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6.Jun.2016 / 09:07 am / Haga un comentario

Foto: Ciudad CCS

Foto: Ciudad CCS

Las pequeñas guarimbas suscitadas el día de ayer en las avenidas Urdaneta y Fuerzas Armadas recalca un modus operandi que viene siendo aplicado con recurrencia en distintas zonas del país, sobre todo en aquellas de alta concentración poblacional y comercial. Los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución (CLAP) son el objetivo a destruir por esta nueva fase del conflicto en su variante “ciudadana”.

Los hechos en las avenidas Urdaneta y Fuerzas Armadas

Desde las 6:00 am el jefe de Gobierno de Distrito Capital, Daniel Aponte, la Sundee y organizaciones populares se desplegaron en el centro de Caracas, en las avenidas Sucre, Baralt y Urdaneta, con el objetivo de realizar ventas supervisadas de productos regulados en los comercios de la zona. A las 11:00 am aproximadamente, y ante la negativa de que los productos fueran vendidos en su totalidad a las mafias de bachaqueros que pululan en la zona, estos grupos comenzaron a incitar saqueos, a realizar destrozos una cuadra más arriba y a trancar calles adyacentes y principales.

Según testimonios ofrecidos por habitantes de los edificios ubicados entre las esquinas La Pelota y Abanico de la avenida Urdaneta, los individuos que protagonizaron los disturbios forman parte de mafias dedicadas a venta de cupos en las colas y a la reventa de parte de los productos que son adquiridos, jugando en llave con los comerciantes y distribuidores. No viven en la zona y además tienen un trabajo sistemático de descrédito hacia el chavismo en las colas. Más que simples bachaqueros, son operadores políticos que defienden su ocupación como el último eslabón dentro de la salvaje estructura paraeconómica parida por grandes empresarios y comerciantes.

Aunque la denuncia que realizara el alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, sobre la participación del partido Bandera Roja como promotores de los disturbios ha sido deslegitimada por los medios de comunicación locales y extranjeros, hay un dato que certifica su participación. Sairam Rivas, dirigente universitaria de la UCV y militante del partido, protagonizó una protesta ante el Ministerio para la Educación Universitaria horas antes de los hechos violentos en la Urdaneta, que tenía como eje la exigencia de “comida” para el comedor de la UCV. Pero Rivas no es cualquier dirigente estudiantil que lucha por reivindicaciones. Fue detenida por el Sebin por participar activamente en las guarimbas del año 2014, específicamente en el campamento ubicado en la plaza Alfredo Sadel. Tiene experiencia organizando manifestaciones violentas y sabe cómo organizar guarimbas, en búsqueda de ese cometido fue que participó en los disturbios del centro de Caracas.

Los habitantes de la zona también manifestaron la existencia de encapuchados que arrojaban piedras y objetos contundentes a la GNB y PNB. El prontuario habla por sí solo y escenifica cómo grupos entrenados en tácticas de guerra urbana tenderán a aprovechar situaciones de este tipo para aumentar la escalada de violencia en la calle y capitalizarla políticamente.

Intoxicación mediática

Medios nacionales e internacionales cartelizaron rápidamente los acontecimientos bajo el manto de “protestas por comida”.

Medios internacionales como ABC, Reuters, Bloomberg, AFP, AP y otros de factura local como La Patilla, El Estímulo, Crónica Uno y Runrunes, utilizando los principios de propaganda de orquestación y simplificación, intentaron demonizar a los CLAP acusándolos de supuestamente desviar alimentos de los comercios del sector para beneficiar a consejos comunales de otros zonas.

Fue proyectado nacional e internacionalmente como la medida que detonó “la protesta”. Los principales medios de la burguesía intentan sabotear el accionar chavista en medio de la guerra, atacando una de las propuestas más sólidas que puede minimizar la tensión en uno de los frentes más complicados del conflicto: el alimentario.

Pero la mentira tiene patas cortas. Durante el operativo comentado con anterioridad, lo que precisamente se buscaba era privilegiar el acceso a los productos regulados a los habitantes de la zona por encima de la mafiosa triangulación que existe entre comerciantes, distribuidores y bachaqueros: la principal agencia responsable de las colas y de la reventa de productos a precios cada vez más corrosivos al salario. No hubo ningún desvío, sino un intento de sincerar la distribución de productos básicos, que además venía dándose con normalidad.

