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16.Nov.2018 / 10:05 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

El actual pensamiento único, depredador, conocido como el humanismo en todas sus variantes, ha llegado a su fin.

Las expresiones físicas de este pensamiento son rehechuras de esa esencia que ya sucumbió, puede con el tiempo recomponerse, pero siempre en detrimento permanentemente de la vida. No indica tal hecho, como lo pensaron algunas expresiones del humanismo mágico, religioso, ilusionado, conocido como la izquierda o pensamiento clase media, que vía determinismo histórico, al cumplir su ciclo de crecimiento, progreso y desarrollo desaparecería, y la felicidad como por arte de magia descendería del cielo posándose y morando para siempre en el cuerpo de nosotros los pobres.

Esto no ocurrirá jamás, a menos que inventemos otro concepto de vivir como especie. Ya hemos comprobado que depender de las divinidades y del individuo ego, los resultados son muy sufridos en el cuerpo de las mayorías. ¿Es posible crear el pensamiento de lo colectivo?

Hablemos entonces del Comandante Chávez, porque en su práctica de vida es: una política, una ética, una moral, una voluntad, una decisión, una raíz, una esencia, una sustancia trascendental, que perfectamente puede servir como base para la creación de pensamientos que sustituyan al actual. Estamos hablando de que, en su manera de conducirse, no hay dobleces, es lo que es, en el marco de sus circunstancias, aun en la política, nunca dijo una cosa y practicó otra, sabía cumplir con su palabra. Desde su íntimo ser, se respeta y respeta a los demás.

Es también una organización, un método, una visión en una circunstancia específica, en un tiempo histórico preciso, en un marco político justo, con un enemigo definido a lo interno y a lo externo, con todos sus intereses y variables.

Pero además debemos verlo como un político íntegro en sus convicciones, con un objetivo, con un plan, una estrategia, una táctica, para cada circunstancia. Su gran estrategia es ganar la guerra al capitalismo, su gran táctica es organizar a todos en las distintas dimensiones y circunstancias, a fin de construir un poderoso ejército disciplinado, organizado, moralizado, éticamente comprometido en carne y hueso con el objetivo. Su método: lo paralelo en la política, entendiendo que los métodos tradicionales de la política han dado como resultado a otros pueblos la vuelta al capitalismo después de inmensos sacrificios.

¿Podemos ser chavistas?

Nosotros, como pueblo activista, tenemos la obligación de ser chavistas, pero hasta los momentos el chavismo se diluye en infinitas corrientes de acuerdo con los intereses particulares y grupales que existen. Todos decimos ser chavistas pero nos manejamos en los ámbitos del discurso panfletario, porque en ese marco ideológico todos nos salvamos y no tenemos ninguna responsabilidad.

Chavista debe ser un pensamiento dedicado a construirnos en el territorio desde la raíz fuerte que debe sostener el futuro, basado en lo colectivo, aceptando y respetando al otro, desde la comprensión que el otro somos el nosotros y el nosotros no sólo es la especie, sino toda la vida.

Chavista es mirar hacia dentro del territorio, no como mineros, saqueadores, sino como posibilidad fundacional de la otra cultura, la colectiva. Es amar la tierra donde se nace, pero no de la boca para fuera, sino en el hacer. Chávez no ambiciona irse para Nueva York, París, Tokio, Pekín o Madrid, aunque le toca ir, pero lo hace por su trabajo, pero nunca ambiciona quedarse en ningún lado.

Ese querer guindar un chinchorro en la orilla de un caño, de un río, es sentir la intracultura que nos hace universales. Nunca habla mal de este territorio ni de nosotros, jamás nos traiciona, ni nos vende. Chávez habla de aquí, con querencia, con fervor, con sentimiento sincero, sin estafa de por medio, Chávez no aparece amasando grandes fortunas en nombre de los pobres, ni de su lucha.

Ser chavistas es conocer, estudiar, visionar el poema, la canción del territorio. No se es chavista porque nos traguemos cien tazas de café y comamos coporo con yuca sancochada, porque juremos morir por el proceso, nos disfracemos de zurdo, nos vistamos de rojo y usemos boina, si al final imitamos lo que nos niega.

Ser chavista es una conducta política, una ética, una moral, una voluntad, una decisión; es una organización, un método, una manera de comportarnos, una visión política de un tiempo histórico puntual. Es pensar, diseñar, planificar, construir la cultura de lo colectivo, teniendo como método lo paralelo en la política.

