Noticias / Memorias

8.Nov.2013 / 12:52 pm / Haga un comentario

Imagen de previsualización de YouTube

Llanero alzao canto silencio en canto el guerrillero va delante cantando, rumbo de asombros los 40 caballos cabalga al frente Pedro Pérez Delgado, unos lo llaman Maisanta y otros el americano, no hay quien le pique adelante no hay quien le aguante la carga, no hay guerrillero en los llanos que le eche la concha al agua.

Poema de Alberto Arvelo Torrealba (El corrío de Maisanta)

Prensa PSUV.- El 8 de noviembre de 1924, tal día como hoy, muere en el castillo Libertador de Puerto Cabello (Carabobo), después de una prolongada enfermedad, el general Pedro Pérez Delgado, el que llamaban “Maisanta” y el último hombre de a caballo.

Maisanta fue un gran guerrero que combatió contra las tiranías que pretendían subyugar a la naciente República de Venezuela, siendo una de sus luchas más aguerridas y heroicas la protagonizada contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, en la que con la tradicional caballería y lanzas, se enfrentó a este gobierno títere de las grandes potencias extrajeras, que contaba con un ejército equipado con vehículos, armamento y moderno material de guerra.

Maisanta fue abuelo de Elena, la madre del presidente Hugo Chávez. En ocasión del aniversario Nº 85 de su muerte, escribió en sus líneas lo siguiente: “Me aliviaba mucho oírle a mi padrino Eligio Piña sus cuentos de cosas viejas. Así los llamaba él, desde su inolvidable silleta en la esquina de la calle El Llanero. Mi padrino contaba de un guerrero que vivió en Sabaneta, allí mismo a pocas cuadras de la Madre Vieja. Que montaba un caballo negro llamado “Bala” y que sobre su lomo se fue, por los rumbos del Apure, con un fusil al hombro, alzado contra Gómez, el General que mandaba en Caracas. Le decían Maisanta o el Americano. Un día me dijo, mientras yo me iba apurado a seguir vendiendo arañas hacia la Calle Real: Epa bachaquito, tú llevas la sangre de Maisanta por dentro. Tu mamá es hija de Rafael Infante, uno de los hijos del Guerrero del Caballo Negro. ¡Ese era un revolucionario! Salí como disparado por la Calle Real y cuando le pregunté a la mamá Rosa si sería un asesino o sería un guerrero revolucionario, la abuela me dijo que se oían muchas cosas, muchos cuentos y que al final no se sabía la verdad”.

Pues bien, han pasado casi cincuenta años y la vida me permitió conseguir la verdad: ¡Ese era un guerrero revolucionario! Y hoy podemos decir con Fidel: ¡Maisanta, la historia te absolverá!.

En su libro “cuentos del Arañero” el comandante nos cuenta:

El abuelo de mi madre llegó a Sabaneta, venía de las guerras de fin del siglo. Cargaba este escapulario. Le hemos calculado como ciento cincuenta años, porque era del papá de Maisanta, de Pedro Pérez Delgado. Su papá se llamaba Pedro Pérez Pérez. Esta es una cruz, solo que una cruz de espadas, apenas se ve. La otra es el escudo de la Virgen del Socorro. ¿Quién fue Pedro Pérez Pérez? Yo me puse años y años a investigar esa historia, buscando papeles, grabando cosas y además preguntándole a los viejos por estos pueblos. Después perdí documentos, pero yo tenía como cincuenta casetes, de aquellos viejos. Uno andaba con un grabadorcito, y le hacía entrevistas a ancianos, a viejos soldados, viejas mujeres, viejos hombres de comienzos del siglo pasado que todavía vivían hace veinte, treinta años atrás.

