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29.Ago.2017 / 08:35 am / Haga un comentario

Foto: Con el Mazo Dando

Foto: Con el Mazo Dando

Los gobiernos de izquierda o de tendencias progresistas —desde Hugo Chávez en Venezuela, los Kirchner en Argentina, hasta Manuel Zelaya en Honduras— se han impuesto en casi toda la región durante gran parte del siglo XXI, a través del impulso de programas para acabar con la pobreza y políticas de nacionalización de empresas, al tiempo que desafiaban directamente la hegemonía estadounidense en el hemisferio.

Sin embargo, en los últimos años muchos líderes de izquierda comenzaron a caer, muchas veces de forma extraña. A Zelaya lo destituyeron y militares golpistas se lo llevaron en piyama de la residencia presidencial. En Argentina, Mauricio Macri, un megaempresario, se hizo con el poder y ahora Cristina Fernández de Kirchner es acusada por supuesta corrupción. En Brasil, Dilma Ruseff, del Partido de los Trabajadores (PT), tras un escándalo por corrupción y protestas masivas, fue expulsada del gobierno por medio de un impeachment por presuntos cargos de malversación presupuestal.

Parece que hay un giro a la derecha en la política latinoamericana. Este cambio podría parecer consecuencia de un “reequilibrio” regional en el que se imponen fuerzas económicas. Allí, una organización llamada Atlas Network es omnipresente, como el hilo que conecta todos los acontecimientos políticos clave.

La Red Atlas ha tenido un profundo impacto en la ideología y el poder político en la región. Esta red de liberales, que ha reformulado equilibrios de poder país tras país, han funcionado como un apéndice discreto de la política exterior gringa. Los think tank (o “laboratorios de ideas”) asociados a Atlas reciben financiamiento, bastante discreto, del Departamento de Estado y de la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia, NED), que son un brazo esencial del “poder blando” estadounidense.

A lo largo de los años, Atlas y las fundaciones asociadas a ella han otorgado cientos de subvenciones a laboratorios de ideas conservadores y partidarios del libre mercado en Latinoamérica, incluyendo la red de liberales que apoyó al Movimiento Brasil Libre y organizaciones detrás de una embestida liberal en Argentina, como la Fundación Pensar, el laboratorio de Atlas que se fusionó con Propuesta Republicana (PRO), el partido político creado por Mauricio Macri.

Los líderes del Movimiento Brasil Libre y el fundador de la Fundación Eléutera, un influyente laboratorio de ideas neoliberal que surgió luego del golpe en Honduras, recibieron financiamiento de Atlas y son parte de la generación de dirigentes políticos formados en sus seminarios.

La Atlas Network abarca decenas de “laboratorios de ideas” en toda la región, incluyendo destacados grupos que apoyan a la derecha política en Venezuela y en la campaña de Sebastián Piñera, candidato de centroderecha que lidera las encuestas para las presidenciales chilenas de este año.

Brasil, desarrollo perfecto del método

En ningún otro lugar el método de Atlas se desarrolló mejor que en una nueva red brasileña de laboratorios pro libre mercado. Son institutos que trabajaron juntos para fomentar el descontento con las políticas socialistas, y mientras algunos se concentraban en los centros académicos, otros se dedicaron a entrenar activistas y alimentar una guerra constante en los medios de comunicación contra ideas de izquierda.

El esfuerzo por dirigir el descontento hacia la izquierda le dio buenos frutos a la derecha el año pasado. Los militantes del Movimiento Brasil Libre, muchos de ellos con formación en organización política adquirida en Estados Unidos, dirigieron un movimiento masivo para enfocar la indignación popular en un escándalo de corrupción contra Dilma Rousseff. La Operación Lava Jato todavía está en proceso, y su sistema de sobornos implica a dirigentes de todos los partidos políticos grandes, principalmente los de derecha y centroderecha. Sin embargo, con mucha habilidad en el manejo de los medios, el Movimiento Brasil Libre se las arregló para dirigir la indignación principalmente hacia la presidenta, para exigir su salida y el fin de las políticas de justicia social promovidas por el PT.

Las protestas, que para algunos son comparables a las del Tea Party estadounidense, terminaron con trece años de gobierno del PT y sacaron a Dilma del poder vía impeachment en 2016, con el discreto apoyo de los conglomerados industriales locales y una novedosa red de conspiración compuesta por voceros de extrema derecha.

El escenario en el que surgió el Movimiento Brasil Libre es nuevo. Hace diez años, sólo existían tres laboratorios de ideas liberales. Hoy, con el apoyo de Atlas, los institutos liberales son más de treinta y todos cooperan entre sí y con otros grupos.

