Opinión / Richard Canan

23.Sep.2015 / 08:39 am / Haga un comentario

Richard Canan

Sociólogo

@richardcanan

Conmoción ha provocado en el mundo entero el gran desplazamiento masivo de hombres, mujeres y niños, familias y hasta comunidades enteras, que huyendo del terror de las guerras impuestas en África y Oriente Medio, van arribando en masa a Europa, atravesando azarosa y precariamente el Mar Mediterráneo y cuanta ruta los acerque a su nuevo destino.

El éxodo masivo desde sus países de origen hacia Europa, es un “efecto colateral”, provocado por la inocultable torpeza del imperio norteamericano y de sus aliados europeos en la ejecución de sus disparatadas guerras “preventivas” y correctivas, donde con absoluta ignorancia y desconocimiento de las realidades culturales, políticas y religiosas, intervienen destruyendo prácticas y costumbres milenarias. Con su dudoso tino, Estados Unidos ha creado y financiado a los Talibanes, Al Qaeda, al Estado Islámico (ISIS), y a cuanto grupo sanguinario exista en el mundo. Todos tienen el mismo sello creador: los halcones gringos y sus laboratorios de muerte.

Las acciones generadas por estos grupos terroristas han desatado la guerra y la violencia sectaria en Siria, Libia, Afganistán y Sudán, entre otros. Provocando cientos de miles de muertes en guerras fratricidas, sin fin y sin sentido. En medio de estos cruentos ataques, resaltan las agresiones, represalias y persecuciones contra la población civil de estos territorios. El éxodo masivo, para preservar la vida o para garantizar condiciones mínimas de existencia, ha sido indetenible. La huida forzosa se ha incrementado alcanzando niveles de crisis humanitaria.

Se ha definido esta tragedia como Crisis de los Refugiados. El Diccionario de la Academia Española (RAE) define el término refugiado como “Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país”. El Comité Internacional de la Cruz Roja señala que “Los refugiados son personas que han cruzado una frontera internacional porque corren el riesgo de ser perseguidas o han sido perseguidas en sus países de origen”. Los refugiados están protegidos en el derecho internacional por la Convención de Ginebra (Protección de civiles en tiempos de guerra, 1949), la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) y en el Estatuto de Roma (Corte Penal Internacional, 1998).

Los refugiados son reconocidos como “migrantes forzados”, ya que para salvaguardar sus vidas o para garantizar su subsistencia deben abandonar sus lugares de origen. Los refugiados se originan al encontrarse en medio de una guerra o conflicto bélico; o son grupos de personas o comunidades perseguidos y atacados por sus creencias religiosas o su origen étnico.

La ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, 1950) define al refugiado como la persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él”. Cuando existen estas condiciones los países receptores están obligados a garantizar la Protección Internacional, mediante el otorgamiento del refugio temporal o el asilo a los refugiados. En todo caso priorizando “el respeto de los derechos humanos y el principio de no-devolución que es el derecho de las personas que solicitan refugio a no ser obligadas a regresar a su país”.

ACNUR estima que el número de refugiados supera las 20 millones de personas en todo el mundo, siendo más de la mitad niños. En lo que va de 2015, “Más de 300.000 personas han arriesgado sus vidas cruzando el Mar Mediterráneo”. Los desplazados mayoritariamente provienen de Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Somalia, Sudan y Yemen.

Ante el creciente número de refugiados, muchos países de Europa y América Latina han empezado a organizar y planificar la acogida de los refugiados. Sin embargo, no deja de sorprender que los países ricos del Golfo Pérsico (los grandes emiratos petroleros), cercanos a los países en conflicto, han dado escaso apoyo a la recepción de los refugiados. Así, Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Bahréin o los Emiratos Árabes Unidos, han hecho poco para abrigar a los refugiados de la región. Pareciera que están más que interesados en mantener activos los conflictos de sus países vecinos, algunos de ellos enemigos y adversarios ancestrales.

En todo caso, los refugiados se sienten más seguros, cruzando el Mediterráneo para llegar a los países europeos de su preferencia, muchas veces, buscando el reencuentro familiar o un trabajo digno. Con la parsimonia burocrática que caracteriza al establishment de la Comunidad Europea, su Consejo de Ministros sigue discutiendo el establecimiento de “cuotas” para reubicar equitativamente a los refugiados entre sus distintos países socios. Así, “la mayoría de los Estados miembros estaban de acuerdo en acoger a 120.000 personas, (pero) finalmente no se alcanzó consenso al respecto”. Siguen discutiendo, perdiendo tiempo.

Otro de los principales responsables en la Crisis de los Refugiados, el gobierno guerrerista e imperial de los Estados Unidos, anunció con total desvergüenza que el presidente Obama “ha informado a su equipo que quisiera que se acepte al menos 10.000 refugiados el próximo año fiscal”. Como si la crisis humanitaria fuera un asiento contable en las finanzas gringas, que puede esperar eternamente.

El acoso imperial contra Siria ha generado una terrible crisis humanitaria. Ya han pasado 5 años desde que a Estados Unidos y a sus aliados europeos, se les antojó acabar y destruir al gobierno legítimo de Siria. Auparon la creación de grupos terroristas como ISIS, que (ahora fuera de control) han extendido su radio de acción hasta Irak, ejecutando ataques terroristas, promoviendo enfrentamientos tribales y religiosos, y ejerciendo el control territorial sobre provincias enteras. El ensañamiento contra Siria ha destruido sus capacidades productivas y económicas, generando altos niveles de pobreza. Huyendo de la muerte, huyendo de la pobreza ya han salido de Siria más de 4 millones de refugiados. El presidente sirio Bashar al Assad ha sido certero al declarar que “La cuestión no está en si Europa recibe o no recibe a los refugiados, sino en que es necesario eliminar las causas fundamentales de este problema. Si los europeos se preocupan por el destino de los refugiados, que dejen de apoyar a los terroristas”.

La Crisis de los Refugiados no se detendrá hasta que el imperio norteamericano cese en sus torpes y criminales actuaciones, agrediendo y atacando a los países del mundo. Estados Unidos debe avergonzarse de su legado de sangre, destrucción y muerte. Todo lo que toca el imperio se destruye y corrompe. En una secuencia de errores podemos destacar que Estados Unidos tiene más de 15 años hundido en Afganistán y solo ha logrado exacerbar la violencia tribal y el terrorismo; en Libia, luego de cinco años del asesinato de Gadafi, el país está picado en pedazos dominado por facciones y milicias, incluso militantes del Estado Islámico. Las autoridades “legitimas” de Libia “gobiernan” desterradas y escondidas bien lejos de Trípoli, la capital del país. En Irak se repite el mismo esquema de facciones tribales, terrorismo y anarquía.

El denominador común de los conflictos en todos estos países es la torpe intervención gringa. Que al tratar de imponer su peculiar visión de democracia ha logrado destruir a estos pueblos, generando guerras civiles y la creación de más grupos terroristas, ocasionando miles de muertes, el desplazamiento forzoso de millones de personas y la destrucción del milenario patrimonio cultural y religioso de esta región.

Nada entienden los gringos más allá de sus narices. Por eso ni se dan por enterados que ellos son los responsables directos de la Crisis de los Refugiados. La soberbia imperial les impide escuchar y aprender de los otros. Sería bueno que escucharan al Papa Francisco: “los inmigrantes que huyen, esta oleada migratoria que viene de las guerras, (está) huyendo de la muerte, buscando vivir”.

 

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