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11.Mar.2019 / 11:21 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Definición de «poder»: cualidad (verbo y sustantivo) de aquella persona o grupo que acumula, controla y gestiona la energía.

Sustantivo: si dominas la energía, tienes poder.

Verbo: si tienes energía, puedes.

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Somos vulnerables porque la configuración, los métodos, el «modo» en que estamos diseñados como sociedad fueron decididos y desarrollados por el enemigo.

Si el enemigo creó y diseñó la manera en que accedemos a la energía, el enemigo decide cuándo y cómo será ese acceso a la energía y cómo y cuándo ese acceso se interrumpe.

Energía: alimentos, electricidad, gasolina, gasoil, gas doméstico. Saque la cuenta de cuántas veces nos han cortado o entorpecido el acceso a esas fuentes de energía y ahí tienen, diáfano y monstruoso, el método, la perversa forma en que el enemigo ejerce la gestión de la energía en contra nuestra, cada vez que le da la gana.

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Un pueblo que se declara en rebeldía tiene una misión primaria, que es destruir o al menos cuestionar lo existente, lo que nos acostumbraron a ver como algo normal.

Un pueblo que se declara en Revolución tiene otra misión primaria, que es sustituir la forma de funcionar de la sociedad existente, esa cosa «normal» donde la energía hay que comprarla.

Destruyes mientras vas construyendo. Revisen ustedes a ver qué hemos destruido y qué hemos construido.

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Decir «el petróleo es nuestro» es una declaración ingenua. Sería nuestro el petróleo si nosotros hubiéramos creado alguno de los mecanismos y maquinarias necesarias para su extracción y procesamiento. Tener un océano de petróleo pero depender de los artefactos creados por el enemigo para extraerlo y procesarlo es como tener mamá pero tenerla muerta.

Lo que está tratando Estados Unidos de revertir es el atrevimiento de un loco que quiso darle una voltereta a la historia y decidió que ese petróleo no era de los gringos y los ricos sino de los negros, los indios, los pobres, los condenados y los maldecidos de la tierra. La jugada funcionó un rato, pero ahí vienen los gringos por lo que consideran suyo; nuestra misión es evitar que la hegemonía mundial, dueña de la energía del planeta, venga y desbarate el sueño de Chávez así tan fácil y de gratis.

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Eso de la propiedad de la energía en manos de gobiernos y corporaciones, de los poderes hegemónicos, se ha convertido en norma y orden, en imperio de facto, por vía de la fuerza, por vía del chantaje legal y también mediante un persistente y muy hábil manejo de la ideología y la cultura, de la imposición de valores y necesidades no siempre reales. A ver si logramos ilustrar ese enunciado tan retorcido con algún ejemplo actual.

Hasta no crear nuestros métodos, hechuras y estructuras no produciremos una victoria perdurable

A ver: Guri. A cualquiera de nosotros se nos pregunta: «Si Estados Unidos sabotea e inutiliza Guri, ¿qué procede hacer?». La respuesta mayoritaria seguramente será: «Pues hay que reparar el Guri». Suena obvio, y en cierta forma lo es, pero no es definitivo ni concluyente; hay que reparar lo que dañaron en Guri para resolver lo que nos depara el futuro inmediato. Pero hay un futuro que no es tan inmediato, y ese es un territorio que deberíamos imaginar, diseñar y construir mediante una lógica distinta a la que hizo posible el sistema basado en la represa de Guri. A menos, claro, que nuestros planes sean estar sujetos para siempre a Estados Unidos y pagar la estabilidad de un sistema eléctrico nacional a punta de petróleo y sumisión. Nos portamos bien con Estados Unidos y ya Estados Unidos no nos sabotea más el Guri. Que siga esa fuente de energía al servicio del capitalismo transnacional: suena fácil, y ya muchos compraron esa opción.