Bueno, Pedro Pérez Pérez era un indio guariqueño. Se fue a la guerra detrás de Zamora. ¿Y por qué Zamora se fue a la guerra? Bueno, como consecuencia del fracaso del proyecto de Bolívar. Fue una nueva revolución de los pobres. Y con él se fue Pedro Pérez Pérez. Mataron a Zamora en 1860 y Pedro Pérez Pérez se fue a Ospino, allá se casó con Josefa Delgado y tuvo dos hijos: Petra Pérez Delgado y Pedro Pérez Delgado. Así cuenta mi tía Ana, la tía de mamá. Allá está, noventa y cinco años cumplió. Yo la llamo de vez en cuando. Hace poco la mandé a buscar para que conociera a una hija de Emiliano Zapata, tienen la misma edad, porque Pedro Pérez fue como un Emiliano Zapata, como un Pancho Villa, fueron los últimos de la caballería que salieron lanza en mano, machete en alto a decir ¡Viva la Patria! Fueron los últimos de a caballo. Ese fue tu abuelo. Era el padre de Rafael Infante, tu padre, nuestro abuelo, y de Pedro Infante a quien yo conocí ancianito, en Guanare, poco antes de morir. Tú tío, mamá, era igualito al padre, alto, blanco; eran catires, pelo amarillo. Le decían “El americano”. Por eso viene mi madre y su estirpe criolla, pero blanca. A mi madre le decían “La americana” cuando era niña. Eso me lo contaba Chucho Navas en Sabaneta, una tarde, ya viejito, poco antes de morir, y tío Julián; con ellos hablé yo mucho. Yo tenía esa cinta. ¡Dios mío! Adán, ¿tú no sabes dónde está? Se la llevó el huracán. Eso valía oro para mí. Tío Julián, me contó una tarde en Sabaneta, testigo de esto es Miguelito González, mi cuñado. ¿Tú sabes cómo se llamaban los perros de Maisanta? Perrondongo y La Chuta, dos perros cazadores. Y su caballo se llamaba Bala, un caballo negro, cuando vivía en La Marqueseña y era coronel.

Él era uno de los hombres de Cipriano Castro, y ahí está la historia, pues. Yo fui consiguiendo el camino, investigando, preguntando, dije: “¿Ah?, ¡ahora entiendo!”. Uno oía allá lejos que hablaban de un tal guerrillero, un asesino, un bicho malo. Descubrí la verdad ya siendo soldado. ¿Ah?, ¿qué bicho malo era? No era bicho malo. Maisanta fue ascendido a coronel por el mismísimo Cipriano Castro, porque cuando en 1899 Castro se vino con Juan Vicente Gómez, con 60 hombres de a caballo, con machete, desde allá desde el Táchira, pasaron por aquí. Maisanta vivía en Sabaneta. Ahí se había venido porque había matado a un hombre. Le metió cuatro tiros a un coronel de apellido Masías, en Ospino, porque le preñó a la hermana y no reconoció la barriga. Era un carajito de quince años, le metió cuatro tiros. Ya había muerto el viejo Pedro Pérez Pérez. Tuvo que irse, porque si no lo mataban, y se metió a la guerra.

En 1896 se alzó un general que era amado por los pueblos, se llamaba José Manuel Hernández. La primera campaña electoral que hubo en Venezuela de pueblo en pueblo, la dirigió José Manuel Hernández. Perdió los dedos de un machetazo en una batalla, el “Mocho” Hernández. Era la Venezuela que buscaba caminos después de la tragedia de haber echado de aquí al padre Bolívar, matado a Sucre, y la tragedia de 1830. El “Mocho” Hernández ganó las elecciones, se las robaron. Se vino pal’ monte. Se disfrazó de cura, se vino para los llanos. Cerca de San Carlos armó un ejército y lanzó la revolución de Queipa.

Pedro Pérez Delgado tenía diecisiete o dieciocho años, huyendo con este escapulario, y se hizo soldado. Esa revolución fracasó, el “Mocho” fue hecho preso, se lo llevaron para Caracas. Pedro Pérez Delgado, el muchacho, se monta en una carreta de mula con Natalio Menoni, que comerciaba desde Valencia por todos estos llanos. Llegó a Sabaneta de ayudante de carretero, tenía menos de veinte años, aproximadamente en 1897-1898. Allí comenzó a trabajar con Natalio Menoni y Julia Rache. ¿Papá conoció a Julia Rache, viejita? ¡No la conoció! Mi abuela, a lo mejor. Yo como que los hubiera conocido, porque me echaron los cuentos de cómo era Julia Rache, que tenía grandes cafetales por la costa.