Es en el marco de esa sinceración que se generó la reacción violenta por parte de los comerciantes y mafias dedicadas al bachaqueo: los principales interesados en que no prospere otra alternativa que suponga la eliminación de su estado de excepción hiperespeculativo y mafioso. No hay ningún rasgo de espontaneidad en lo ocurrido. Pero para eso están los medios: para insuflar una atmósfera de falsa protesta y para deslegitimar la propuesta chavista de los CLAP, posicionándola a su vez como la supuesta responsable de la agudización del desabastecimiento alimentario.

Esto no es nuevo

Tanto el tratamiento mediático como las acciones irregulares relacionadas con saqueos, disturbios y “protestas ciudadanas” se corresponden con la estandarización de un procedimiento que viene aplicándose a distintas escalas, con el propósito de incitar y promover un estallido social que busque un deslizamiento político en Venezuela a favor de los sectores de la derecha.

Estas operaciones han venido aumentando en los últimos dos meses: Maracaibo (26 de abril), La Isabelica, Carabobo (26 de abril), centro de Maracay (27 de abril), Petare (28 de abril), Mérida (19 de mayo), Mercado Mayorista de Maracay (11 de mayo), Guarenas (11 y 17 de mayo), otra vez La Isabelica (19 de mayo), Carapita (24 de mayo) y Mercado de Catia (31 de mayo). Este registro arroja un dato que describe los rasgos procedimentales de estas acciones irregulares: todos los saqueos se han dado en redes públicas de alimentos que sirven como centro de acopio para los CLAP (CVAL, ALAS, Pdval, Mercal, mercados municipales, etc.) y en establecimientos privados que incurren permanentemente en delitos de acaparamiento y especulación, los cuales se encuentran en la mirilla de la Sundde y organizaciones comunitarias.

En todas han logrado trancar la circulación vehicular y ocasionar destrozos que paralizan por varios días las actividades comerciales, hechos que aumentan su influencia como acto conmocionante dentro de la opinión pública. En un menor grado de intensidad, también se han registrado en estos y otros estados, ataques directos y saqueos planificados de camiones con productos básicos para evitar que lleguen a un punto en específico, ampliando a distintas escalas la capacidad de daño de acciones irregulares relacionadas con el alimento.

Swarming y el chavismo como objeto 

En el caso de los disturbios suscitados en Catia el 31 de mayo, el medio Crónica Uno elaboró un reporte donde los hechos violentos son endosados al supuesto “desorden” de los CLAP y las UBCh, y posteriormente al supuesto desvío de alimentos del Mercado de Catia a consejos comunales adyacentes. Ya en este punto, el medio se une a Runrunes y a La Patilla como uno de los grandes corresponsales de las acciones irregulares en el país y de su legitimación antipolítica.

Crónica Uno miente cuando habla de “desvíos”, puesto que los CLAP tienen sus propias rutas y centros de acopio para abastecer a la población censada, que además no requiere ser militante del PSUV y ni siquiera ser miembro del consejo comunal. Lo que sí revela e insufla este medio es la puesta en práctica de tácticas de desinformación en la calle sobre la supuesta centralización de los CLAP, la instalación de rumores confusos sobre la eliminación de ventas de productos regulados, que cumplen la labor de legitimar hechos violentos ante cualquier venta supervisada en establecimientos comerciales o cualquier acción que busque limitar el despliegue del bachaqueo y las mafias comerciales.

Pero lo que hay detrás de esta satanización desesperada no es más que el intento de ubicar al bachaquero como un actor político de vanguardia que asuma el combate en la calle contra la movilización del chavismo. Este actor se mueve bajo tácticas y procedimientos conocidos como swarming (enjambramiento), donde los promotores del caos y destrozos son difíciles de identificar, su proyección es despolitizada por los medios bajo la generalización de “protestas por comida” y adquiere un carácter de falsa autonomía con respecto a los actores políticos que capitalizan esas acciones.

Ese ha sido el denominador común y el marco operativo en la mayoría de los casos relacionados con saqueos, disturbios y “protestas ciudadanas” que se han registrado en distintas ciudades del país. Existe una infraestructura de convocatorias y de comunicaciones por distintas vías (PIN, Whatsapp, boca a boca en el terreno, etc.) que potencia su capacidad de organizar y desplegar tumultos, para difuminarse e incitar saqueos sin mayores riesgos de ser identificados sus principales promotores.

