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21.Dic.2016 / 01:29 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Yo creo que no, desde el 7 de diciembre de 2015 en la madrugada, cuando se dieron los resultados de las elecciones de diputados para la Asamblea Nacional, ya todos sabíamos que sería un año duro este 2016. Lo que no sabíamos o no teníamos certeza era de cuán duro sería.

Vivimos tiempos de guerra, donde se usan múltiples armas y medios para tratar de derrotarnos, el teatro de operaciones es la vida cotidiana en sus diversos ámbitos, el trabajo, la calle, la escuela, el mercado, la buseta. Las armas: radio, tv, periódico, cine y las redes. Estas armas son expansivas, quienes no logran evitar el disparo directo suelen contagiar a otros ya que el principal blanco son nuestros cerebros, las mayorías de las bajas las podemos ver caminando por ahí, pero realmente son cadáveres que andan, gente que ya no puede ni tiene la capacidad de discernir quiénes son amigos y quiénes enemigos, quién le hace daño y quién trata de protegerlos y, por supuesto, que mucho menos podrán pensar en cómo acabar con estas condiciones materiales que hoy nos hacen objetos y sujetos de esta embestida.

El enemigo ha hecho todo lo posible por destruirnos, han usado casi todo su arsenal en nuestra contra, desde robarnos el salario hasta intentar rendirnos por hambre, y tienen con qué, les pertenece toda la infraestructura del poder económico. La banca es de ellos, las redes de distribución son de ellos, los supermercados, la agroindustria, los sistemas de transporte, todo lo que puede servirles para el sitio que nos han impuesto son de su propiedad y aún así a pocos días de que termine este año, aquí seguimos de pie, firmes y en batalla.

Lo que no quiere decir que no se han producido bajas. Claro que ha ocurrido, las podemos contar por millones, son esos que te dicen «yo era chavista pero» o «Yo soy chavista pero no estoy con Maduro». Y es que sería muy inocente creer que semejante ofensiva no tendría algún efecto sobre nosotros las grandes mayorías.

Pero también estamos los que aún resistimos, los que no nos permitimos doblegarnos y que aún todavía también podemos contarnos por millones. Están de este lado los heridos, que son esos que dicen que no se metieron a escuálidos sino que son críticos, pero eso sí, críticos del gobierno, no del capitalismo. Y a veces llegan a ser tan insidiosos que pueden ser peores que los líderes de la oposición. Por culpa de estos personajes, en su mayoría profesionales de carreras diversas o militantes políticos del dogmatismo de izquierda, quienes cuentan con capacidad de crear opinión y suelen invisibilizar a los responsables del ataque contra nosotros, para candorosamente asignar culpas dentro del directorio revolucionario. Esto lejos de ayudar contribuye a que los que seguimos de pie menospreciemos nuestra capacidad para resistir, nuestra habilidad para avanzar y la inteligencia del directorio revolucionario. Una muestra de eso es la reacción del chavismo crítico ante el jaque cantado por el gobierno a la mafia que estaba destruyendo el papel moneda dentro y fuera del país.

Es impresionante cómo este sector del chavismo que se autodenomina crítico es incapaz de disfrutar de las victorias, sean grandes o pequeñas. Para todo tienen un «pero», a todo le consiguen algún detalle o desperfecto y sin duda alguna seguro lo hubiesen hecho mejor según ellos. Evidentemente si hay algo que no sufren es de la falta de autoestima.

En la guerra el factor sorpresa es primordial, por tanto las emboscadas siempre serán tácticas muy útiles que incluso pueden conducirnos a victorias estratégicas. Pero para que esto ocurra, debe ser manejado todo en estricto secreto, incluso al punto de tener que simular que no se sabe lo que hace el enemigo, o de hacerle creer a los propios aliados que estamos a punto de ser derrotados.

Esto es un aspecto esencial en los principios (o fundamentos) del arte de la guerra, sin embargo, estos críticos de la izquierda ungida por el señor Jesucristo de los manifiestos de los últimos manuales, sólo saben apreciar las tácticas y las estrategias del afuera, sólo saben de los soviéticos, vietnamitas, chinos o cubanos. Y ni teniendo todo este conocimiento acumulado les sirve aunque sea para comparar. Pero claro, como esta guerra no se desarrolla en medio de una selva o una ciudad a tiro limpio, bombazo, mierda y sangre, pues no es una guerra, o por lo menos no como la que ellos tienen prediseñada en sus cerebros.

Los soviéticos le permitieron a los nazis entrar casi hasta Siberia antes de destruirlos completamente, por resultar insostenible el mantenimiento de las líneas de suministros fascistas. Eso necesitó obviamente un temple de acero por parte del pueblo ruso, que por cierto tuvo que poner más de 20 millones de muertos en esa invasión imperial, promovida y financiada por europeos y gringos y antecedida por un bloqueo comercial, guerra económica y una sostenida campaña que buscó matar de hambre primero y bajos las bombas después a todo un pueblo.

