Opinión / Rafael Rosales Benítez

5.Sep.2018 / 09:45 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

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Optimismo Llamarada

Por: Rafael Rosales Benítez

Hace una semana la cancillería venezolana informó que el Gobierno Bolivariano apoyó el regreso al país de 89 venezolanos, provenientes de Perú, que afectados en su calidad de vida, por los embates de la guerra económica y minados por una gran operación psicológica destructora de la fe en el futuro en Venezuela, traspasaron nuestras fronteras en búsqueda de mejores condiciones económicas.

La expectativa con la que partieron estos compatriotas alimentada por los medios de comunicación y las redes sociales de vivenciar un “sueño peruano” de expedita mejora de ingresos económicos y de calidad de vida en general, chocó contra una realidad brutal; donde la explotación laboral a niveles de esclavitud, la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas y hasta el vejamen a la dignidad humana de la xenofobia, se convirtieron en la regla del día a día.

La realidad descrita hoy se reitera para miles de nuestros connacionales en varios países de latinoamérica, principalmente en los países cuyos gobiernos conforman el tinglado alineado con el imperialismo norteaméricano, en la agresión injerencista continuada contra nuestro país y el gobierno del Presidente Nicolás Maduro.

Ante esta realidad nuestras embajadas y sedes consulares en todo el mundo, han sido instruidas por el Presidente Maduro, en el marco del plan “Vuelta a La Patria”, a proveer todo el apoyo sin condiciones, ni distingo de ninguna índole, a toda persona nacida en la República Bolivariana de Venezuela que manifieste voluntariamente su deseo, su necesidad de regresar a su patria.

Toda venezolana o venezolano que padezca penurias en cualquier lugar del mundo, se haya ido de Venezuela por la razón que sea, no dejará de contar con el apoyo, la solidaridad y el amor de sus compatriotas, del Gobierno de su país, de su patria, la República Bolivariana de Venezuela.

Sin discusión, la posición que a nosotras y nosotros como pueblo, como país y como Gobierno, mandatoriamente nos toca asumir, es la de recibir amorosamente a nuestras y nuestros compatriotas, tal como en la parábola del hijo pródigo.

A ninguna venezolana, a ningún venezolano que haya salido de Venezuela bajo el asedio de la guerra económica y psicológica contra nuestro país tenemos ninguna culpa que endilgarle, ni recriminación que realizarle, si alguna lección les tocaba ya la tomaron incluso al costo de su dignidad de seres humanos.

Con el Plan “Vuelta a La Patria” que impulsa el Gobierno del Presidente Nicolás Maduro, se verifica nuestro refranero popular cuando reza sobre la unión consanguínea de la familia que, “la sangre se agua, pero no se riega”.

 

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