Opinión / Ildegar Gil

19.Ago.2019 / 10:18 am / Haga un comentario

 

Por: Ildegar Gil 

Sería irresponsable de mi parte negar la posibilidad del “accidente” en el descarrilamiento del tren, el sábado, en la estación Dos Caminos. Las probabilidades de que lo sucedido haya respondido a eso existen, realmente, como existen en cualquier país del mundo.

En Venezuela, un evento así adquiere mayor potencial de ocurrencia dada la dificultad de la empresa –y del Gobierno todo- en acceder a piezas, repuestos y mantenimiento producto del bloqueo al que nos somete el régimen genocida de Donald Trump. Esto último, inicialmente negado por algunas y algunos compatriotas, ya es aceptado entre ellas y ellos como una verdad irrebatible.

Sin ser chavistas, también se la están viendo mal. Así de simple.

Pero sería también muy ingenuo de mi parte negar el escenario de un sabotaje contra el sistema, que es decir contra la Revolución.

Aquello de que “todas las opciones están sobre la mesa”, dicho y reiterado por el magnate asesino, debemos tenerlo entre ceja y ceja. “Todas las opciones”, que se tenga claro, abarca desde el bloqueo, la invasión y el sabotaje contra los servicios públicos más sensibles con el objetivo claro de generar pánico, crispación y reacción contrarrevolucionaria en la población. Desmentir esta tesis es sencillo y calificarla de exagerada y especulativa es más sencillo aún, por lo que invito a incrédulas e incrédulos a revisar la no tan lejana historia de pueblos agredidos con procederes más o menos similares. Cito tres: Cuba, Chile y Nicaragua.

Una apreciación adicional es imprescindible en esta reflexión: el Metro de Caracas es objetivo primordial en el menú de la desestabilización impulsada por planes nacionales e internacionales. Representa para el pueblo capitalino su principal medio de desplazamiento, por lo que “todas las opciones” deben incluir necesariamente la alteración del estado anímico de quienes viajan en sus unidades. Dos más dos son cuatro. No hay tu tía.

Finalmente, el Metro (con eme mayúscula), representa –además-, un símbolo político y moral que trasciende a la ciudad. De allí salió Nicolás Maduro Moros, por lo que no es de extrañar que su destrucción y aniquilamiento ocupe desde hace rato las primeras líneas en el manual del macro plan contra la República.

Si los atentados han abarcado a áreas como agua, luz, alimentación, medicinas, deportes y otras, ¿por qué sería atípico pensar que el subterráneo saldría ileso de esta embestida?

¡Chávez vive…la lucha sigue!

 

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