A los cubanos les tocó batallar dentro de su propio territorio con terroristas que se encargaron de asesinarles a cientos de compatriotas antes de ser detenidos o desmanteladas sus bases de operaciones.

Los vietnamitas tenían como filosofía combatir con el invasor gringo sólo si estaban lo suficientemente cerca como para ser «tomados por el cinturón del pantalón», aun y cuando obviamente eso pusiera en peligro la vida del propio combatiente o de los civiles. A ese pueblo le costó más de un millón de muertos y por lo menos cinco veces más el número de heridos derrotar al enemigo.

A nosotros nos ha tocado una guerra distinta en sus modos, pero con fines exactamente iguales. En medio de ella hemos alcanzado notables victorias y sufrido derrotas, más las primeras que las segundas, pero siempre siendo estas últimas muy dolorosas.

Este año en particular parecía ya perdido. Al asumir los escuálidos la Asamblea Nacional se agudizó el acaparamiento, el desabastecimiento, la especulación, el malandreo de los comerciantes y empresarios. Era un ataque frontal y por todos los flancos. La banca, que no había entrado de forma directa a jugar y lo hizo en noviembre, se tiró una primera operación de apagar toda la plataforma de pago electrónico, lo que obviamente sirvió de señal a paramilitares, narcotraficantes y contrabandistas para agudizar aún más la extracción del papel moneda, operación que, cabe destacar, ya tenía dos años.

Y es aquí donde deseo detenerme, los críticos se aferran de eso para señalar, juzgar y acusar al gobierno de blandengue, torpe e inoperante, y la frase más común «desde cuándo se venía denunciando esto y no hicieron nada», y concluyen con «desde cuándo se tuvo que haber tomado esta medida». Los más atrevidos incluso llegan a soltar la perla «con Chávez esto no hubiese ocurrido». Haciendo un esfuerzo en encontrar una derrota en donde todos estábamos celebrando una nueva victoria.

Ignoran de forma olímpica que una de las claves de la política chavista para enfrentar la guerra es la audacia, la cautela extrema y la valentía. Y es así porque así no los enseñó Chávez, quien a veces peleó incluso al borde de la cornisa, donde todas las probabilidades estaban en nuestra contra y terminábamos obteniendo fantásticas y demoledoras victorias. ¿Pero cómo lo hacía? Lo hacía con mucha inteligencia y conocimiento del enemigo. Sabía, por ejemplo, de la arrogancia del poder y de cómo siempre nos han subestimado. De la falta de olfato político del enemigo y de su gran distanciamiento con la realidad de las grandes mayorías.

Así, por ejemplo, podemos recordar cómo teniéndolo todo en contra los derrotamos en el 98, o cómo con el gobierno caído e incluso entregado el Comandante Chávez (qué más audacia que esa) en abril de 2002, se logra revertir por primera vez en la historia un golpe de Estado Imperial. Luego cómo se logró recuperar Pdvsa incluso a costas de pérdidas mil millonarias. Siempre se les dio la cuerda, se les soltó el náilon para luego echarles esos jalones que terminaban con el enemigo sentado de culo.

Esto debemos traerlo a colación porque en esta victoria de fin de año ha ocurrido lo mismo, con discreción absoluta, incluso rayando en la indolencia. Se le permitió al enemigo creer que tenía el control sobre nuestro cono monetario. Se les dio sedal para que mordieran el anzuelo y cuando estaban atapusaos se les jaló. Con todo lo que se ha dicho es poco, incluso para determinar todas las implicaciones que nos dejará el haber ganado esta batalla. Porque no es sólo que se les ha dado un golpe a las mafias y a la antipatria, eso es lo de menos. Porque mientras en este proceso a nosotros nos tocó resistir lo que a cualquier otro pueblo le hubiese costado una guerra civil, el gobierno maniobraba internacionalmente para que este golpe coincidiera con la subida del precio del petróleo, arduamente trabajada por cierto.

Sentaba a negociar a los jefes de la MUD y por mampuesto a sus dueños, los obligaba a reconocer la guerra económica y su accionar al margen de la ley dentro de la Asamblea Nacional, les imponía los rectores del CNE, evitaba el enfrentamiento que tanto esperaban y además todo al mismo momento en que el pueblo sirio pareciera coronar con victoria su lucha contra la invasión imperial y con la consolidación de la multipolaridad encabezada por Rusia y China en la geopolítica mundial.

No es poca cosa lo que se ha logrado, pero como nos enseñaron a pensar de manera fragmentada, es decir por pedacitos, escuchamos a los eternos llorones haciendo reclamos, que además cabe destacar no tienen derecho para hacerlo porque muy poco han trabajado en las victorias conseguidas, más allá de su soltura de muñecas y dedos para escribir en sus teclados. No se evalúa el todo de la batalla, la ganancia global, y evidentemente se menosprecia y no se valora en su exacta magnitud. Todo esto apuntalando la Revolución que nos ocurre, porque cada día ésta se muestra más realenga y suelta.

