Opinión

7.Jul.2016 / 01:02 pm / Haga un comentario

Por: Pablo Fernández B.

En Venezuela no hay una crisis de derechos humanos; hay una crisis política, producto de la profunda polarización”. Con esta sentencia categórica, concluirían en el ámbito de una gira por Venezuela un grupo de organizaciones de derechos huma- nos, provenientes de países de la región, que visitaron Venezuela en el contexto posterior a las “guarimbas” del año 2014.

La constatación en el terreno no les dejaría lugar a dudas sobre la complejidad de la situación venezolana. Situación en la cual el tema de los “derechos humanos” sigue siendo, como ya 10 años antes lo había plasmado contundentemente Amnistía Internacional en un informe sobre Venezuela: un tema instrumentalizado y desnaturalizado por los distintos actores sumados en el conflicto (incluida la denominada “sociedad civil”).

Los DDHH constituyen hoy, en Venezuela y el mundo, un campo en disputa entre visiones antagónicas.

La visión hegemónica sobre los derechos humanos (de constructo liberal, positivista, eurocéntrica y conservadora) apuntala un discurso que niega las visiones críticas antihegemónicas, e invisibiliza torpemente las violaciones de derechos humanos que cometen los poderes fácticos (económicos, transnacionales, mediáticos) y los contextos de asimetría del poder que las hacen posibles y las sostienen en el tiempo.

Quienes suman fuerzas en esa visión hegemónica, con ingenuidad o sin ella, refuerzan por acción u omisión el doble estándar que hoy se utiliza descaradamente para “juzgar” en materia de derechos humanos a los proyectos emancipatorios, muchos de los cuales encuentran asidero en gobiernos populares de corte progresista, especialmente en América Latina.

Los derechos humanos son campo de debate ideológico, pero también develan los intentos desideologizadores de la falsa “neutralidad” que predican los adláteres de la visión hegemónica.

Toca allí desenmascarar el vaciado de contenido de los derechos humanos, por parte de quienes les niegan su carácter histórico y popular, de ruptura y rebelión, antisistema y en permanente recreación.

De igual modo, toca desmontar el mito del “movimiento de derechos humanos unívoco”, y develar las profundas tensiones entre diversas formas organizativas que asumen la bandera de los derechos humanos. Visión elitista, auto-referencial y “narcisista” de algunas ONG que han pretendido cooptar, invisibilizar o descalificar nuevas formas organizativas que defienden derechos humanos (como Consejos Comunales, Comunas).

 

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