Opinión / Noticias

1.Jun.2018 / 08:01 am / Haga un comentario

Poder popular

Por Geraldina Colotti,

Corresponsal de Resumen Latinoamericano en Europa

1 junio 2018

En estos días, una compañera muy querida que trabaja haciendo limpieza, se lamentaba de haber tenido que pagar 300 euros de agua, aunque ciertamente no posee una piscina. Y esto no obstante 26 millones de italianos hayan votado contra la privatización del agua pública, en el 2011: el servicio hídrico – pero dicen los mercados financieros – es un servicio público local a relevancia económica para administrar según las leyes del mercado. Y con el “dios mercado”, en los países capitalistas no se bromea.

Se tenga en cuenta que el trabajo que hace ella, es malpagado y a menudo en negro, esta siempre muy por debajo de los 1000 euros. Quien gana algunos centenares de euros más, debe considerarse afortunado, aunque si casi todo el sueldo se va en arriendo, en pago del préstamo hipotecario para la casa o en impuestos. Para vivir apenas decentemente en Italia, es necesario estar en dos. Y si se tienen hijos, es necesario endeudarse para pagar los estudios y toda emergencia puede convertirse en una tragedia.

En Italia, como en los otros países Europeos, aumenta el número de quien duerme en la calle, pide limosna o muere porque la pensión no cubre las necesidades vitales. “Demasiada gente anciana, se está convirtiendo en un problema”, cínicamente ha dicho la directora del FMI….Sobre una población de casi 60 millones de habitantes, el 30% de los italianos tiene serias dificultades económicas, 7,2 millones de personas viven en pobreza extrema, una cifra creciente en diez años.

Cierto, entrando en los restaurantes, o viendo el número de autos de lujo que circulan, se entiende que la crísis la pagan sólo los sectores populares. En Italia, 307.000 familias (es decir el 1,2% de la población), posee más de un millón de euros y el 20,9% de la riqueza financiera total. Y el número de los millonarios continúa a aumentar. La rabia de los más desfavorecidos y de la pequeña burguesía, que han llevado al gobierno a un partido fascista y xenófobo como la Lega Nord no se ha ido contra ellos, sino con quien está peor de todos, los inmigrantes.

Es este tipo de Europa que se reune en Cucuta, en Colombia, para discutir de la “crisis humanitaria” en Venezuela junto a los diputados de las derechas latinoamericanas. Porque están más preocupados por la pobreza en Venezuela que de aquella en que existe en sus propias casas, esto debería hacer abrir los ojos a quienes, también en la izquierda, ven la paja en los ojos de los demás, pero no la viga en los propios ojos. Si quisieran resolver los problemas en Venezuela, lo mínimo que deberían hacer sería quitar las mortales sanciones económico-financieras, que impiden el pago de medicinas fundamentales y alimentos necesarios al pueblo. Por el contrario, avanzan en dirección opuesta, para tratar de imponer su sistema hipócrita y depredador.

En Italia, somos víctimas del transformismo desde 1982: una práctica fundada por el sistema político, capaz de unir fuerzas muy diversas no sobre las ideas y los programas, no para cambiar las cosas, sino para conservar el sistema, escondiendo todo lo sucio bajo la alfombra. Uno de los datos más sintomáticos de esta dinámica transformista es el altísimo salto de talanquera de los parlamentarios, que se registra cada mes.

Una tendencia constante también durante los años de la IV República en Venezuela. Durante la primera elección de Nicolás Maduro a la presidencia, luego de la muerte de Chávez, la noche de los resultados el nuevo presidente tuvo su primer discurso en Miraflores. Dijo que su adversario, el representante de las derechas venezolanas, Henrique Capriles, lo había llamado para “ponerse de acuerdo”: osea, para regresar a la repartición del poder de la IV República, al pacto de las élites a expensas de los sectores populares. Maduro lo había rechazado.

De allí la invitación de Capriles a “descargar la arrechera” contra los consultorios públicos administrados por médicos cubanos y contra el pueblo chavista (11 muertos, decenas de heridos y millones de daños al patrimonio público). Nicolás Maduro ha tenido que afrontar innumerables ataques en una guerra de baja intensidad desencadenada por los poderes fuertes para meterle mano a los recursos de Venezuela. Pero no se ha cambiado de camiseta, independientemente de lo que diga la propaganda de guerra, que ha llegado hasta a acusarlo de haber privatizado nuevamente el país, vendiéndolo a las multinacionales. Pero si fuera así, el imperialismo le habría hecho puentes de oro, y ciertamente no cavarle la fosa, borrando hasta el recuerdo del socialismo bolivariano.

Otra cosa es buscar – como lo está haciendo la dirección bolivariana – el punto justo a mantener en condiciones hostiles, el mínimo nivel de compromiso aceptable para no hundirse, salvando los principios y la sustancia del proyecto revolucionario. Esta ha sido siempre la lección de Lenin, de Fidel y de Chávez: definir el punto a mantener en condiciones adversas para reconstruír nuevas relaciones de fuerza. Y reactivar, con la concienca de que el enemigo tratará lo antes posible de socavar hasta aquel márgen, para llevarse toda la torta.

Es lo que está sucediendo en Nicaragua. Para regresar al gobierno, los sandinistas han tenido que aceptar alianzas “contra natura”. Para llevar al país fuera del abismo, concentrándose en la lucha a la pobreza y por el desarrollo sostenible, han embarcado sin duda también tanta basura, que ahora se le ha vuelto en contra, y trata de llevar la barra nuevamente bajo cero para los sectores populares.

De conversar con el diablo, uno se queda manchado. Pero verdaderamente se puede pensar que a administrar la violencia en Nicaragua sea una izquierda “pura y dura” que quiere construír el socialismo obstaculizado por Daniel Ortega y por Rosario Murillo?

El antídoto contra el transformismo y las desviaciones es la fuerza del poder popular organizado. El verdadero riesgo, en Venezuela, es que esta conciencia se pierda en la delega, en la espera de representación y en la irresponsabilidad de los lamentos indistintos. De quién es la culpa si un consejo comunal no funciona, si los líderes sociales se roban las bolsas de los CLAP y hacen el bachaqueo? Del pueblo mismo. De quién es la responsabilidad de hacer respetar las leyes y los precios en el proprio barrio? No sólo de la policía bolivariana, sino de las organizaciones territoriales, que tienen de su parte a la consitución y a un presidente que ocupa las fábricas junto a los obreros.

En Italia, por el contrario, cuando los obreros hacen huelga por sus propios derechos, cuando los sin casa ocupan un edificio, cuando los jóvenes ocupan un espacio para restituírlo al barrio, son denunciados y expulsados con la fuerza: porque, desde la Argentina al Brasil, desde Colombia a la Europa, los gobiernos capitalistas tutelan los intereses de los más fuertes. Y entonces.

El primero y más importante nivel en el que deberíamos activar las 3R de Chávez, re-propuestas ahora por Nicolás Maduro – Revisión, Rectificación, Reimpulso revolucionario – parece entonces el del poder popular. Contra la amenaza del imperialismo, la amenaza del ejemplo. Contra la arrogancia de los potentes, la organización de clases, el orgullo de no ser “escuálidos”.

 

Hacer un comentario.




Los comentarios expresados en esta página sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Este sitio no se hace responsable por los mismos y se reserva el derecho de publicación. Aquellos comentarios que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto y/o que atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, este sitio se reservará el derecho de su publicación. Recuerde ser breve y conciso en sus planteamientos. Si quiere expresar alguna queja, denuncia, solicitud de ayuda u otro tema de índole general por favor envíe un correo a contacto@psuv.org.ve