Las montañas de Mijagual eran impenetrables, había tigres, jaguares, leones, todo eso me lo contaban, y me imaginaba de muchacho que vivía aquel tiempo. Eso me fue llenando de pasión. Me fui consiguiendo el fuego por los caminos y de repente me hice un incendio, ¡pum!, y aquí voy.

Cogí conciencia de qué llevo en la sangre. Cuando agarré un fusil dije: “¿Pa’ qué es este fusil, carajo?, ¿pa’ defendé’ a los traidores o pa’ defendé al pueblo?”. Y aquí estoy. ¡Es pa’ defendé’ al pueblo! Bueno, pues cuando el “Mocho” se alzó en Queipa, ahí cerquita del Pao, de San Juan Bautista, Joaquín Crespo, era guerrero y jefe del ejército, no era pendejo. Él entregó la Presidencia, pero se quedó de jefe del ejército.

Eran hombres de batalla y él mismo se vino comandando un ejército a buscar al “Mocho” Hernández. Y en la primera escaramuza, los primeros tiros, cayó muerto el ex presidente Joaquín Crespo. Lo mató un francotirador. Como ya iba a entrar en batalla, se bajó de la mula y se estaba montando en el caballo blanco alazano. En el momento en que está montando el caballo, ¡pam!, cae muerto el jefe del ejército, el ex presidente. El último caudillo. Cuando cae Crespo, el país se anarquiza, surgen caudillitos por todos lados. Él era el que mantenía aquel caudillaje controlado, y el país entra en un caos terminal. Hubo como cuatro guerras.

Se alzó Ramón Guerra, se alzó el otro en Guárico, se alzaron por aquí y Venezuela se convirtió en un maremagnum, y en ese maremagnum surgieron Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Mire, 60 hombres se vinieron desde territorio colombiano. Castro era el líder, Gómez era el que tenía dinero porque era un hacendado. Por aquí pasaron, ¿y saben quién se pegó? Pedro Pérez Delgado, que buscó un caballo, a lo mejor el caballo Bala, y otro grupo de llaneros de aquí, se fue con ellos y peleó en Tocuyito, donde hirieron a Castro, quien entró en Caracas con un tiro en la pierna, y tomó el gobierno. Era 1899. ¡Terminaba el siglo diecinueve! A los pocos meses, Pedro Pérez era coronel, y Castro lo mandó como jefe civil y militar de toda esta zona, desde Boconoíto hasta Puerto Nutria, incluyendo parte de Apure. Y mandó un buen general a Barinas, Juan José Briceño, pacificador de los llanos. Así pasaron los años. Era 1900 y Pedro Pérez se arrejuntó con tu abuela, la Claudina Infante. En La Marqueseña vivían ellos. Esas tierras eran del viejo Severo Infante, el papá de Claudina.

En 1903 nació el mayor de los hermanos, que era Rafael. Por eso yo me llamo Rafael, por mi abuelo Rafael, aunque no lo conocí. Y además, Pedro Pérez Delgado se llamaba Pedro Rafael. Por eso es que a uno le puso Pedro, su primer nombre, y al otro de sus hijos le puso Rafael. Y así nacieron Pedro Infante y Rafael Infante. No les dio el apellido. Me contaba tu tío Pedro, anciano ya, allá en Guanare, que ellos recibían cartas que él les mandaba de las guerras de Apure, diciéndoles: “Firmen con mi apellido, firmen Pérez”. Pero nunca hubo un documento legal que reconociera el apellido y ellos se quedaron Infante.

