Opinión / Richard Canan

5.Sep.2018 / 11:22 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

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Por: Richard Canan

Nunca se le arruga el traje ni se le desbarata el pelo fijado a punta de gomina. Mauricio Macri parece un muñequito de torta. Mirando por encima del hombro se cree superior a los mortales. Claro, proviene de la rancia burguesía conservadora. Su misión, a toda costa, siempre será preservar sus intereses de clase. Por esta lógica, en menos de tres años ha logrado que el rancho le arda por los cuatro costados, con un sinfín de tumultuosas protestas de gremios, colectivos y un pueblo indignado defendiendo sus más elementales derechos sociales.

Este engominado personaje llegó al poder prometiendo convertirse en el paladín del neoliberalismo del siglo XXI. No es para menos. Es otro empresario devenido en político, que siempre protegerá sus bolsillos con descarada prioridad. Nada más llegando a la Casa Rosada se descubrió que todas sus declaraciones juradas de patrimonio estaban pinchadas, ya que “olvidó” registrar varios millones de dólares, que sí volvieron a su memoria al salir publicadas sus cuentas en los famosos Panamá Papers. La burguesía siempre está presta a ocultar sus jugosos capitales en paraísos fiscales. Para ellos nada de pagar impuestos. Con este precedente quedamos más que avisados del vergonzoso talante ético y moral de estos personajes.

No más llegando al poder Macri salió como un cachorrito contento lamiendo las afiladas pezuñas del perturbado Donald Trump. Se explayó en alabanzas al amo. Luego se reunió con la crema y nata del capitalismo, pues apareció en Davos dándole la mano a los poderosos CEOs de las mayores corporaciones mundiales. También preside el G20, espacio que agrupa a los países industrializados y en desarrollo que trabajan afanosamente para “mantener la estabilidad financiera internacional”, teniendo a la cabeza a todos los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales de 19 países más la Comunidad Europea. Una agrupación de zamuros cuidando carne.

Pero su verdadera relación de amor odio, la generó al caer de rodillas, hipotecando la soberanía de su patria frente a la directora del FMI, Christine Lagarde. En su luna de miel, esta vendedora de espejitos y de miserias, felicitó a Macri por su extraordinario “proceso de transformación” del país. Pero inmediatamente, obligó al gobierno de Macri a ejecutar varios “condicionamientos” para poder acceder al maná de frescos recursos provenientes del FMI. El traumático plan de ajuste ha ocasionado que el gobierno de Macri realizara inmensos recortes del gasto público, mediante la eliminación de los subsidios de los servicios básicos elementales (tarifazos), la congelación de los salarios y los despidos masivos. Todo a cambio de un préstamo de 50.000 millones de dólares, que según la lógica del FMI y de las recetas neoliberales, desataría vertiginosamente una fuerza incontenible que reactivaría mágicamente el aparato productivo nacional.

Pero todo era una ilusión. Una farsa. La crisis llegó a Argentina como un huracán. La gente está en la calle protestando por los despidos masivos, la inflación y el rápido deterioro de su poder adquisitivo, principalmente en la compra de alimentos de la canasta básica y el pago de los servicios básicos. Se estima una brutal caída del consumo, con la consecuente aparición de una cruenta recesión económica.

Ninguna solución a la vista para la masa trabajadora. Ante la fuga de capitales (se fueron enteritos los primeros 15.000 millones de dólares que les adelantó el FMI), Macri no aumentó los salarios o paró los despidos. No, se decantó por soluciones del manual neoliberal, elevando las tasas de interés al 60%, tratando de que el peso no se le deprecie más y clamando por más dólares del FMI para alimentar la insaciable voracidad de las mafias financieras.

Las palabras de aliento de Macri no han estado dirigidas al pueblo argentino. No, sus palabras de “tranquilidad” han estado destinadas a los fondos buitres y a los banqueros del sistema financiero mundial (tenedores de los papeles de deuda), garantizándoles que su prioridad es que no se paralicen los pagos de la deuda externa: “Argentina no entrará en default. No lo hará este año, ni el próximo”. De seguro que hará todas las gestiones para que sus mejores amigos del FMI le permitan “adelantar todos los fondos necesarios” para cumplir sus compromisos con la banca. Todo esto es claridad empresarial: su prioridad son los banqueros, no el pueblo. Así lo dictan las recetas neoliberales.

Tan pragmático es Macri, pensando siempre primero en la chequera y en los negocios, que se le vio bien abrazado con el ministro de economía de Gran Bretaña, Philip Hammond, firmando un contratito de casi dos millones de dólares para suministrar materia prima para la fabricación de las monedas argentinas. Solo hablaron de negocios, nada, nadita de la soberanía de la República Argentina sobre las Islas Malvinas.

Argentina está encendida por su grave crisis financiera, productiva, laboral y social. Macri está en su salsa. Temblando ante las justas protestas de docenas de gremios y miles de ciudadanos pauperizados. Sin embargo, nada de este conflicto sale en los grandes medios. No hay ni el más mínimo análisis o reporte. Nadie reseña el descontento y el impacto de las medidas. La derecha conservadora mundial sabe muy bien como cuidarse. Ocultan con descaro los desmanes del gobierno argentino. No le tiran a uno de los suyos, al que defiende a sangre y fuego el nefasto modelo neoliberal. Caso contrario al de Venezuela, donde injusta y falazmente tienen desplegado un acoso inclemente. Son unos inmorales.

 

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