Chavista es abandonar el gremialismo, el partidismo, el grupalismo, los pequeños y mediocres intereses particulares y grupales y constituirnos en una sola fuerza, con capacidad de crear conocimiento, sustentado en el pensamiento de ser un país con raíz fuerte y sustentable en su hacer. Es tener sentido de la oportunidad histórica.

Hay muchos que en su comodidad dicen ser chavistas porque se visten como él, lo mismo que hay millones que dicen ser cristianos pero ninguno se sacrifica a los 33. Por el contrario, en su nombre se amasan grandes fortunas, justificando su doble moral con vacías palabras de mea culpas y confesiones. Como éstos, hay bolivarianos, rodriguistas, zamoristas, marxistas, boveros, maisanteros, leninistas, trotskistas, maoístas, estalinistas, fidelistas, guevaristas, sandinistas, todos de vacías palabras, trastocadas en panfletos y por supuesto contrarias al ejemplo que decimos profesar.

Porque seguir una idea, hacerla realidad desde el presente, nos obliga a la creación, a cambiar nuestra costumbre.

Todos decimos ser chavistas, ¿o es sólo una pose, un saber de uso y cambio, que al declararlo se nos da un cargo o se nos abre una puerta para hacer lo que siempre hemos hecho que es tratar de estafar al otro?

Somos hijos de la cultura burguesa, educados para competir, para el egoísmo, para acumular riquezas; la hipocresía, el disimulo, son armas en nuestras relaciones cotidianas, pero nos ha tocado nacer en un tiempo histórico y en un territorio donde Chávez nos mostró una posibilidad cierta, tangible, no una tabla de Moisés, un ejemplo desde el cuerpo, que nos obliga a concebir una ética, una guía distinta a la que nos construyó.

Chávez en el imaginario colectivo es la sublimación de lo mejor que todos deseamos ser. Ser chavista es pensar cómo sustituir el país mina que nos heredaron, es superar la costumbre de no creer en nosotros como posibilidad colectiva, es no copiar lo extranjero, es sabernos con capacidad para crear pensamiento, producir ideas y llevarlas a la práctica con la audacia y el atrevimiento del sabanetero.

Es tener el orgullo de sentirse y pregonar con hechos la venezolanidad por construir, y no andar mostrando la ignorancia, la chabacanería que nos transmitieron los tejanos hace cien años, heredándonos una élite y una clase media que no puede inventar, recrear y valorar el territorio donde han nacido, que a todo lo extranjero reverencian como lo máximo. Son los que les aterra tener que trabajar por ser país, los que dicen ser tecnólogos y todo lo compran hecho al extranjero, son los que a diario conspiran para que Maduro se vaya pero sin ellos tener un plan, porque lo único que les interesa es seguir consumiendo y chillando como pichones todo el día, con los picos abiertos.

Ser chavista es pensar en otra arquitectura amable, que no genere esos chorizos que llaman urbanizaciones o barrios verticales como los edificios, que solo engordan las arcas de la industria de la vivienda en detrimento de la vida. Es otra manera de adquirir y transmitir el conocimiento, que no siga siendo ese caletre negocio que llamamos universidad, escuela, liceo, preescolar, que solo generan individuos ignorantes y prepotentes, odiantes del territorio donde nacen.

Es otra opción de salud que no sea curar los heridos que diariamente nos produce la guerra de la fábrica, manteniendo con nuestro dolor a los grandes fabricantes de drogas. Es otra manera de ser el arte como hecho creativo y no esa choricera de cuadros que se venden por metro cuadrado. Es crear otro modo de producción partiendo de la cultura agrícola como base, y no esa industria contaminante que nos deteriora como vida. Es pensar otra manera de divertirnos todos y no sostener ese espectáculo del deporte en donde las mayorías frustradas y fanatizadas, al igual que en la política, miramos jugar a otros sobreentrenados.

Ser chavista no es hacer lo que hizo Chávez, sino hacer lo que nos toca hacer en nuestro tiempo, en nuestro espacio, la tarea que nos corresponde, con voluntad, con alegría. Es consagrarse con todo el cuerpo. Crear otra cultura.

No podemos decir que somos chavistas y ser culturalmente adecos o copeyanos, aplicar las marramucias de la política burguesa en todas sus expresiones para buscar acomodarnos, o andar diciendo que la única o el único que trabaja en el gobierno, en el consejo comunal, en el ministerio, en el partido, en el sindicato, soy yo. Tampoco se es chavista si trabajamos o recibimos subsidios del gobierno mientras gritamos que éste es una mierda, mucho menos se es chavista cuando repetimos como loros discursos aprendidos sin valorar la esencia de su contenido.

