Opinión / Noticias

26.Oct.2021 / 08:27 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Por Jimmy López Morillo

Con toda la grandeza alcanzada por su vuelo libertario y aunque su mirada de genio se ha extendido por más de dos siglos, en algo debía quedarse corto nuestro padre, el Libertador Simón Bolívar.

En su histórica sentencia: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de hambre y miseria en nombre de la libertad”, no se equivocó en la certeza de la condición depredadora de quienes conducían aquella nación, solo que esa naturaleza no se limitaría a nuestro continente, sino que su plaga la regarían por todo el planeta a lo largo de la historia.

Cuando Bolívar hizo su advertencia en la carta enviada al coronel Patricio Campbell el 5 de agosto de 1829, ya la Doctrina Monroe había sido formulada en 1823, con la frase “América para los americanos”  acuñada por John Quincy Adams, entonces secretario de Estado estadounidense bajo el mandato de James Monroe, reflejando su apropiación del derecho a hacer cuanto les venga en gana en todo este territorio, por considerarlo su patio trasero.

Pero había otra doctrina que ya venía alimentándose, la del supuesto “Destino Manifiesto”, según la cual presumiblemente por designios divinos, tendrían el derecho –y el deber– de imponer su dominio en el planeta. En dicha premisa, pervertida todavía más con el paso de los siglos, se han escudado para sembrar la muerte y la devastación en casi todos los rincones del mundo.

Incluso para Bolívar era muy difícil avizorar hasta dónde podría llegar la barbarie desplegada por quienes han gobernado a Estados Unidos, convirtiéndolo en el país más genocida en la historia de la humanidad.

Tales “doctrinas”, muy especialmente la segunda, les han servido de excusa para desarrollar todo su plan hegemónico en contra de la humanidad, erigiéndose como un policía del mundo, al estilo del salvaje oeste, en el cual no pocas veces se autoproclamaba como el sherif del pueblo el matón más rápido desenfundando, aquel con más muescas en las cachas de sus revólveres.

A estas alturas nadie puede dudar de las muescas que Estados Unidos tiene en las cachas de su historial de crímenes. Se cuentan por miles de millones sus víctimas, arrasando con naciones negadas a someterse a sus designios, sustentados en el omnímodo poder que le otorga el supuesto “Destino Manifiesto”.

Aunque no son precisamente un Estado democrático, pues de hecho sus ciudadanos no pueden ni elegir directamente a su Presidente, desde dicha nación pretenden imponer en otros países “democracias” amoldadas a los intereses del capital hegemónico representado en las corporaciones que verdaderamente gobiernan EE.UU.

Para garantizar la impunidad con la cual han venido actuando a lo largo de su historia plagada de crímenes, afianzándose en su poderío económico y militar, además de su absoluta carencia de escrúpulos, se han valido del chantaje y la extorsión para colocar de rodillas a gobernantes serviles y organismos multilaterales.

El secuestro

Una de las piezas movidas bajo la amenaza y el chantaje es la del Derecho Internacional, secuestrado por los genocidas de Washington, lo cual les ha permitido transitar indemnes bajo una aberrante impunidad.

Millones de páginas han recogido las atrocidades con las cuales Estados Unidos ha plagado de hambre, miseria y destrucción no solamente a América, como lo vaticinó El Libertador, sino a todo el planeta. Son cientos las guerras provocadas bajo sus criterios hegemónicos, innumerables las invasiones de manera directa o subrepticia, incalculables las muertes de inocentes propiciadas por el salvajismo de esa nación, sin que nadie les ponga freno.

Son ellos los que determinan, bajo la supuesta autoridad que les confiere un irrebatible mandato divino, quién debe o no gobernar un país, cuáles elecciones son o no válidas, quiénes son o no terroristas o narcotraficantes, de acuerdo con sus intereses. Cobijan a terroristas de la talla de un Luis Posada Carriles, convicto y confeso no solamente por la voladura de un avión de Cubana de Aviación con más de 70 personas a bordo, la mayoría deportistas, sino también de numerosos atentados más. Este engendro, vale decir, murió plácidamente bajo su protección.

Son ellos los que tratan con delicadeza digna de virginal damisela a uno de los principales capos del narcotráfico en el mundo, Álvaro Uribe Vélez, cabecilla de quienes gobiernan imponiendo un régimen del terror en la maltratada Colombia.