Pasaron los años 1904, 1905, 1906, 1907; la oligarquía de Caracas contra Cipriano Castro, los gringos contra Castro. Y llegó 1908, rompen relaciones Caracas y Washington. Se enferma Cipriano Castro. En diciembre se fue para Europa a operarse de los riñones, y lo tumbó Gómez. Bueno, no lo tumbó Gómez, lo tumbaron los gringos. Los yanquis se adueñaron de Venezuela, el petróleo. A los pocos meses en Sabaneta había reuniones, uno de los líderes: Pedro Pérez Delgado. Un italiano, “musiú” Mauriello, de izquierda, revolucionario de los Mauriello que por ahí andan. Lo mandaron a buscar, lo mataron, machetea’o en la costa del caño allá del Boconó. Lo dejaron tirado ahí, vino alguien a avisarle a Pedro Pérez: “Mataron a musiú Mauriello”. Esa noche Pedro Pérez buscó cuarenta de a caballo, buscó los machetes, los fusiles y se vino pa’ Mijagual.

Por aquí por Santa Rosa, emboscó al coronel Colmenares, que era el coronel gomecista que mandaron para sustituirlo. Lo emboscó a machete. Fue la vez que se disfrazó de vendedor de taparas de miel, una batalla a machete. Por aquí cerca fue, y más nunca volvió a Sabaneta. Cogió camino pa’ allá, cruzó el Apure y comenzó la leyenda de Pedro Pérez Delgado. Hasta 1922 estuvo alzado, como dice la canción de Cristóbal Jiménez. Cayó preso y, cuando tenía apenas cincuenta años de edad, murió envenenado en el Castillo Libertador, en Puerto Cabello. Dicen los que estaban ahí que salió con un dolor. No aguantaba, se quitó el escapulario, lo lanzó a la pared y dijo: “Maisanta, pudo más Gómez”, y cayó muerto.

Yo cuento esto no sólo para mis amigos, no sólo para mí mismo y mis compañeros, sino ustedes yanquis, sepan bien qué es lo que hay aquí dentro: conciencia y fuego que nada ni nadie podrá apagar mientras viva. Y mientras yo viva, este fuego y esta conciencia estarán al servicio de la Revolución Bolivariana, de la liberación de Venezuela, de la independencia de Venezuela, de la grandeza de Venezuela. Ya basta, no sólo de traiciones, ya basta de pactos con la oligarquía, ya basta de derrotas, compatriotas. Llegó la hora definitiva de la gran victoria que este pueblo está esperando desde hace doscientos años. ¡Llegó la hora!, no podemos optar entre vencer o morir. Nosotros estamos obligados a triunfar y nosotros triunfaremos.

Hugo Chávez: Cuentos del Arañero, Maisanta

Su nombre ha servido de motivo a corridos y cantadores. Uno de ellos, del gran poeta Andrés Eloy Blanco. Como diría el escritor Barinés José León Tapia: “Maisanta fue algo así como un último caudillo popular que levantaba multitudes para una revolución, cuyo sentido él mismo no lo pudo precisar con claridad. Maisanta, poseía carisma y simpatía suficientes para que sin ser un jefe de mando y con éxito entre los otros jefes de la revolución anti gomecista, lograra calar profundamente en el alma simple de la gente, hasta el punto de que se le recuerda mucho más que a todos los otros autores de aquellos sucesos”.

Pedro Pérez Delgado es ese pueblo de hombres y mujeres que son como las aguas, los rayos de sol, los vientos de rebeldía, de libertad que hoy todavía siguen levantando multitudes, creando conciencia y afianzando los principios de ética, moral y combate para enfrentar a la burguesía, enfrentar al imperialismo y al latifundio para la destrucción de la vieja sociedad corrompida y la construcción de una Patria nueva.

 

 

Hacer un comentario.




Los comentarios expresados en esta página sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Este sitio no se hace responsable por los mismos y se reserva el derecho de publicación. Aquellos comentarios que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto y/o que atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, este sitio se reservará el derecho de su publicación. Recuerde ser breve y conciso en sus planteamientos. Si quiere expresar alguna queja, denuncia, solicitud de ayuda u otro tema de índole general por favor envíe un correo a contacto@psuv.org.ve