nosotros no tenemos derecho a cansarnos, tenemos derecho a seguir luchando hasta conquistar la libertad», promoviendo la idea de «sacrificio» y guerra permanente, como parte de los argumentos de carácter emocional e irracional que el fascismo emplea para promover la violencia y el miedo.

AVN/Pedro Ibáñez

 

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