Opinión

11.May.2018 / 11:26 am / Haga un comentario

Foto: Prensa presidencial

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Por: Jhonathan Sánchez

He estado escuchando de cerca al candidato-presidente Nicolás Maduro con su campaña en pleno apogeo, con el pueblo movilizado y movilizándose todos los días para acompañarlo y de frente demostrarle su apoyo en multitudinarias concentraciones a escala nacional. Cualquiera pudiera pensar que tal ejercicio es difícil: apoyar en la campaña al candidato y al mismo tiempo detenerse para escucharlo y analizarlo. Lo propio es repetir como loros, según la lógica de quienes nos critican todo. Eso no es lo que ocurre.

Nicolás nos ha ido deslumbrando día a día en su dinámica muy a la Chávez de cruzar con sutileza el fortalecimiento de la política pública en actos de Gobierno y de ahí, luego, en su rol de campaña, las promesas que son similares a las políticas que fortalece pero ahora planteadas con visos de transformaciones estructurales hacia el futuro. Quiere decir que sabe distinguir bien los roles que le toca jugar en esta etapa sin valerse de su condición sino más bien no desdibujándose. Lo mismo no podemos decir de los candidatos contrarios, quienes sí han dejado de ser o comenzaron a ser lo que en esencia no son, entonces, nadie sabe lo que son, ni ellos. Pudieran ser una cosa u otra, o todo lo contrario.

En el furor de la campaña también he escuchado algunas respuestas automáticas a las promesas de Maduro, cosas como “si está prometiendo que lo hará, ¿por qué no lo ha hecho hasta ahora?”, cosa que surge justo con los planteamientos respecto a la economía. Aunque esa interrogante es válida como una perspectiva, no deja de ser más que una perspectiva, construida, elaborada, inoculada, también sufrida.

No es un secreto para nadie que la guerra económica contra el pueblo venezolano no es solo un concepto y una estrategia que nos han aplicado y menos una excusa del Gobierno que incorpora en su discurso por ineficiencia alguna. Ya todos parecen comprender y asumir que sí hay una guerra económica, sabiamente enfrentada gracias a la organización popular fomentada por el Presidente a través de los CLAP para asumir la solución coyuntural de las manos de todos y todas. Esta organización también ha servido para asumir también lo que significa para cada individuo, para cada familia –independientemente de su color político- el bloqueo económico-financiero de parte del gobierno de los Estados Unidos y sus réplicas de Europa, además de los gobiernos que con ansias de querer parecerse a sus amos los imitan sancionándonos también.

Cuando Nicolás habla de futuro les habla a todas y a todos

El Petro es el futuro temprano debido a que es una de las formas más efectivas de ir evadiendo el bloqueo y así poder normalizar las importaciones de medicamentos, materia prima, reactivos, alimentos, etcétera. El futuro es hoy: seguir golpeando a mafias organizadas con operaciones como la de Manos de Papel y la guerra contra el contrabando de combustible, billetes y alimentos en nuestras fronteras Hablar de futuro es tener preparado todo para combatir de raíz (esto responde el por qué ahora) las prácticas de bachaqueo que se han expandido a los niveles más crónicos de la corrosión de los valores humanos de muchos compatriotas, que forman parte de una cadena mucho más larga y gruesa y larga qué tanto daño le hace a nuestros propios familiares.

No es lugar común hablar en campaña sobre futuro, prosperidad, logros y soberanía. Solo una apuesta al futuro nos permitirá dar el salto otra vez hacia uno de los mejores y más económicos servicios de salud del planeta, donde la medicina que se importe con Petro siga siendo la más accesible al pueblo todo. La prosperidad está asociada a que logremos recuperar nuestro poder adquisitivo con el éxito de las maniobras económicas que están en marcha. Pero, y hay que tenerlo claro, no habrá prosperidad sin acabar con las mafias de contrabando y la corrupción privada y pública. El Carnet de la Patria es un mecanismo de subsidio directo, pero además es un instrumento de vanguardia para ponernos al día en la evasión de los mecanismos tradicionales que le dan vida a la especulación o cualquier otra expresión formal e informal de corrupción. Gracias a que se asume este instrumento como política para la atención social directa de los venezolanos, es que hemos llegado a este punto donde podemos (a pesar de las dificultades) contar con un Estado protector, que está de primero en la fila recibiendo la arremetida del imperio para que nos salpiquen las consecuencias.

Está esto entonces profundamente relacionado con la soberanía. Cuando el Candidato del Frente Amplio de La Patria, Nicolás Maduro pregunta quién elige al presidente de Venezuela, la respuesta de quienes le respaldamos en sus actos es: los venezolanos, pero me atrevo a asegurar que la misma respuesta darían quienes nos adversan y se dicen demócratas.

Se ha arraigado como nunca la defensa de Venezuela, hasta para los que no les gusta el concepto de Patria. Comprenden que el destino de Venezuela se decide en Venezuela y entre venezolanos y venezolanas. Los únicos desfasados y por demás rechazados que creen que es Trump quien debe imponer un presidente para Venezuela son el grupo de Borges y compañía, quienes además de dólares y credibilidad se gastaron la poca moral que les quedaba para debatir sobre la política venezolana y nuestro destino porque queda en evidencia que nunca les importó. Por el contrario, desde afuera piden más sanciones, que seamos más pobres, que se consigan menos y más costosas las medicinas y comida, que nos intervengan y nos maten a todos y a todas. Esto también es un planteamiento para todos quienes habitamos esta tierra santa, Venezuela.

 

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