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Por: Eduardo Piñate R.
Concluyó el sábado pasado la III ronda del diálogo entre el Gobierno Bolivariano y la oposición política que se desarrolla en Santo Domingo. Esa misma noche se anunció una próxima ronda, el jueves 18, en la misma ciudad.
Dos aspectos sobresalen en este momento: en primer lugar, el interés de la élite extremista que gobierna hoy a Estados Unidos de Norteamérica por bombardear y hacer descarrilar el diálogo convocado centenares de veces por el camarada presidente Nicolás Maduro, y aceptado, finalmente, por la oposición política cuando fue derrotada en su plan violento para hacerse del poder en 2016 y 2017. Las declaraciones de varios voceros del Gobierno estadounidense –Tomas Shanon, entre ellos– y del Congreso de ese país, apoyadas en Venezuela por las corrientes más fascistas, apuntan en esa dirección. Hay que decir aquí, que algunos representantes de estas tendencias dirigen hoy la delegación opositora en las conversaciones de Santo Domingo.
En segundo lugar, de las declaraciones de los voceros de ambas delegaciones y del presidente de República Dominicana, el sábado 13 de enero, queda claro que, si bien hay acercamientos de posiciones, no hay acuerdos en temas medulares. Decía en sus declaraciones el jefe de la delegación opositora –uno de los principales promotores del intervencionismo, las sanciones y el bloqueo económico y financiero contra Venezuela– que no se han cerrado los acuerdos “por la firmeza” que han tenido en sus exigencias. Eso debemos leerlo como que su objetivo es lograr en la mesa lo que no lograron en la calle con la violencia ni en las elecciones. O sea, derrocar al gobierno y destruir la Revolución.
Nuestra delegación, encabezada por Jorge Rodríguez y dirigida por el presidente Maduro, tiene claros sus objetivos: diálogo para la paz, para fortalecer la democracia participativa y protagónica, para levantar la economía productiva del país y para la independencia y soberanía, nunca para entregar la Patria ni la Revolución. Seguimos venciendo.