Fernando Schüler, académico y columnista asociado al Instituto Millenium, otro think tank brasileño, explica que la única manera de revertir la tendencia socialista fue intentar ser más hábiles. “Con la tecnología la gente podía participar por sí misma, organizar manifestaciones públicas con bajos costos, usando redes sociales”, agrega para revelar cómo los liberales dirigieron las protestas contra los líderes de la izquierda.

Schüler deja claro que tanto el Movimiento Brasil Libre como su propio laboratorio reciben apoyo financiero de industriales y comerciantes locales, pero el movimiento ha tenido éxito en parte porque no se lo identifica con los partidos políticos existentes, a los que la opinión pública ve con recelo. Para él, la única manera de reformar radicalmente la sociedad y dar vuelta al sentimiento popular sobre el Estado de bienestar, era librar una guerra cultural permanente contra los intelectuales y los medios de izquierda.

La única manera de hacerlo posible, afirma Schüler, sería crear una red de organizaciones sin fines de lucro que libraran batallas separadas pero con los mismos objetivos liberales. El modelo existente, una constelación de think tanks de derecha en Washington que recibe poderosos apoyos, es el único camino posible para Brasil.

Y Atlas está haciendo exactamente eso. Financia nuevos laboratorios de ideas liberales, brinda cursos de organización política y relaciones públicas, apoya eventos de trabajo en red en todo el mundo y, en los últimos años, ha dirigido recursos extra para incitar a los liberales a que influencien la opinión pública por medio de redes sociales y videos en internet.

Con una competencia anual, la Red Atlas premia la producción de videos virales que promuevan la economía de libre mercado y ridiculicen las propuestas asociadas al Estado de bienestar.

También presente en Venezuela

La Red Atlas también ha estado presente en Venezuela, la nación latinoamericana permanentemente afectada por crisis políticas. Registros en posesión de la abogada y escritora Eva Golinger (obtenidos por medio del Freedom of Information Act, la ley estadounidense de libre acceso a la información), junto a filtraciones de la ex soldado, Chelsea Manning, revelan sofisticados esfuerzos realizados por el gobierno gringo para utilizar los think tanks de Atlas en una larga campaña de desestabilización contra el líder venezolano Hugo Chávez.

Ya en 1998, Cedice Libertad, el principal think tank de Atlas en Caracas, recibía financiamiento continuo del Center for International Private Enterprise (Centro para la Empresa Privada Internacional). En una carta de otorgamiento de fondos, la NED declara que la ayuda a Cedice está dirigida a “un cambio de gobierno”. No es casual, entonces, que el director de Cedice estuviese entre los firmantes del “decreto Carmona”, que apoyaba al breve golpe militar contra Hugo Chávez en 2002.

Un cable del año 2006 revela la estrategia del embajador de Estados Unidos en Venezuela para el momento, William Brownfield, para financiar organizaciones políticas en el país: “Fortalecer las instituciones democráticas, infiltrar la base política de Chávez, dividir al chavismo, proteger los negocios estadounidenses y aislar internacionalmente a Chávez“.

En la actual crisis política venezolana, Cedice promovió protestas contra el presidente Nicolás Maduro, sucesor de Chávez. Cedice tiene vínculos estrechos con la opositora María Corina Machado, una de las cabezas de estas protestas antigubernamentales. Machado ha reconocido públicamente el trabajo de Atlas; en un video enviado al grupo en 2014 aparece dando gracias a la Atlas Network, “a todos los luchadores por la libertad”.

El modelo Atlas

Tradicionalmente, los think tanks se conciben como institutos independientes que se crean para desarrollar soluciones no convencionales. En cambio, el modelo de Atlas se enfoca menos en producir propuestas genuinamente innovadoras que en establecer organizaciones políticas que tengan la credibilidad de instituciones académicas, para que así sean una herramienta efectiva en la batalla por mentes y almas.

Las propuestas libremercadistas —como quitarles impuestos a los ricos, reducir al mínimo el tamaño del Estado, privatizar empresas públicas, liberalizar el comercio y limitar el poder de los sindicatos— siempre se enfrentaron con un problema de percepción. Sus defensores se dieron cuenta que los votantes tienden a ver estas propuestas como un vehículo para favorecer a la clase alta. Por eso, recalificar el liberalismo económico como una ideología del bien común requirió complejas estrategias de persuasión pública.

El modelo de Atlas que ahora se disemina por toda América Latina se basa en un método perfeccionado durante décadas de lucha en Estados Unidos y Reino Unido, en la que los liberales se esforzaron por contener la marea favorable al Estado de bienestar que se dio tras la Segunda Guerra Mundial.

Atlas

LEE FANG / CON EL MAZO DANDO

 

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