Chavista es pensar y hacer, pero pensando y haciendo lo que se tiene que hacer, no cualquier cosa, sino lo exacto, lo real, en el territorio. Es aprender a comprender la realidad sin amargarse de la tragedia que es. Porque eso es Chávez. Sabía que esa realidad la produjo el capitalismo y ante esa tragedia no se siente nunca derrotado, nunca pide cacao, no da ni pide cuartel, no anda despechado, anda con alegría y lleva en secreto todos los dolores que lleva cualquiera de nosotros.

Ser chavista no es ser ingenuo, no es vivir de ilusiones, es tener los pies en la tierra, no es ser cursi, tonto o estúpido, esperando reconocimientos, por cualquier palabra dicha o escrita en la comodidad de las oficinas. No podemos decir que somos chavistas si no somos desprendidos, si no nos duelen las otras personas.

No podemos pasar por la vergüenza de decir que somos chavistas y a la hora que nos pidan una acción sacamos mil excusas para no actuar, o sólo actuamos utilizando a las personas como recursos y después las botamos, las desechamos, cuando vemos que ya no le podemos sacar más provecho.

Ser chavista es estar con las personas en las malas y en las peores, no establecer diferencias; ser chavista es no ser tolerante, la tolerancia es un acto hipócrita, es interesada. Ser chavista es aceptar que ahí están los demás y aceptarlos como están, no excluirlos, no sacudirlos, no podemos tener barreras en el afecto.

Ser chavista es tener claro lo que se hace, es no engañarse ni engañar a los demás. Es valorar, de verdad, en su exacta dimensión a la gente; porque así se comporta Chávez y no lo hace demagógicamente.

Ser chavista es ser responsable con la idea y construirse, en el caso de la clase, como la idea, porque Chávez no siempre es Chávez. Es un proceso. Él pasa por diversas situaciones hasta que se constituye en el Chávez consagrado a la lucha por transformar su realidad. Por esto no se puede hablar de Chávez por separado, en sus diversas facetas, sino del Chávez idea, acción en sus circunstancias, en donde le constituimos y nos constituimos. ¿Qué importa si fue pelotero, si fue pintor, si fue músico o si fue hablador o echador de chistes?

A Chávez lo valoramos no por zurdo o porque se toma 33 tazas de café diarias o porque conduce una insurrección. Hay gente que cree eso, cree que ser chavista es imitar a Chávez en la forma y no valorarlo en el contenido, poner la bemba como la ponía Chávez o pintarse una verruga, o ponerse a echar chistes sin entender la integralidad de ser Chávez y saber que cada una de esas formas o maneras de hacer las cosas están hilvanadas en una idea, en una acción, en unas circunstancias siempre cambiantes.

Ser chavista es ser responsable con lo que estamos diciendo y haciendo de cuerpo entero, consagrarnos a la idea, tenemos que tener un fuego que haga que todos los días nos levantemos en función de esa idea, no existe más nada, todos los días y todas las noches tenemos que pensar y accionar en consonancia. Ser chavista es que nos desvele la idea que tenemos por construir el otro país. Es entender que todos los días debemos ser responsables con todo lo que hacemos, así la hayamos cagado, pero somos responsables de esa cagada.

A él le toca la circunstancia de salir a decir en público que era responsable, por la acción que lo involucraba públicamente. Conducta que nunca antes habían tenido los políticos y dueños de este país.

Ser chavista no es pasar todo el día diciendo: «Hoy trabajé por todos, acuérdense, estén pendientes de que lo hice yo, publíquenlo, aplaudan». Tampoco se es chavista porque todos los días nombremos a Chávez, el Comandante Eterno, el Súper Comandante, o cada vez que juramos lealtad.

Ser chavista en estos tiempos es consagrarse a crear el otro pensamiento, la otra cultura. Lo demás es vulgar uso y usufructo del nombre y la imagen de un hombre de carne y hueso que conocemos como íntegro en su acción.

¿Podemos crear el chavismo como un pensamiento que nos amalgame y guíe el accionar por la construcción de lo distinto? Responder esta pregunta es tarea de todos los pobres. Sustituir a la burguesía pasa por crear otro pensamiento y eso está en manos de nosotros los pobres.

Contribuir juntos a crear el pensamiento chavista es el mejor homenaje universal que podemos hacerle a este hombre de carne y hueso que nos abrió de par en par las puertas de la otra historia.

El Cayapo

Misión Verdad

 

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