Ejemplo de este procedimiento es la conversación que mostrara el presidente Nicolás Maduro el año pasado, entre el prófugo de la justicia Carratú Molina y José de Jesús Bustamante, donde planificaban incluir “estudiantes” entrenados para generar focos de violencia en las colas con el fin de aclimatar la opinión pública en función de un “estallido social” prefabricado. Hoy estamos ante el ejercicio de esta táctica para una escala mayor. Hay financiamientos y ánimos suficientes circulando en la calle para que estas acciones se desarrollen con una velocidad meteórica.

Corte de caja

Las tácticas de desinformación e intoxicación (tanto mediática como en la calle) con respecto a los CLAP sin lugar a dudas buscarán profundizar las colas en establecimientos comerciales y por ende la generación de condiciones para que se cometan actos violentos.

Recordemos que Chúo Torrealba hace par de meses había convocado a generar protestas violentas en las colas. Ramos Allup tampoco perdió tiempo y acusó de “ladrones” de comida al chavismo. “Si quiere comida, ya sabe dónde encontrarla”, dice el presidente de la AN. Esto representa un llamado abierto a la confrontación civil.

Existe una trama empresarial detrás que no se puede perder de vista. La presidenta de Consecomercio, Cipriana Ramos, se hizo eco de los rumores sobre la “centralización absoluta de los CLAP” de los productos básicos y dijo que el sector terciario (distribución y comercio) no está de acuerdo con la supuesta medida. Es decir, Consecomercio aprovecha este globo de ensayo para aumentar el desvío de alimentos y el acaparamiento en establecimientos comerciales de importantes ciudades del país.

Por otro lado, otros sectores empresariales (Polar, Cargill, centrales azucareros privados, Conindustria, etc.) han declarado una especie de huelga encubierta (paralización de plantas, “cierre de empresas”, etc.) que complica aún más el escenario del desabastecimiento. El bachaqueo responderá, en su condición de ejército y último eslabón de la cadena paraeconómica, a estas maniobras a gran escala para defenderse como alcabala dentro de las estafas de la guerra económica.

Así como en otros experimentos de guerras civiles como en Nicaragua, Yugoslavia y Siria, debe existir un punto de quiebre que artificialmente fragmente a la población y la enfrente. Dado que aquí no existen excusas como las diferencias étnicas, religiosas o un ejército irregular dotado de una ideología y de un importante apresto operacional, la grave situación alimentaria plantea ser ese punto de inflexión fabricado. Entre quiénes pueden acceder y quiénes no, versan todas las operaciones psicológicas, tácticas de guerra empresarial y agudización perceptiva del escenario para buscar un escenario de caos permanente protagonizado por la población misma, tal cual se intentó con “La Salida” en 2014. Es ahí donde el chavismo aparece como el gran objetivo a demonizar, estigmatizar y atacar.

El Gobierno está buscando nuevas formas y mecanismos para que el alimento llegue a la población sin intermediarios, sin pasar por el comerciante especulador, por el mafioso distribuidor o por las alcabalas del bachaqueo.

Una política de este tipo, audaz y estratégica, descoloca a aquellos sectores políticos y sociales minoritarios (políticos de derecha, empresarios, comerciantes, etc.) que son los principales interesados en que usted no coma o al menos que se le haga extremadamente difícil. Sobre todo en estos momentos es necesario jugar cuadro cerrado y aferrarse a la infalible moral chavista en medio de la tormenta. El directorio está buscando medidas para enfrentar una guerra sin precedentes. El enemigo solo busca administrar el caos a su favor. Usted y su familia no son una prioridad para ellos.

El chavismo no es pueblo equiparable con otros, como tampoco lo es su dirigencia. El margen de maniobra que abren los CLAP para dar golpes certeros a la guerra económica, los tiene operando con elevadísimos niveles de desespero, montando “protestas” improvisadas e intoxicando a la opinión pública para instalar una percepción desfavorable y minimizar sus efectos positivos.

Generalmente es ahí donde se desbocan y el pueblo chavista donde da sus lecciones más brillantes ante la historia. Es un momento complejo y el Gobierno actúa en consecuencia. Contrario a aquellos que tienen como único propósito arrasar al país para vender sus sobras.

William Serafino / Misión Verdad

 

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