Opinión / Noticias / Stella Lugo

13.Jun.2017 / 07:34 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

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La confrontación histórica que toma a Venezuela como escenario en el ámbito latinoamericano, entra por estos días en su punto de inflexión. El conflicto político y social estimulado por el imperialismo norteamericano y que ejecuta con saña apátrida la dirigencia opositora, alejada incluso de los deseos de paz y no violencia de su propia gente, está en un limbo peligroso; y depende de la iniciativa que tengamos su escalamiento o conjura definitiva.

Hemos visto como el ímpetu movilizador mostrado por sectores antichavistas en las consecutivas convocatorias a marcha se diluye. Tercamente la oposición insiste en trancar calles y  marchar con cada vez menos personas que les sigan. Las jornadas de protesta han quedado sujetas a la violencia mercenaria y terrorista. El pasado sábado en Caracas, en la llamada “marcha hacia la victoria”, ni siquiera lograron arrancarla y se consolaron molestando a los habitantes del Este caraqueño, trancando una parte de la autopista Francisco Fajardo, apenas unos pocos pero muy violentos manifestantes.

La violencia ha cobrado muchas vidas, no discriminaré, todas y todos son compatriotas que no merecieron esa suerte. No podemos pasar estas páginas ensangrentadas de la historia sin exigir responsabilidades. Como sabiamente lo increpa el articulista Clodosvaldo Hernández al preguntar ¿quién puso un arma letal en las manos de Neomar Lander? A lo que yo agregaría ¿Y si el mortero que le cegó la vida a este niño hubiese asesinado a algún oficial de policía, padre de familia? ¿Sería diferente? Porque es obvio el carácter mortal del artefacto que manipulaba.  La muerte y destrucción generada por la extrema derecha, siguiendo el guion impuesto por el imperio, no discrimina en dolores y tragedias.

Coincido con José Vicente Rangel quién en su más reciente columna asegura que “la violencia se tragó la movilización” y se “volvió contra la dirigencia” opositora arrebatándole la conducción y aislando el movimiento golpista por el rechazo que ésta genera en la inmensa mayoría de la población.

Parte del problema que tiene la oposición hoy es la carencia de liderazgo. La debacle que sufre se sustenta en su eterna manía de mentir,  tergiversando las causas de las muertes, siendo la de Neomar Lander, de las manipulaciones más truculentas e insólitas que intentaron posicionar. Incendiar hospitales, autobuses, oficinas públicas, locales comerciales, sitiar a su gente en urbanizaciones, cobrar “vacuna”, extorsionar al empresariado- sé de empresarios que les dejan notas en sus locales “sugiriéndole” que se una al paro y así evitar ser “visitados”-. La abominable práctica de quemar personas solo por parecer chavistas, en fin, acontecimientos criminales que poco rédito político le ha generado a la oposición y mucho daño le ha causado a nuestra querida Venezuela.  Y lo peor: NADIE ASUME LA RESPONSABILIDAD.

Decía Confucio que “el mal no está en tener faltas, sino en no tratar de enmendarlas”. Que el antichavismo internacional y nacional haya errado en la valoración del momento histórico, haya subestimado al chavismo y su liderazgo y sobre todo nos haya concebido como un pueblo susceptible a recetarios y estratagemas golpistas aplicadas a otros países es un hecho. La arrogancia e irracionalidad con que actúan les impide enmendar los errores cometidos. La conspiración contra nuestro país gira repetidamente sobre un eje cada vez más desgastado.

Por el contrario, el Presidente Nicolás Maduro, consciente de que sus esfuerzos por la paz y su vocación de diálogo no impidió que el clima se contaminara de intolerancia y violencia, tomó una decisión histórica que dejó sin aliento a nuestros adversarios: convocó al Poder Constituyente Originario.

La audaz jugada le permitió, tal y como lo reconoció el analista Leopoldo Puchi, “retomar la iniciativa política”. La oposición dejó de luchar contra una supuesta dictadura y ahora se enfrenta a lo más democrático y participativo que tenemos gracias a Chávez, una Asamblea Nacional Constituyente.

Ese debe ser nuestro punto de encuentro. La fórmula de elección establecida en las bases comiciales, permite a la venezolanidad trascender de la diatriba partidista y pasar a una etapa superior. La próxima ANC se convierte en el espacio para el debate creador. Lo que el liderazgo político opositor no pudo hacer, lo que negaron tercamente quienes tienen la responsabilidad en la conducción política de un sector de la población que nos adversa, ahora queda en manos del ciudadano común, del campesinado, de la clase trabajadora, las y los estudiantes, el empresariado, el poder comunal y el liderazgo de base electo por cada municipio de nuestro país.

La Venezuela profunda, esa que brega cada día por superar dificultades, que trabaja de sol a sol, que se dedica con disciplina y tesón, esa Venezuela que es grande, la del espíritu indómito que llevó a nuestros jóvenes de la Vinotinto a coronarse Sub-Campeones Mundiales de Fútbol, esa estirpe Bolivariana que mueve la fibra de nuestra Yulimar Rojas, coronada la semana pasada como la Reina Mundial del Salto Triple. Esa juventud que a partir del 15 de junio se despliega a lo largo y  ancho del país de forma voluntaria para tocar, casa por casa, el alma y el corazón de las familias más vulnerables  portadoras del carnet de la patria. Esa es la Venezuela que nos une.

Nuestro Gigante Hugo Chávez supo darle praxis al pensamiento aliprimerista que nos enseñó “que la lucha por los hombres no se hace por caridad” y que como “hermosa periquera convertida en ventarrón” debemos derrotar la maldad y sacar lo mejor que tenemos, el amor para encontrar las grandes coincidencias que ayuden a construir un Patria Buena.

Toquemos nuestro corazón y demos espacio a nuestra conciencia. Todas y todos coincidimos en que queremos paz, tranquilidad, prosperidad, condiciones dignas para formar una familia, para ver crecer nuestras hijas e hijos en condiciones de equidad, con igualdad de oportunidades y protegiendo siempre al más vulnerable para que se haga fuerte.

Que ondee con fuerza nuestra bandera, con su amarillo, azul y rojo en las manos del Bravo Pueblo Venezolano y sus ocho estrellas sean luz y guía para alcanzar La Paz. La verdadera resistencia es la demostrada por nuestro pueblo que insiste en seguir el camino de la Independencia Definitiva. Ser hijas e hijos de Simón Bolívar y Hugo Chávez reviste un gran compromiso.

¡La historia nos exige hacer más humana la  humanidad!

 

 

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