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30.Abr.2009 / 02:50 am / Haga un comentario

El 30 de abril de 1945 disparándose en la boca y después de haber envenenado a su esposa, Eva Braun, Adolfo Hitler, el Führer, acabó con sus días y con su muerte dejaba de existir el III Reich con sus odios, mentiras, crímenes y alienaciones violentas que dejaron una huella imborrable, de dolor y de muerte, en la humanidad.

Coincidió su caída con la tragedia final de su país. Había pasado en el sótano de la Cancillería, conocido como el Búnker, los largos días que median entre el 16 de enero hasta el 30 de abril en que se suicida. Anunció, en medio de su paranoia crítica, que asumía el control de las operaciones seguro de que los aliados serían derrotados. Después de estas escenas sólo flotó a su derredor el silencio, el veneno, la muerte.

Diez días antes de su muerte cumplió 56 años. Aquella celebración tenía amargo sabor a funeral. A su alrededor Goebbels, Himmler, Ribbentrop, Broamn, Speer, Keiter, Jodi, Göring y Krebs quienes brindan, nerviosa y lánguidamente, sabiendo que, en aquel mismo sitio, han tenido lugares alucinantes de aquel loco al borde de la impotencia quien gritaba ordenando que se liberara a Berlín de la presencia enemiga, dándole aquella responsabilidad al general de las SS, Steiner.

Cuando fracasa la orden, cuando ni siquiera aparece el general a quien se la dio, Hitler proclama que se sentía traicionado, disuelve al Comando Supremo y lanza, fuera del Búnker, a varios oficiales. Ataca a todo el mundo, fuera de control amenaza fusilar a todos y llevado por la derrota, acabado por una terrible tensión nerviosa, arruinado físicamente, sin control del equilibrio, vive días encerrado en su maníaca disposición, en el fondo de una anormalidad patológica que lo llevará al suicidio.

El Búnker, ubicado ocho metros debajo del palacio de la Cancillería en Berlín, dotado de numerosas habitaciones y otras comodidades, albergó las últimas horas del cruel dictador para quien el drama final se inició el 22 de abril cuando fracasa el contraataque en defensa de la ciudad. Hizo quemar todos los papeles, ordena fusilar a Himmler, y Göring le insta a dejar el mando y entregárselo a él.

Herido por la traición que siente morderle el alma Hitler se desploma llegando a duras penas al 27 de abril cuando caen los primeros obuses aliados sobre Berlín. Fusila al hermano de su esposa. Himmler se rinde. Todo aparentemente está llegando a su final.

En el tramo final de su vida se casa con Eva Braun, dicta dos testamentos, el político al pueblo alemán y otro personal. Ambos se los dicta a su secretaria, Gertrudys Junge. Nombrará al almirante Karl Donits como su sucesor y designa al resto del Gabinete, envenena a sus dos perros. Después se retira a sus habitaciones con su esposa, se asegura que todos hayan recibido una dosis de veneno. Cierra las puertas.

Empieza la tarde del 30 de abril de 1945. A las 3:30 suena un disparo realizado por Hitler. Se había disparado en la boca. Eva Braun prefirió el veneno. Los cadáveres son sacados y colocados en el patio de la Cancillería donde en una hoguera son quemados. Las llamas que se alzan, llevándose las cenizas de los muertos, marcan el primer acto del drama de la muerte del III Reich. Terminará todo en la madrugada del 7 de mayo de 1945 cuando, sin condiciones, se rinde Alemania.

 

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