Opinión

4.Abr.2016 / 08:10 pm / Haga un comentario

Por: Eduardo Pérez Viloria

Sin darle más vueltas al asunto, hay cosas que sólo se acaban con la muerte, con la destrucción total.

La sociedad en su más sublime silencio, ruega desde lo más profundo de su ser la plena desaparición del origen de nuestros actuales males.

La miseria realza su vuelo en nuestras fronteras, volvemos a los males del pasado. Por ello tenemos la necesidad de acabar de una vez  por todas con la causa generadora de la grave situación que vivimos los venezolanos y seres humanos de todo el mundo.

Clavemos una daga en el corazón de la cultura capitalista, esa que tanto daños nos causa y hace que los pobres cada día seamos más pobres y los ricos  gocen una bola y parte de la otra.

¡Ya basta! La revolución nos ha abierto las puertas para exterminar esa absurda forma de vivir, jamás lograremos la felicidad con el sistema de gobierno que plantean los amantes del Capital y el Poder.

Pudiera escribir cientos de argumentos explicando el porqué del socialismo, la lucha de clases, y toda una serie de conceptos que den luces de la importancia de la revolución de Chávez.

Pero no. Iré directo al grano: o matamos y sustituimos al capitalismo -ahora en su fase superior, el imperialismo o él nos sigue matando a nosotros poco a poco, causándonos el mayor sufrimiento posible.

La destrucción del planeta es un hecho evidente – y dicen los que saben, que irreversible. Cada día mueren más personas de hambre, aumenta la gente sin hogar, niños sin futuro, adultos sin pasado, y una gran parte de la mayoría ya olvidó cómo sonreír. Estos hechos no son parte de las casualidades, es la crisis del capitalismo que se agudiza.

Para ponérselos en términos poéticos: logramos la felicidad en colectivo, o tendremos eternas infelicidades individuales. Infernales.

Mi llamado sigue siendo a romper las cadenas que amarran los deseos de nuestras voluntades. La verdadera felicidad, sólo la obtendremos con una nueva sociedad: una sociedad de iguales.

En nuestras manos labradoras, callosas, está la solución.

 

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