Al finalizar el gigantesco apagón de estos días la expresión y la sensación general fueron de júbilo: nos salvamos, superamos el sabotaje. A muy poca gente se le habrá ocurrido que esa cosa que hemos reparado es obra del enemigo, y que seguirá dependiendo del enemigo lo esencial de su funcionamiento: los repuestos, la tecnología, el conocimiento del mecanismo y del sistema son obra del capitalismo, por lo tanto:

  1. volverán a sabotearlo en el futuro, y
  2. si esa mierda le ha servido a la ciudad capitalista entonces no nos sirve para la construcción del socialismo.

La felicidad de nuestra gente por la hazaña de haber restaurado el sistema Guri me recordó, inevitable e irremediablemente, a esa repulsiva, estúpida (iba a decir «infantil» pero la mayoría de los niños no se merece el insulto) e inexplicable actitud de nuestros propagandistas, que exhiben y difunden como un logro social arrechísimo el que miles o millones de personas se movilicen en carnavales y semana santa a rejoder las playas y demás entornos naturales con su ruido, su consumismo y su basura citadina. «Aquí no hay crisis, mira cómo perrea y se emborracha esa multitud». La crisis es también esa condición mental (cultural e impuesta) que lleva a esos vergajos a despilfarrar lo que deberíamos invertir mejor como país (gasolina, fuerza de trabajo, tiempo productivo: ENERGÍA). Un sujeto que dilapidó 500 litros de gasolina y varios kilos de alimentos y bebidas en la misión suprema de movilizarse 600 kilómetros ida y vuelta, sólo para broncearse, saturar de mierda y ruido un pequeño pueblo de Venezuela; para evadirse de la actual situación de guerra, para echarse unas fotos y que lo vieran bailar: ese irresponsable no merece ser mostrado como ejemplo de lo que significa ser feliz. Entre otras cosas, porque ese mismo idiota que echó a la basura ese montón de recursos energéticos corporales, logísticos y de maquinaria, seguramente se sobresaltó el viernes por la noche y lanzó su sentencia: «Marico pero ¿qué pasó? O sea, ¿por qué el gobierno administra tan mal la energía? ¡Exijo que me devuelvan MI derecho a despilfarrar energía, ¡O SEA!».

Si la felicidad consiste en derrochar recursos limitados entonces usted nunca va a ser feliz, porque los recursos y la energía no le pertenecen. Usted accede a las formas de energía a las que nos habituó el capital porque tiene con qué pagarlas o hay «alguien» que las paga por usted. ¿Es gratis la gasolina? No: el Estado la paga por usted. Y usted decide si la administra con fines justicieros o la despilfarra.

Así ha funcionado y sigue funcionando la imposición de un modelo civilizatorio: convence a tus esclavos/consumidores de que más allá de este sistema no hay alternativas ni posibilidades. Hemos sostenido insólitas discusiones con camaradas marxistas, que escupen y se escandalizan cuando uno propone repensar la forma de producir alimentos, porque según su visión no es viable ni deseable activar los poderes colectivos del pueblo en la misión de realizar tareas de producción. No señor: eso le corresponde a la clase campesina; lo que hay es que ponerles a los campesinos un sueldo digno y mejorarles la calidad de vida y zámpele, compañero, en la lógica agroindustrial. Calidad de vida, empleo, agroindustria, campesinos: no nos atrevemos a conmover y tan siquiera a cuestionar los esquemas y los conceptos del capitalismo, pero reclamamos la etiqueta de vanguardia revolucionaria.

De nuestro Simón Rodríguez y del ejemplo de Vietnam deberíamos o debimos aprender hace rato lo esencial de la gran guerra civilizatoria en que estamos metidos: al enemigo se le derrota con armas, pensamiento y procedimientos propios. Con las armas que ellos mismos inventaron lograremos alguna victoria, pero sólo la creación genuina de métodos, hechuras y estructuras produce victorias perdurables.

Por José Roberto Duque

Misión Verdad

 

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