Por ejemplo, no hay nada más revolucionario que demostrar la estafa que es el sistema capitalista en todo su conjunto. Cuando 300 mil millones de bolívares en billetes de 100 fueron sacados por el enemigo de nuestras fronteras, con la intención de deteriorar mucho más la economía de este país, nunca esperaron que dentro de las posibles jugadas del gobierno estuviera mostrarnos a todos que el dinero no existe y que no es más que una convención social donde todos acordamos que un papel puede ser intercambiado por un bien, un servicio o una obra. Porque el decretar que el billete de 100 ya no tiene valor no es otra cosa que eso. Y ese conocimiento que adquirimos de la vida real y que no nos viene de la teoría es indeleble, quedará en cada uno de nosotros de forma consciente o inconsciente, sobre todo en el enemigo, que lo pensará dos veces antes de volver a sacar el dinero, sabiendo que al gobierno poco le importa esa convención social.

La alegría que se produjo masivamente en las calles de Venezuela con el anuncio de la medida tomada por el gobierno, con relación a la eliminación del billete de 100, dio paso al chalequeo morboso, de los que sin pensarlo dos veces empezamos a hacer chistes de las desgracias de cada hijo de puta que durante estos meses nos despojó del salario y se reía de nosotros cuando sin razón alguna aumentaban los precios y cerraban diciéndote «no hay punto, sólo efectivo».

Los pobres, como dice el poeta Carlos Angulo, «nos alegramos con cualquier vaina». Saber que los comerciantes, que durante todo este tiempo nos robaron, se iban a tener que meter todo ese efectivo por el culo nos hizo la semana. Pensar en cada malparido contrabandista, paramilitar y narcotraficante, que hasta ayer utilizó el terror para desmoralizarnos y hacer negocio con eso y ahora estaba endeudado hasta con su propia vida, nos dio un fresquito. Inferir que la bastarda oligarquía colombiana empezaría a pedir cacao por sus casas de cambios pagó la fiesta.

Porque si algo hay que dejar claro es que el objetivo principal de esa medida eran los actores transnacionales, incluidos nuestros vecinos. Y que por retruque también golpeaban a sus lacayos internos.

Esta victoria fue total, pero ni aún así los críticos se sintieron complacidos, como siempre se encargaron de buscarle cualquier detalle sin valorar la jugada en su totalidad, ni todo el esfuerzo invertido por todo un pueblo, que de una manera que aún no logramos comprender no caímos en ningún tipo de provocación, que era lo que se esperaba. Siendo esto fundamental para esta victoria, porque llevó a los conspiradores a intensificar el ataque, lo que dio como resultado que se hundieran mucho más en la trampa montada. Nada de eso se valora por los preclaros, que como ya dijimos fueron heridos y andan es renqueando, esperando que los demás nos detengamos para atenderlos, dejando a un lado nuestra principal misión que es seguir avanzando.

Y seguir avanzando es fundamental, porque si algo queda claro es que el enemigo no va cesar en sus ataques, en el corto plazo no es previsible que nada mejore, ni que vuelvan los tiempos de la bonanza, ni siquiera si el petróleo subiera a $100 y, esto es porque el sistema entero se está desmoronando, es una guerra planetaria entre los dueños por ver quién se queda con todo el planeta.

En el marco de esa guerra nosotros somos uno de los tantos teatros de operaciones. Como podemos ver, el problema no es que si el gobierno hace o no hace. La revolución no es lo que está mal, lo que no funciona es la institucionalidad burguesa porque se ha vuelto una terrible carga; la ética del trabajo esclavo ha hecho aguas, todos hemos comprendido que trabajando nadie se hace rico y que la riqueza proviene del robo y el saqueo. Las bases fundamentales del capitalismo ya no pueden sostener todo el andamiaje que hasta hace apenas unas décadas funcionaba perfectamente. Este gran caos es lo que se llama Revolución.

Más allá de las pancadas de ahogado que pueda dar el enemigo en lo que resta de año, este round es nuestro. Aun cuando estuvimos contra las cuerdas todo el año, logramos sacar contundentes golpes que lograron descolocar al contrincante, pero, y aquí viene el riesgo de este tiempo, es que si no nos planteamos un hacer, un construir, un pensar que nos permita prefigurarnos un futuro distinto al capitalismo, como dice El Cayapo, «podremos ganar todas las batallas y aún así perder la guerra». Pueblos valientes como el soviético, el vietnamita, el cubano o el chino son ejemplos claros de eso, luego de ganarle todo al imperialismo perdieron la batalla cultural y fueron asimilados por la cultura capitalista.

En medio de este triunfo de fin de año no valorarnos para estar llorando porque las instituciones del gobierno no están haciendo su trabajo y más bien pareciera que sabotearan, es de miopes. Valoremos este triunfo de fin de año y no persigamos más derrotas. El año 2017 viene cargado de más batallas, porque además las revoluciones, pero por sobre todo esta, no ocurren para que el sistema imperante mejore o sea administrado correctamente, no. Las revoluciones ocurren para desbaratar lo existente, mostrarnos descarnadamente la tragedia que somos y darnos la posibilidad de crear lo distinto.

Por: Juan Manuel Mendoza

Misión Verdad

 

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