Son ellos quienes promueven golpes de Estado y sostienen a sanguinarios dictadores como Augusto Pinochet –quien aún sigue gobernando Chile a través de sus herederos de derecha e “izquierda” como Sebastián Piñera o Michele Bachelet– o el hondureño Juan Orlando Hernández, otro consumado narcotraficante en Centroamérica.

Es Estados Unidos el que amenaza descaradamente a jueces y fiscales de la Corte Penal Internacional si llegan a soñar con investigar sus cientos de miles de fechorías. Es desde la Casa Blanca y el Pentágono donde se determina qué debe hacerse o no en los organismos multilaterales, apenas detenidos por China y Rusia en la ONU, con la valiente adhesión de gobernantes de naciones dignas rehusadas a plegarse a sus órdenes.

Es Estados Unidos el principal protector y promotor de esa bofetada en el rostro de la humanidad que nos da Israel con su perenne y salvaje agresión al noble pueblo palestino.

Pero bajo el prisma de la doble moral de los genocidas de Washington y sus mandaderos, son otros los que propician el terrorismo; son otros los que promueven dictaduras y solo son dictadores quienes ellos determinen, así hayan sido electos de manera libre, mayoritaria y soberana como nuestro presidente legítimo y constitucional, Nicolás Maduro Moros. Es desde ese nido de criminales en la avenida Pensilvania de la capital estadounidense, la nación con mayor nivel de consumo de drogas en el mundo, donde se decide quiénes son o no narcotraficantes, según sus alianzas estratégicas.

El “caso” Venezuela

Es en ese contexto, el del secuestro del Derecho Internacional, en el que debemos analizar lo que ha venido sucediendo con Venezuela a partir de la llegada del comandante Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana, así como desde hace más de cinco décadas pasa con Cuba y ha venido ocurriendo con otras naciones negadas a someterse al yugo imperial, como nuestra hermana Nicaragua.

Todos los intentos de golpes de Estado, los magnicidios frustrados, el paro terrorista contra  nuestra industria petrolera, el salvaje atentado contra el Sistema Eléctrico Nacional, los intentos de invasión, las guarimbas pretendiendo desatar una guerra civil y el bestial bloqueo económico, comercial, financiero y territorial en contra de nuestra Patria, están vinculados a la impunidad del monstruo del norte, amparado en el conculcamiento del Derecho Internacional.

Cuando desde la Casa Blanca y el Pentágono designaron  a un títere como supuesto “presidente interino”, simplemente abrieron las puertas al robo de los activos del Estado venezolano, léase del pueblo, en el exterior.

Cuando persiguen a personas naturales y jurídicas o gobernantes dignos que no se han postrado ante sus órdenes y de manera decidida y solidaria contribuyen a paliar las consecuencias de las infernales agresiones de las cuales estamos siendo víctimas, es precisamente porque tienen abiertas de par en par las puertas de la impunidad.

Es ahí donde se inscribe el secuestro de Alex Saab, utilizando literalmente como papel higiénico su condición de diplomático, porque Estados Unidos también invadió a sangre y fuego los terrenos del Derecho Internacional, sumando otra muesca más en su historial de crímenes.

Más que a una persona a quien le han sido violentados sus más elementales derechos humanos al ser enjuiciado por el “delito” de apoyar la alimentación de un pueblo escarnecido por un asedio criminal, el “caso Venezuela”, representado en esta ocasión por el de Saab, debemos entenderlo y asumirlo como otra prueba más de unos genocidas seriales que solo han venido cambiando de nombre en la Oficina Oval a lo largo de la historia, pero  siguen siendo los mismos sobre los cuales nos alertó El Libertador hace casi 200 años, aunque abarcando más allá de nuestro continente y ahora con el Derecho Internacional también entre sus dominios.

 

Hacer un comentario.




Los comentarios expresados en esta página sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Este sitio no se hace responsable por los mismos y se reserva el derecho de publicación. Aquellos comentarios que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto y/o que atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, este sitio se reservará el derecho de su publicación. Recuerde ser breve y conciso en sus planteamientos. Si quiere expresar alguna queja, denuncia, solicitud de ayuda u otro tema de índole general por favor envíe un correo a contacto@psuv.org.ve