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21.Jun.2017 / 11:00 am / Haga un comentario

Foto: VTV

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Tal día como hoy del año 1966 Venezuela se consternó con la noticia de la muerte de Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Ojeda, quien fue reconocido como “Roberto”, fue capturado por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (Sifa), cinco días antes del derrocamiento y luego fue hallado muerto en su celda, en extrañas circunstancias.

Gobernaba Venezuela el presidente Raúl Leoni, del partido Acción Democrática (socialdemócrata) quien, en coalición política con otros dos partidos de la época, Copei (socialcristiano) y Unión Republicana Democrática (URD) heredero del liberalismo amarillo venezolano del siglo XIX, constituían el régimen de la “ancha base”.

La voz oficial dijo de inmediato que Fabricio, de 38 años de edad, se había ahorcado en su celda.

El ministro de la Defensa de entonces, el general Ramón Florencio Gómez, emitió un comunicado en el cual decía: “Somos los primeros en lamentar lo ocurrido”.

Sin embargo, sus correligionarios y el pueblo todo sabían que Fabricio Ojeda “fue perseguido, apresado, torturado y asesinado por la democracia puntofijista”, tal como dice Luis Berrizbeitia en el prólogo del libro La Muerte de Fabricio Ojeda, de José Antonio Solórzano León.

Como reportero del diario El Nacional, para el cual cubría la fuente de Palacio, Fabricio Ojeda era el anónimo y clandestino presidente de la Junta Patriótica que derrocó a la dictadura el 23 de enero de 1958.

Al instaurarse el “régimen democrático” del pacto de Punto Fijo, acordado en Nueva York por los dirigentes: Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera (Copei) y Jóvito Villalba (URD), Fabricio Ojeda es electo diputado por URD, pero el 30 de Junio de 1962, asqueado por la traición de esos partidos a las ideas de libertad y justicia que encabezaron la lucha contra la dictadura, con un emotivo discurso en la Cámara de Diputados renuncia al cargo y se va a las montañas, donde ya operaban las guerrillas de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (Faln).

En contacto con los jefes guerrilleros Douglas Bravo y Argimiro Gabaldón, es nombrado comandante del recién creado Frente José Antonio Páez. A fines de 1962 fue capturado y sentenciado a 18 años de presidio, pero logró escapar de la cárcel de Trujillo, donde lo habían confinado.

Cuatro años después, el 17 de junio de 1966, Fabricio Ojeda cayó de nuevo en manos del Gobierno de Raúl Leoni.

En una ocasión de lucha Fabricio expresó: “Si muero no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad lo que es ideal y saber de nuestro pueblo”.

En una de sus alocuciones el Comandante Eterno Hugo Chávez al recordar la gesta emancipadora del combatiente Ojeda, manifestó:

“A Fabricio Ojeda lo mataron, vilmente asesinado…. Rindamos tributo a aquel gran revolucionario, mártir de nuestro pueblo… Gran pensador que cambió su diputación por la montaña”.

Desde su asesinato los revolucionarios venezolanos establecieron el 21 de junio como Día de los Mártires.

Ojeda nació el 6 de febrero del año 1929 en Boconó (Estado Trujillo), por sus luchas sociales y reconocimiento como Mártir de Venezuela, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, a través de un decreto ordenó que sus restos fueran trasladados desde el cementerio del Sur hacia el Panteón Nacional de Venezuela el 23 de enero de 2017.

Extracto de la renuncia de Fabricio Ojeda al entonces Congreso de la República 

Caracas, 30 de junio de 1962.
Señores
Presidente, Vicepresidente y demás
miembros de la Cámara de Diputados
Palacio Legislativo
Caracas.
Distinguidos colegas:

En el primer aniversario de la suspensión de las garantías Constitucionales, un grupo de estudiantes de la Universidad Central y yo, hicimos una promesa de extraordinaria significación. Estábamos en el Cementerio General del Sur, frente a la tumba de Alberto Rudas Mezzone – uno de los tantos jóvenes caídos en la lucha por la libertad -, allí levantamos las manos y las voces y juramos: que el sacrificio de nuestros mártires no sería en vano. Juramos continuar sus pasos y cumplir su obra, para que la sangre derramada retoñase en nueva vida para el pueblo.

Y desde entonces comenzamos a prepararnos para el cumplimiento irrenunciable. Con este objetivo, redimir al pueblo haciendo honor al sacrificio de sus mártires, hemos trabajado sin descanso, hemos luchado sin cesar. Ahora a mí, solo me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano, “cambiar la comodidad por la miasma fétida del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y llagada y enferma y desnuda”.

Es por ello, colegas Diputados, que vengo ante ustedes a expresar la decisión de dejar el Parlamento – este recinto que pisé por voluntad del glorioso pueblo caraqueño, hoy oprimido y humillado -, para subir a las montañas e incorporarme a los compañeros que ya han iniciado el combate y con ellos continuar la lucha revolucionaria para la liberación de Venezuela, para el bienestar futuro del pueblo, para la redención de los humildes.

 

 Aporrea 

 

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