Opinión

8.Jun.2023 / 12:29 pm / Haga un comentario

Por Geraldina Colotti

El Día Mundial de los Océanos se celebra el 8 de junio. Así ha sido desde la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que se celebró en Río de Janeiro en 1992. Naciones Unidas lo reconoció oficialmente en 2008, para mostrar la importancia de los océanos, a partir de los cuales comenzó la vida en el planeta. De los océanos, que cubren dos tercios del globo, proviene el oxígeno que respiramos y los alimentos que comemos, y el equilibrio de un ecosistema, amenazado por un modelo de desarrollo depredador, que subordina la vida en el planeta en beneficio de unos pocos.

A través de la fotosíntesis, las diminutas plantas que viven en la superficie de los océanos suministran al planeta alrededor del 50-80% del oxígeno que consume. El océano contiene el 94% de toda la vida silvestre del planeta. Hoy, sin embargo, está contaminado y los desechos marinos pueden dañar a los animales al causar asfixia, enredos, laceraciones, infecciones y lesiones internas. Además, los plásticos flotantes y otros artículos ayudan a transportar especies invasoras, lo que representa una amenaza para los ecosistemas marinos.

El océano representa el principal “sumidero” de CO2 a nivel mundial, pudiendo absorber del 30% al 40% de las emisiones de gases producidas por las actividades humanas. Según los climatólogos, eliminar el dióxido de carbono del agua de mar podría ser una solución más eficiente y menos costosa.

Más de 600 millones de personas, principalmente en el Sur Global, dependen, al menos en parte, del sector de la pesca y la acuicultura. Más de la mitad son mujeres. Según la FAO, 58,8 millones de personas trabajan en el sector pesquero primario. Según las proyecciones de las Naciones Unidas, para hacer frente al crecimiento demográfico que superará los 9 000 millones de personas en 2050, los sistemas alimentarios deben aumentar la productividad en un 70 %. Para 2050, la demanda de pescado se duplicará. Aumentar la producción mundial anual de pescado en 16 millones de toneladas sería suficiente para satisfacer las necesidades de proteínas de 72 millones de personas más al año. Sin embargo, el 90% de las poblaciones de peces examinadas se encuentran en el límite de la sostenibilidad, o lo han superado.

Hay una necesidad de control político de los recursos globales, de una explotación racional y redistribución justa. En torno al mar, sin embargo, giran intereses gigantescos. Basta pensar en las ganancias que generan los recursos genéticos. Por ejemplo, Halaven, un fármaco contra el cáncer que genera ingresos de más de 300 millones de dólares al año, proviene de una esponja, así como también de una esponja proviene remdesivir, el primer fármaco aprobado contra el covid-19.

Evidentemente, quienes poseen las finanzas y las tecnologías para acceder a estos recursos, para producir y comercializar medicamentos, protegiéndolos con su patentes, son las grandes multinacionales de los países capitalistas avanzados. La mayoría de los países del sur, donde se encuentran estos recursos, son despojados y nunca compensados: tanto por la ausencia de una legislación internacional específica, como por el incumplimiento y la arrogancia de quienes mueven los hilos del comercio internacional.

Un robo facilitado por la falta de protección jurídica de esa inmensa área (más del 65% de los mares) que se extiende más allá de los límites de las 200 millas náuticas (aproximadamente 24 km) de la costa, y que el derecho internacional considera Zona Económica Exclusiva de los estados involucrados. Una discusión que lleva décadas.

En diciembre de 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas inició negociaciones para un Tratado Integral sobre los Océanos, que concluyó en marzo pasado. Propone proteger el 30% de los océanos para 2030, y también prevé la creación de un fondo específico para un reparto más equitativo de los recursos, definidos como “patrimonio común de la humanidad”. Pero entrará en vigor solo después de que haya sido ratificado por 60 países.

En este sentido, del 29 de mayo al 2 de junio, tuvo lugar en París la segunda sesión de negociaciones sobre un tratado internacional contra la contaminación con plástico, donde participó por Cuba Jorge Álvarez, de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente. Cuba proyecta implementar un plan nacional para reducir el uso de plásticos desechables y aumentar la eficacia del manejo de los residuos y de los procesos de reciclaje.

Álvarez aseguró que autoridades gubernamentales toman con cautela diversos enfoques sobre el ciclo de vida de productos plásticos y otros, dirigidos a eliminar o restringir el empleo de determinados elementos, a partir de criterios como los plásticos desechables, los considerados innecesarios o los complicados por su composición química. Como ejemplo, se refirió al amplio uso en el sector de la salud de guantes quirúrgicos, bolsas para suero, jeringuillas y otros productos de un solo uso. Al respecto, apuntó, la prioridad debe ser fortalecer la gestión responsable de los residuos.

En Venezuela también se celebra el Día Mundial de los Océanos, tanto con el compromiso de proteger la biodiversidad, reafirmado en la Asamblea Nacional, como con debates y foros internacionales. Venezuela ha cumplido con sus obligaciones internacionales en la conservación de los mares, y es un tema de atención prioritaria para el Estado venezolano. El territorio integral venezolano está formado por más de 500 mil kilómetros cuadrados de superficie acuática. Los mares y océanos representan una zona primordial en los ámbitos de desarrollo social, económico y ambiental para el pueblo venezolano.

Para proteger las especies marinas, se aprobó la Ley de Pesca, que prohíbe la pesca de arrastre y establece sanciones por incumplimiento de las medidas de conservación y ordenación, dispuestas en su reglamento. Una ley que perturbó grandes intereses internacionales y que, por ello, fue uno de los motivos del golpe de estado contra Hugo Chávez en 2002.

Resumen Latinoamericano, 8 de junio de 2023.

 

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