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24.Sep.2021 / 09:44 am / Haga un comentario

Alfredo Carquez Saavedra

Emmanuel Macron, presidente de Francia, acaba de sufrir en carne propia ser sujeto de engaño y traición por parte de sus queridos aliados: Estados Unidos y Gran Bretaña. No llora tanto el mandatario galo porque estos caimanes del mismo pozo en el que el también nada se hayan comportado como lo que realmente son y no como viven aparentando, con la ayuda de los grandes medios de comunicación de masas, sino porque le han tumbado un negocio guerrerista estimado en 31 mil millones de euros (valga la figura redundante) que preveía la construcción de ocho submarinos nucleares para Australia.

Y Usted dirá ¿qué pinta Juan Guaidó en todo esto? Pues la verdad, amén del amor por los dólares y euros y su inclinación patológica por la traición, la relación del devaluado autoproclamado con esta historia viene más bien por el lado del aprendizaje vicario.

El dueño indirecto de líneas de taxis madrileños y apartamentos mayameros,  debería estar desde hace tiempo remojando su imberbe mentón al ver, una vez más, como trata el imperio estadounidense (y sus aliados de ocasión como lo son esta vez Australia y Gran Bretaña)  a sus colaboradores cuando le dejan de ser útiles y se convierten en un pesado balacao o en una mancha inocultable.

Francia, que le ha sido fiel a Estados Unidos en su papel de segundona, en  2011, por ejemplo, tuvo el deshonor ser ser la primera potencia neocolonialista en bombardear Libia, iniciando así las acciones que terminaron con la muerte de Muamar Gadafi, jefe de ese Estado socio de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, hoy sumido en la anarquía y la guerra civil. Y mire, jefe de Narnia, cómo le paga el Diablo.

¿Qué le queda entonces a un ser con un micropeso específico cada vez más más difícil de detectar por su alto grado de dilución en el duro mundo del ecosistema político criollo?

alfredo.carquez@gmail.com

 

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