Opinión / Héctor Agüero

10.Ago.2014 / 09:11 am / Haga un comentario

Si de algo adolece la oposición es de autoestima. Como en la letra del tango son parias que el destino se empeñó en deshacer, con la diferencia que han puesto mucho empeño en autoinmolarse, no se sabe a nombre de quien ni para qué. Es una desventura que anda rondando ya los quince años de existencia y que arrancó desde el momento en que Chávez ganó de manera aplastante las elecciones de diciembre de 1998.

Primero el estupor y la sorpresa, después la frustración y la rabia. Cuando los analistas del norte les recomendaron cabeza fría y prudencia no entendieron y menos aún cuando los exhortaron para que rodearan e infiltraran el entorno del líder supremo. Es pan comido, dijeron los catirotes Cuando sienta la presión de Fedecámaras y de los medios de comunicación va aflojar. Ya verán. De nuevo otra desconcierto y la confusión. El mulato les salió respondón concluyeron los amos del norte. Vamos apretar los tornillos dispusieron y resolvieron lanzar una campaña mediática internacional con el apoyo de la España de Aznar y del Reino Unido y ordenaron a los vasallos constituir un gobierno de facto o de transición como les gusta decir. Como alumnos mediocres y de mente corta decidieron jugar a la candelita armando muchos gobiernos de papel que no funcionaron y como en la crónica de un fracaso anunciado los vaticinios se cumplieron. El pueblo los echó a patadas de Miraflores y de cuanto cargo de la administración pública que habían usurpado.

Entre tanto el Comandante construyó las bases de un gobierno popular, emprendió obras y puso todo su empeño en ir delegando el poder a la gente mediante Las Comunas, es decir, hacer realidad el Poder Popular. Siempre presuroso como sabiendo que su misión y su tiempo entre nosotros era breve. Como así fue. Sin embargo su legado es infinito y sus enseñanzas perduran como un árbol de recias raíces.

Distinto ha sido el comportamiento de la dirigencia y de la masa opositora. La negación de la obra social e ideológica de Chávez los ha llevado a despojarse de los valores patrios, de la tradición de venezolanidad, de la memoria colectiva de nuestros antepasados. El ejemplo más puntual es el de la octava estrella de nuestra bandera tricolor. Con el propósito de reconocer el aporte valioso de la provincia de Guayana al proceso independentista El Libertador decretó en 1819 la agregación de una estrella más al pabellón patrio. Chávez cumplió esa promesa. Bueno los genios opositores tuvieron la brillante idea de negar la incorporación de la octava estrella a la bandera nacional y andan por el mundo como periódico de ayer con una bandera de siete estrellas que en su locura la ponen al revés para demostrar su condición de apátridas. De igual manera se han dado a la rasera tarea de minimizar la obra de Simón Bolívar, a poner en duda su genio militar. Entre otras cosas. Reniegan del pasado porque no son capaces de vivir con dignidad el presente.

Allá ellos.

 

 

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